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Presentación asfixiada del grupo Mamá

El pasado lunes se presentó el grupo Mamá en el nuevo local del Madrid: el Marquee. Y lo primero que merece la pena comentar es precisamente. ese nuevo local, que, por lo visto, se propone ofrecer actuaciones de grupos extranjeros y españoles con la sana intención de remover el ambiente. El Marquee español se presenta como una delegación del londinense, y aquí empieza el problema, porque de sección nada, y como se enteren los ingleses les dará una alferecía. El local es bastante feo, se escucha mal la música, y no sólo la del grupo que esté sobre el escenario, sino incluso la que ponen sus pinchadiscos. Además, tampoco se ve al grupo. Incluso eso no es lo peor, sino las condiciones infrahumanas de calor y de humo en que tiene que desarrollarse cualquier actividad en ese local, verdaderamente asfixiante y malsano.Luego ocurre que la entrada cuesta trescientas pesetas, sin derecho a consumición, con lo cual el concierto-presentación de un grupo como Mamá o, esta noche, Nacha Pop se puede poner en quinientas pesetas, a no ser que no se consuma.

En este ambiente, lo primero que debe aplaudirse a Mamá es el mero hecho de que tocaran, que si los demás sudábamos, ellos debían estar cocidos al vapor. Aunque se les oía mal y apenas se les veía. Mamá confirmó lo que ya se sabía: que es uno de los mejores y más seguros grupos pop-rockeros que hay por Madrid.

A diferencia de otros músicos que pululan por la capital, lo de Mamá no es blando ni excesivamente jocoso, no tiene grandes referencias intelectuales (o geográficas) y tampoco se limita a un estilo determinado. Tanto ellos como su nuevo y primer disco, muestran temas cotidianos tratados de manera cotidiana, más a la manera de los Brincos que a la de Kaka de Luxe, por ejemplo. Su cantante, aparte de hacerlo bien, tiene una presencia fuerte, y el grupo funciona con una claridad de ideas que se refleja de manera inmediala en unos arreglos de lo más directo y que potencian la música de manera casi perfecta. Lo único lamentable, después de todo ello, es que, en este país nuestro, exista esa especie de maldición cinita, según la cual tanto los grupos como sus audiencias se ven obligados a pasar por un purgatorio desde el que existen unas mínimas posibilidades de pasar al paraíso.

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