Una economía paralela como autodefensa de la sociedad
Hacia el mediodía, en la zona comercial de Varsovia, en pleno horario de trabajo, la avenida Marzalkowska, la calle Swietorszynska o la plaza Constituzji parecen un hormiguero de personas, hombres y mujeres. con cestas, con carteras, que entran y salan de las tiendas y van de una cola a otra haciendo las compras de los productos necesarios o aquellos otros que. por «una extraña casualidad», han aparecido ese día en el mercado (lana, plátanos, papel higiénico o determinado embutido).«En Polonia queda por hacer la estadística de las horas de trabajo pérdidas por el tiempo de las colas y el natural absentismo laboral», comenta un técnico occidental. Un absentismo laboral que se supone casi tres veces superior al de España, cuando Polonia tiene una población activa de catorce millones de personas y casi el 90% de las mujeres trabajan.
Esta situación genera una doble escasez. En primer lugar, el establecimiento dirigista del mercado y lo que podría denominarse el «síndrome de la acaparación». «Mire usted», dice una mujer de mediana edad ante una tienda de ropas, «hoy han aparecido unos gorros de lana de buena calidad, pero nadie puede decir que mañana estén aquí». Ocurrió que esta señora compraría tres o cuatro gorros. Siempre habrá alguien que los necesite cuando no haya en el mercado, y el arca familiar se encontrará con algunos zlotis (moneda polaca) suplementarios.
Con cierta amargura, el estudiante Janusz M. dice: «El problema de Gierek es que quiso producir de todo y, claro, todo lo que se producía no era bueno».
Efectivamente, el sistema de planificación centralizada establece, por principio, unos objetivos cuantitativos, con la consiguiente falta de variedad y una deficiente calidad, que obliga a que algunos productos se retiren del mercado y su uso sea de duración mínima. No hace muchos meses, el propio periódico oficial Zycie Warszsawy, se refería a la venta de una partida de calzados, anunciados bajo el lema de que «no eran para caminar por la calle» (?). Zvcie Warszan,y publicó la carta de una clienta que protestaba porque un par de botas le duraron un solo día, en una jornada normal de guardar colas, caminar y subir a los tranvías.
Baja productividad
A las deficiencias de calidad y al absentismo laboral se une la baja productividad, motivada por la carencia de beneficios. La Administración decide: a) qué h ay que producir, b) cuánto hay que producir y c) con cuánta gente hay que producir, estableciéndose para los obreros un sistema de primas que descienden en cuantía desde el director hasta el último operario, de acuerdo con el cumplimiento de los planes fíjados. Naturalmente los planes se cumplen para poder recibir las primas, pero se cumplen sobre el papel.
Otras actividades más lucrativas
La carencia de incentivos hace que los obreros se dediquen a otras actividades; el término castizo para definidas sería chapuzas. Se estima, siempre datos no oficiales, que una cuarta parte de las obras son ilegales, en la que se utiliza maquinaria del Estado, que en esos momentos debía ser empleada en una obra registrada. Como un dato significativo, alrededor del 30% del cemento se pierde o despilfarra.
Junto a todo ello, el Estado se encarga de forma «misteriosa», a través de la Comisión de Precios, de Fijar el valor de los productos, cuyos costes son habitualmente más elevados, lo que obliga a una política de subvenciones que consume el 40% del presupuesto. nacional, algo tremendamente ruinoso para un Estado como el polaco, al borde de la bancarrota, con una deuda de 20.000 millones de dólares, que este año ascenderá a 7.500 más, y «una inflación real superior al 20%», según estima un reportero de la radio polaca.
En todo este contexto aparece la absoluta sumisión económica a la Unión Soviética, que controla el 35% del volumen total del comercio polaco, cuyo 70% va dirigido a la Europa del Este. «No sólo no se conforman con estar aquí (alusión a las dos divisiones soviéticas estacionadas en Polonia), sino que, además, se llevan lo poco que producimos» comenta, casi con rabia, un joven que acude puntualmente a todas las manifestaciones patrióticas que se organizan y no oculta sus simpatías por el Comité de Autodefensa Obrera (KOR).
El negocio del "mercado negro"
«En Polonia se puede conseguir de todo si tienes dólares», es una frase de uso común entre las personas que no tienen ningún prejuicio a la hora de enjuiciar la realidad de la vida en su país.
Así, el dólar, o el marco alemán, es un objetivo para todos aquellos que desean vivir «algo mejor», lo que ha originado un poderoso mercado negro con unas características diferentes al resto de los países de la Europa del Este, donde este mercado «ventajoso» se nutre especialmente del intercambio con los turistas o los hombres de negocios.
En la actualidad, aunque resulte difícil de creer, los polacos tienen en cuentas privadas en el interior de Polonia alrededor de 1.500 millones de dólares.
La particular legislación polaca, que no permite la adquisición de dólares, autoriza, sin embargo, que cada polaco pueda tener en la Caja de Ahorros Estatal (PKO) una cuenta en divisas extranjeras, de las cuales se puede disponer en cualquier momento, «porque nadie pregunta nada cuando se ingresan o se retiran los dólares».
El medio para la obtención de divisas extranjeras tiene en Polonia tres caminos distintos, he aquí una de las diferencias con otros países. En primer término, hay cerca de diez millones de polacos residentes en el extranjero, Chicago es la segunda población del mundo con mayor número de polacos después de Varsovia. En mayor o menor medida, todos ellos envían dinero a sus familiares que viven en Polonia.
Un segundo medio de captación de divisas es la autorización para que el polaco pueda trabajar por seis meses en occidente, especialmente en la República Federal de Alemania (RFA) y Suecia, donde se recluyen durante todo ese tiempo ahorrando lo necesario para el coche o el primer pago importante del piso, siempre más fácil de conseguir si se paga en divisa extranjera. Se calcula que entre 40.000 y 60.000 polacos trabajan continuamente en estos países.
Y, finalmente, está el canje habitual con el turista o el hombre de negocios. Hoy la cotización oficíal. es un dólar por treinta zlotis. En el mercado negro, que fluctúa, se pagan cien zlotis por un dólar. En Cracovia, veinticuatro horas después de la caída de Gierek, se llegó a pagar 130 zlotis por un solo dólar.
De todas formas, la actuación del Estado para la captación y el control de los dólares privados ha sido inteligente en sus tres principales cauces. La creación de un interés del 7% para las cuentas en dólares, tratando de que los dólares u otras divisas estén bajo control y no en casa de cada cual «convenientemente escondidos en un calcetín». La instalación de las tiendas Pewes, con pago en divisas occidentales, donde se encuentra un 80% de productos del Oeste y un 20% de productos polacos de la mejor calidad, que no se encuentran en las tiendas normales. Precisamente, la retirada de estos productos polacos cualificados ha sido conseguida en los acuerdos de Gdarisk. Para nadie resulta un secreto el malestar que causa en la población tener que comprar en dólares los mejores productos nacionales.
En tercer lugar, la facifitación de la entrega de un automóvil si se paga en divisa occidental.
Polonia se encuentra en un grado de motorizacion comparable a la España de los comienzos de los años sesenta. El precio de los automóviles fabricados en el país con licencia Fiat, el Polski (equivalente al seiscientos), el Zenan (124) o el nuevo modelo Polonez, oscilan entre 2.500 y 3.000 dólares. Si se opta por pagar en zlotis, el tiempo de espera es de alrededor de cinco años y un precio de unos cinco años y medio de salario medio, unos 5.000 zlotis.
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