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29º FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER

De Angel Barja al barroco colonial

A lo largo del Festival Internacional y de los ciclos de la Bien Aparecida ha funcionado, con cierto protagonismo, un compositor no demasiado interpretado en Madrid: el orensano Angel Barja, del que, además de la transcripción de Carrasquedo, han sido programadas dos obras para órgano y trompetas, los Poemas del mar, sobre versos del poeta de Comillas Jesús Cancio, y Madrigales y romances, basados en textos de Rodrigo de Reinosa (siglo XV).

Barja tiene ahora cuarenta años y es profesor del conservatorio y director de la Capilla Clásica, de León. Hizo estudios en Letras y Teología y se preparó musicalmente en España, Austria y Suiza. Su nombre saltó a primer plano de actualidad musical cuando, en 1976, ganó el Premio de Composición en la Semana de Organo de Avila, con un muy bello Retablo. Antes había obtenido el Premio Nacional de Polifonía 1972.Lo primero que llama la atención en Barja es la calidad de su escritura polifónica, tanto cuando se refiere a temas contemporáneos (los poemas de Cancio) como cuando ejercita su saber dentro de lo que, a la manera de Carlos Bosch, podríamos denominar «espíritu pretérito en las horas actuales» (Madrigales y romances).

Para tratar siete Poemas del mar, Angel Barja parece haber hecho suyas estas palabras de Jesús Cancio: «Si el arte es creación, entiendo que cuanto más hijo sea del impulso, cuanto más proceda de un sentimiento íntimo y una pasión honda y espontánea, cuanto más obedezca a una inspiración sana y esencialmente libre, más atrayente originalidad ha de tener y de mayor y más sugestiva sinceridad estará poseído».

En efecto, Barja escribe como siente, sin preocupación alguna por seguir tal estética o cuál procedimiento de última hora y pendiente sólo del mandato de los versos. Esos versos expresivos y sencillos, enamorados de la mar, con los que Cancio enhebraba sus poemas. La técnica, bien plantada en principios tradicionales, sirve cuantas flexiones pide la palabra en su prosodia y en su semántica. Y el conjunto todo posee un singular atractivo que ha prendido en el quinteto británico vocal The Scholars, quienes cantan y dicen los «poemas» de Cancio-Barja de manera espléndida.

"Romances y madrigales"

Distinta aptitud adopta el compositor ante los Romances y madrigales, de Rodrigo de Reinosa, el celestinesco autor de las Copas de la comadre. Impregnado del modo de pensar de nuestros renacentistas, Barja traza cinco piezas de «espíritu pretérito» en un voluntario gesto de identificación con la palabra poética. Páginas como Tú partiste con placer se sitúan, por su belleza, al margen del tiempo, pues su mensaje viene de muy lejos y va hacia el infinito.

El festival internacional ha estrenado este año un viejo-nuevo escenario: la iglesia de Santa Lucía, bien significativa en la historia musical santanderina, pues allí fue párroco don Sixto Córdoba, el más amplio compilador del folklore montañés, y allí ejerció como organista Cándido Alegría, cuya Cantabria sonó en el primer concierto de la Sinfónica de Radiotelevisión Española.

Haendel, Bach, Biber (en un estupendo passacaglia basado en las cuatro notas de la cadencia andaluza), Bonporti, Vivaldi y Albicastro, en su sensacional versión de La follía de Spagna, tuvieron fidelidad interpretativa en el arte refinado del organista Guy Bovet, un espléndido discípulo de Marie Claire Alain y de la violinista barroca Chiara Banchini, heredera del bien hacer de Sigiswald Kuijken y profesora en Ginebra y Milán.

De cuanto significa la búsqueda de la autenticidad sonora y estilística del barroco pudimos darnos cuenta al contrastar las versiones de este dúo con el criterio uniforme de unos tan excelentes instrumentistas como son los componentes de la San Martin-in-the Field, de Londres, quienes, juntos a Haendel, Avison (sobre Scarlatti) y Vivaldi, nos ofrecieron espléndidas traducciones de Mendelssohn, Chaikovski y Bela Bartok. A su frente estuvo el húngaro Gyorgy Pauk, brillante y virtuosista, que, de ningún modo, nos compensó de la ausencia de la vitalísima llona Brown.

Barroco de Europa y América

El Ensemble Suisse Albicastro, en el que forman Riki Gerardi (violoncellista barroco), el laudista hispanoargentino Jorge Fresno, el clavecinista González Uriol y los cantantes Rosmarie y Johanna Meister, tocaron en la colegiata de Santillana un programa con especial dedicación a la «música colonial barroca», especialmente la de Tomás Torrejón de Velasco, el músico de la corte de Felipe IV, cuya ópera La púrpura de la rosa, sobre Calderón, fue representada en Madrid hace diez años.

Torrejón, de Villarrobledo, marchó a Perú en 1667 con el virrey, conde de Lemos; sucedió a Juan de Arallio en la catedral de Lima, en la que vivió hasta su muerte, en 1728. El trabajo de musicólogos como Stevenson, Rodolfo Barbacci y Samuel Claro, nos ha devuelto la figura y la obra de Torrejón de Velasco, cuya Púrpura de la rosa se tiene, con razones fundadas, por la primera ópera de Latinoamérica.

Gracias a la excelente escuela de Rosmarie Meister y el concienzudo estudio de Gerardi, Fresno y Uriol, nos llegaron, frescas de autenticidad, dos importantes partituras de Torrejón: un Villancico y la cantata de cámara Si el alba sonara. Antes nos habla descubierto todos los rincones de belleza que encierran los pentagramas de Peri, Kapsberger, Caccini, Piccinini y Monteverdi.

Vakarelis

Tanto la colegiata de Santillana como la iglesia de Santa Lucía registraron llenos totales y un ambiente, principalmente juvenil, interesado y entusiasta.

Antes de dejar Santander, escuchamos el recital del griego Vakarelis, premio Reina Sofía 1979. Es un músico de fino instinto y considerables medios, aunque no se trate de un espectacular virtuoso. Su Patética beethoveniana, sus Intermezzi, de Brahms, estuvieron tocados por la gracia de una personalidad que, a sus treinta años, se abre un puesto interesante en la amplia pléyade del pianismo contemporáneo.

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