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Roman Polanski: "Hace tiempo que quería contar una historia de amor"

El director de "Tess", en Madrid, ante el estreno de su película

Ángel S. Harguindey

Ayer se estrenó en Madrid el último largometraje de Roman Polanski, Tess, basado en la novela de Thomas Hardy, con guión del propio realizador, Gerard Brach y John Brownjohn e interpretada por Nastassia Kinski, Peter Firth y Leigh Lawson. Con tal motivo visitó Madrid Roman Polanski, en una etapa más de su larga gira en la que está empeñado para promocionar esta superproducción de tres horas de duración, nueve meses de rodaje y 840 millones de pesetas de coste económico.

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«Lo cierto es que desde hace tiempo quería rodar una historia de amor», declaró a EL PAIS Roman Polanski, «pero me resultaba muy difícil seleccionar una historia de la literatura contemporánea. Podíamos haber escrito un guión original, pero después de reflexionar un tiempo sobre ello llegué a la conclusión de que era más fácil y atractivo buscar un texto en la literatura romántica. En el siglo XIX hubo muchos escritores que trataron el tema de los sentimientos en sus obras».La película está dedicada a Sharon, se entiende que Sharon Tate, mujer que fue de Polanski y asesinada en agosto de 1969 por el triste y famoso «clan Manson», grupo de esquizoides agresivos. Las carpetas de documentación de Roman Polanski incluyen más información sobre escándalos que sobre cine. El nombre del realizador polaco, nacido en París en 1933 y marcado desde la infancia por su condición de judío (su madre murió en el campo de Auschwitz y su padre sobrevivió tras cuatro años en Mathaussen) salta a la fama al realizar en Polonia su primer largometraje, El cuchillo en el agua (1962). Tras ello rueda en Gran Bretaña Repulsión (1965) y Cul de sac (1966). Su triunfo internacional definitivo, tanto de público como de crítica, llegaría en 1968 al realizar La semilla del diablo, en Nueva York.

«El principal obstáculo para adaptar el texto de Hardy», añade el realizador, «fue el de la duración de la novela, muy larga, con un tratamiento épico. Sintetizar la historia, procurando en todo momento que el espectador que conozca el texto no se sienta defraudado, fue nuestra obsesión principal».

Probablemente una de las más brillantes cualidades de la película sea la reconstrucción histórica, la ambientación, decorados y vestuario, cuidado hasta en los más pequeños detalles por el realizador «Efectivamente, trabajé durante mucho tiempo en la documentación de la época. Para mí es absolutamente primordial recrear una atmósfera, un tiempo, adecuado a la historia que voy a contar. Si la acción transcurre en Nueva York, procuro mostrar el ambiente de la ciudad en la película. En Tess hay un plano homenaje al cuadro de Millet El Angelus, y lo rodamos en el mismo paisaje en que lo hizo el pintor».

Las crónicas de sucesos vuelven a ocuparse de Roman Polanski en abril de 1977, cuando es acusado de violación de una menor en el transcurso de una fiesta en la casa del actor Jack Nicholson. Meses después el realizador opta por marcharse de Estados Unidos para fijar su residencia en París. Atrás quedaban películas como El baile de los vampiros (1967), la ya citada Rosemary's baby, su versión de Macbeth (1971) y la fascinante Chinatown (1974). Fue, precisamente, durante el rodaje de Macbeth cuando el escritor, periodista y dramaturgo británico Kenneth Tynan escribió un estupendo retrato literario de Polanski, recocaido y editado en España por la Editorial Anagrama.

Ultimamente, cada vez que se habla de una película interesante, de una u otra forma surge el nombre de Francis Ford Coppola en alguna fase del proyecto. Tess no podía ser la excepción y, cuando Claude Berri comenzó la ardua tarea de reunir el capital necesario para filmarla, se encontró con las reticencias de los empresarios cinematográficos de varios países, a los que trataba de vender el filme antes de su rodaje. La colaboración de Coppola y Georges Lucas fue decisiva: el director de Apocalypse now, que hace tiempo siente una profunda admiración por Polanski, hasta el punto de haber bautizado a su hijo con el nombre de Roman, advirtió a los empresarios occidentales que si querían distribuir y exhibir su próxima película, y la de Lucas, deberían comprar también el filme de Polanski.

«Creo que la novela de Hardy», añade Polanski, «sigue siendo actual, porque los sentimientos básicos son universales e intemporales: el amor, la decepción y la muerte, entre otros. Quizá surgen otros sentimientos más pasajeros o coyunturales, como la situación de la mujer en la sociedad de su tiempo, pero Tess es, sobre todo, una historia de amor, o quizá una historia sobre la falta de amor, con un evidente y notable trasfondo de tragedia griega: A mí me fascinó esa especie de atmósfera de fatalidad que envuelve el devenir de la protagonista, que acepta desde un principio el rol de la sumisión, condicionada por el entorno social y que se rebela al final, aunque aceptando su culpa».

Polanski, tras su experiencia americana, reanuda su carrera cinematográfica en Europa, concretamente en París, donde filma Le locataire (El quimérico inquilino) (1976), basada en un relato de Topor e interpretada por el propio realizador, experto ya en tales lides desde que se matriculara, en 1954, en la Escuela de Cine de Lodz (Polonia). Al fin y al cabo, había intervenido ya en tres películas de Andrez Wajda: Generación (1955), Lotna (1959) y Los brujos inocentes (1960). Contemplar en el Festival de Cannes a Roman Polanski en una conferencia de Prensa, ante doscientos periodistas es uno de los espectáculos más edificantes para quienes aún creen en la inteligencia del ser humano. Polanski es uno de esos grandes camaleones centroeuropeos que asimilan con rapidez y dominio todo lo que ven. Como Kosinsky y Milos Forman, ese pequeño clan que es capaz de filmar comedias musicales, escribir guiones o rodar una película de la serie negra, con la misma sensibilidad que los que han vivido en el Bronx desde su nacimiento.

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