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La guerra entre Irán e Irak

El conflicto minará la deseada unidad árabe

Sólo media docena de Estados árabes han expresado hasta ahora, con mayor o menor vehemencia, su apoyo a Irak en la guerra contra Irán. Un conflicto que, independientemente de su desenlace y según se cree en medios políticos de la capital libanesa, sólo servirá para minar la tan deseada unidad árabe y la no menos utópica solidaridad islámica.Arabia Saudí tardó cuatro días en decidirse a manifestar su respaldo a Irak, aunque lo hizo en términos más bien morigerados.

Aunque los saudíes están, obviamente, inquietos desde la caída del régimen del sha de Irán, su condición de guardianes de los lugares santos del Islam no les facilita precisamente la tarea de tomar partido por un país musulmán frente a otro. El rey Jaled se limitó, en su llamada telefónica al presidente iraquí, a expresar su preocupación ante el conflicto y a hacer votos por el bien del «mundo árabe y musulmán».

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Kuwait, un miniestado fronterizo con Irak y con abundante población palestina, manifestó su apoyo a los iraquíes, pero ha sido el único país del golfo Pérsico en tomar partido. Otros, como Bahrain, Qatar, Omán y los Emiratos Arabes Unidos, guardan un silencio comprensible a causa de la importancia numérica de sus poblaciones chiitas, pero, sin duda sentirían gran satisfacción si Irak da por fin «una lección» al régimen fundamentalista del imán Jomeini, que ha hablado de extender la revolución islámica por el golfo e incluso de reclamar para Irán la isla de Bahrain. Muy alejados de la zona del conflicto Marruecos y Mauritania han apoyado también verbalmente Irak.

Yemen del Norte ha manifestado su respaldo a Irak, mientras que su vecino Yemen del Sur, el único régimen marxista en la península Arábiga, no ha tomado partido expresamente.

Por último, el rey Hussein de Jordania, otro de los pilares del conservadurismo en Oriente Próximo, se ha alineado también junto a Irak, con quien le une, si no otras cosas, la enemistad común respecto a Siria y al Irán revolucionario.

Tratado defensivo entre Moscú y Damasco

En Damasco, el régimen del presidente Hafez Assad parece ir deslizándose, poco a poco, hacia posiciones proiraníes o, al menos, abiertamente antiiraquíes.

Siria ha negado las informaciones aparecidas en un diario británico sobre una supuesta ayuda militar a Irán. Pero no ha habido mentís oficial a la revista libanesa publicada en París, Al Mustakbal, que informó ayer, a través de las declaraciones de un ministro sirio, de la firma de un tratado defensivo entre Moscú y Damasco, que podría permitir la presencia de tropas soviéticas en Oriente Próximo, «en caso necesario».

Este tratado, que aparentemente se firmará el próximo 8 de octubre en Moscú, se compara aquí con el acuerdo que firmó Nasser en 1967 y que hizo posible la presencia de hasta 15.000 consejeros soviéticos en Egipto. Los sirios, en medio del proceso de unificación con Libia, parecen dispuestos a encabezar la lucha contra Israel y contra el imperialismo en Oriente Próximo. Objetivo que se vería obstaculizado por una victoria militar de Irak en esta guerra y su consiguiente supremacía en el área del golfo Pérsico.

Mientras en El Cairo el presidente Sadat critica a estos «adolescentes armados» que se enzarzan en una guerra fratricida, los observadores políticos en Beirut ven en el fondo del conflicto una pugna por el liderazgo en Oriente Próximo y por la supremacía en el área del golfo, que enfrenta a Siria e Irak, deseosos ambos de sustituir a Egipto, aislado tras su paz por separado con Israel en los acuerdos de Camp David, al frente del mundo árabe.

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