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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Las estatuas

Ceno con Tierno Galván, que anda por Madrid persiguiendo a Mendizábal, el desamortizador, para ponerlo en su estatua, y como él a otros, porque parece que, después de la guerra, no hubo sólo una represión contra los vivos y los muertos, sino incluso una represión contra las estatuas, de modo -que han desaparecido, no ya de las calles de Madrid, sino de los sótanos y transmuseos municipales, una multitud de rojos de bronce, moderados y antiguos, que ni siquiera eran rojos y probablemente no eran de bronce.Se ha hablado de la represión a los maestros, a los militares republicanos, a sus viudas, se ha hablado ya de todo y no tiene gracia hablar de nada, pero nunca, nadie, nos había hablado de la represión contra las estatuas, que no sólo desaparecieron del paisaje madrileño, como es obvio, sino de las chatarrerías municipales, como un día conté que desapareció el templete de la música de Rosales (estraperlo de postguerra, estraperlo de templetes) y todavía no ha aparecido. Con lo difícil que es meter un templete en el estar/skay.

No sólo las estatuas de bronce, sino Ias de recuerdo, memoria y tipografía, como Quevedo, del que se hará alguna edición digna y circulante, por el ayuntamiento, para estas Navidades, en el cuarto centenario de quien he llamado el gran secuestrado de la enseñanza española. Y no sé si lo de Quevedo se va a arreglar quitando a los salesianos de donde les han quitado. Me parece que el tema (ucedé siempre dice «el tema») es más complicado. O Gómez de la Serna, cuya casa/museo íntegra había empaquetado Arespacochaga, cuando entonces, como loza cultural para los chamarileros, y que ahora se ha reinstalado en el Museo Municipal, con enriquecimiento de muchas primeras ediciones de Ramón, difundido luego en conferencias -para todo habrá tiempo- a celebrar en lo que fue su despacho, bajo la pacífica guerra de los mundos de su techo de globos:

- Yo mismo preparo una conferencia sobre la greguería -me dice Tierno, a quien he ido haciendo girar delicadamente del pensamiento clásico al pensamiento barroco, porque el barroquismo es el pecado original secreto de todos los clásicos, que les sale a la cara o la conversación con el segundo anís.

Tierno me había invitado para el viaje a México, pero no pude ni quise ir, porque conozco a mis clásicos (que son más bien románticos) y veía venir la crítica contable a un viaje incontable. Otros colegas, como López Sancho y Antonio Gala, sí que fueron al viaje, e hicieron bien, seguramente porque tienen la conciencia más en claro que uno. Uno no quiere andar por ahí de mantenida de Tierno ni de nadie. Lo contable siempre es Involuntariamente mezquino, porque monetiza realidades que no son moneda, por ejemplo la idea de ciudad que tiene Tierno, su teoría de Madrid, una utopía entre fourierista y ateniense, con falansterios, comunas culturales y carril sólo-bus. La operación aparcamiento que se proyecta para en seguida no tiende a contraer al madrileño, sino a descubrir Madrid, a dejar la ciudad «suntuosa y llena de vacíos», como el cielo de Juan Ramón.

No sé si es verdad que mi admirado amigo Jesús Aguirre, duque de Alba, es ahora, además, conde de Aranda, pero si vuelve el volteriano conde de Aranda en figura fílosófico/marbellí de Aguirre, y vuelve Mendizábal en estatua, que se le huye a Tierno por todas las esquinas, y vuelve toda esa basca ilustrada, podríamos empezar desde lo municipal una Ilustración y una Enciclopedia que dificilmente esté proyectando nadie -¿Cavero?- desde lo gubernamental. Maleducados en cuarenta años de ayuntamientos totalitarios, no hay espectáculo como ver a Tierno soñando Madrid, salvando en utopía la ciudad in salvable, poblachón neoyorquizante, más ese Mondrian austero y lúcido que esconden en la galería Theo.

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