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La construcción naval en la CEE, incapaz de hacer frente a la competencia japonesa

Soledad Gallego-Díaz

El sector de la construcción naval en la Comunidad Económica Europea (CEE) no consiguió levantar cabeza el año pasado, pese a que la cartera de pedidos de los nueve aumentó en un 27% respecto a 1978. Muy al contrario, la construcción naval continúa experimentando una degradación importante y, pese a todos los esfuerzos de reestructuración, se muestra incapaz de hacer frente a la competencia japonesa, que también en este sector golpea duramente.

La Comisión Europea, en un informe titulado Situación de la industria de la construcción naval a primero de enero de 1980, señala que, pese al aumento de la cartera de pedidos, la producción acusó una nueva disminución del 15%. En sólo tres años (1976-1979), la producción global comunitaria ha disminuido en un 42%. El crac de la industria naval no es, sin embargo, exclusivo de los países miembros de la CEE. A nivel mundial, la producción disminuyó, en el mismo período de tiempo, en un 37%.

El incremento de pedidos no supuso un relanzamiento de la actividad en los astilleros europeos. Simplemente significó un alto en la pronunciada curva de declive que vienen experimentando desde hace cuatro años. Además el aumento de las carteras de encargos está en relación con el apoyo público, directo o indirecto, a las empresas en crisis.

La República Federal de Alemania (RFA), Bélgica y Dinamarca, países que introdujeron o profundizaron este tipo de apoyos, han conseguido asegurar la actividad de sus astilleros durante, al menos, los próximos dieciocho meses, mientras que Holanda o Gran Bretaña no cubren ni la mitad de dicho período.

La crisis del sector se hace sentir durísimamente en el capítulo de empleo. Sólo en 1979, los nueve registraron una pérdida de 22.000 puestos de trabajo, con lo que el sector de la construcción naval ha perdido desde 1975 un total de 70.000.

Las previsiones para 1980-1981 son pesimistas a juicio de la Comisión Europea. El clima general de depresión económica seguirá influyendo negativamente, hasta el punto de que probablemente ni tan siquiera podrá mantenerse el incremento de las carteras de pedidos experimentado el año pasado.

Para colmo, 1979 representó un buen año para la competencia japonesa. Japón se ha convertido en una especie de pesadilla para la industria europea, no sólo la de construcción naval. Baste como ejemplo las recientes declaraciones a la televisión belga del presidente de Ford-Bélgica: «En Valencia (España), con más de mil obreros, producimos mil unidades diarias. Nuestra fábrica de Japón rebasa las setecientas unidades con menos de doscientos». Y, que conste, el directivo de la Ford nombraba a la fábrica española como una de las más productivas con que cuentan en Europa.

Japón se benefició además el año pasado de la devaluación de su moneda con relación al dólar, mientras que las divisas europeas se reforzaban. Esta circunstancia, añade la Comisión Europea, ha ahondado aún más las diferencias entre los costes europeos y los japoneses, con claro beneficio para los segundos. Para conservar sus posiciones, los astilleros de los nueve continúan aceptando pedidos «a la pérdida» y solicitando el apoyo de sus respectivos Gobiernos.

Frente a esta pesimista situación, la comisión propone continuar adelante con el programa de reestructuración denominado scrap and build, es decir, desguace y construcción. Este programa supone el desguace anual de navíos viejos hasta un tonelaje global de dos millones de toneladas de registro bruto y la construcción de navíos nuevos por un total de un millón de toneladas de registro bruto anual.

Según la Comisión Europea, el scrap and build permitirá mantener los puestos de empleo de 35.000 a 40.000 personas en los astilleros y una cifra parecida en industrias secundarias, al tiempo que activará la demanda, aunque sólo a partir de finales de 1982.

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