Cautela de Brasil ante la cruzada anticomunista preconizada por Argentina
La visita que el general Jorge Rafael Videla acaba de realizar a Brasil, tres meses después que el presidente brasileño, Joáo Figueiredo, visitara Argentina, ha confirmado la voluntad de reconciliación de las dos «grandes potencias» suramericanas después de largos años de desconfianza y rivalidad.
Esta nueva era de relaciones argentino-brasileñas, inaugurada por los acuerdos de octubre de 1979 para coordinar las obras hidroeléctricas construidas por uno y otro país sobre el río Paraná, conseguida por medio de concesiones mutuas y una paciente labor diplomática, está en camino de transformar el perfil geopolítico de la región, según estiman la mayoría de los observadores.Los dos países tienen economías complementarias, que representan, unidas, el 70% del potencial económico global de América del Sur. Sin embargo, en el lado político hay ciertas diferencias de estilo que se traducen, en el lado brasileño, por una reserva ideológica, que se ha puesto de manifiesto con la visita del presidente argentino: cordialidad, sí; euforia, no.
Ambiciosos proyectos de expansión comercial, desde luego; pero la diplomacia brasileña, esencialmente pragmática y abierta, posee un gran horror a las palabras «bloque» «alianza», «eje». A este respecto, la palabra «cruzada» empleada por el general Videla en su discurso de Brasilia para evocar la unión que desearía ver realizarse alrededor de la defensa de los valores occidentales, ha provocado un cierto malestar en la papital brasileña.
Allegro ma non tropo, parece decirse en Brasilia: reconciliación, si; cooperación, desde luego; apoyo diplomático, ciertamente, en especial en el seno de la Organización de Estados Americanos (que se inquieta por las violaciones de los derechos humanos al sur del Paraná), pero apoyo discreto.
En virtud del mismo pragmatismo que ha incitado a la reserva política en las nuevas relaciones con Argentina, Brasil parece querer jugar la carta de la estabilidad en el Cono Sur, y por lo que a ello respecta, el estado actual de cosas parece preferible a lo desconocido. Dentro de esta concepción hay que interpretar la rapidez con que Brasilia reconoció al nuevo régimen militar boliviano. Brasil rompe el aislamiento que amenazaba a los regímenes dictatoriales del Cono Sur y, más en particular, los de Bolivia y Argentina.
A este respecto, el acercamiento entre Buenos Aires y Brasilia inquietasingularmente entre los medios de la oposición de izquierda y entre los numerosos refugiados latinoaniericanos que residen en Brasil.
Pero la aparente abstención brasileña sobre la doctrina de la seguridad regional -semanas antes de que Videla emprendiera este viaje, la cancillería argentina había comentado oficiosamente que la «integración» con Brasil crearía «una zona de seguridad en toda América Latina y en el Atlántico sur, y en la misma línea habrían de incluirse las palabras de Videla en Brasiliano entorpece la cooperación económica, industrial y tecnológica entre ambos países.
Por uno de los acuerdos que se firmaron en Brasilia se crea una comision que estudiará la venta de diez millones de metros cúbicos diarios de gas a Brasil mediante el tendido de un gasoducto que llevará el combustible hasta Sâo Paulo. Se firmaron también acuerdos de alquiler de concentrado de uranio de Argentina a Brasil, de provisión mutua de elementos industriales para centrales nucleares, de investigación conjunta sobre combustibles nucleares, y de intercambio de técnicos e informacíón.
El general Videla salió de Brasil el sábado, en medio de las protestas de los estudiantes y tras el boicoteo a que le sometieron los parlamentarios de los cuatro partidos de la oposición, que se negaron a acudir a la recepción oficial del miércoles en el Congreso.
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