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Reportaje:Viaje por el Africa austral: la politica como espectáculo /3

Soweto, capital del mundo negro surafricano

Esta apariencia es el resultado de un sistema de segregación racial científica y eficazmente organizado. Y, sin embargo, todas las mañanas cerca de 300.000 negros abandonan la ciudad de Soweto, por ejemplo, a unos diez kilómetros de Johannesburgo, para venir a trabajar a la capital comercial y económica de Suráfrica. Por las tardes, Johannesburgo se vacía de negros de la misma manera como se había llenado, y el hombre blanco puede así creer que vive en el mejor de los mundos.Algo parecido ocurre en Ciudad del Cabo, a pesar de que los barrios negros, Guguletu, Nyanga o Langa están muy próximos a la ciudad. Se puede recorrer toda la península del Cabo sin encontrar más negros que el camarero de un restaurante, vendedores ambulantes en la periferia de las zonas residenciales o algún que otro grupo por las calles. Pretoria, la capital política, a sólo cincuenta kilómetros de Johannesburgo, es una bella ciudad europea donde una vez concluida la jornada de trabajo de negros sólo quedan los guardas nocturnos, que se protegen del frío de julio -pleno invierno surafricano- con un pequeño fuego de carbón encendido en los portales de las tiendas.

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Para ver al negro, para encontrarle, a pesar de constituir el 80% de la población, hay que buscarle, hacer un esfuerzo para localizarle. Hoy, un tercio aproximadamente de la población negra vive en las ciudades creadas para ellos en las cercanías de las grandes urbes blancas. Otro tercio vive en las patrias negras (homelands) y el resto en las granjas de las zonas rurales.

Concentración negra

Uno de los fenómenos más importantes ocurridos en Suráfrica en los últimos años es la urbanización creciente de la población negra. Entre 1960 y 1970, el número de negros urbanizados en las ciudades satélites aumentó en diez veces. En 1960, sólo el 1,2% vivía en zonas urbanas. En 1970, este porcentaje se elevaba al 8,5%. Hoy sobrepasa el 30%.

Esta transformación de la estructura de la población, la concentración masiva de trabajadores negros en las cuatro regiones industriales principales: Pretoria, Witwatersrand, Vereeniging-El Cabo-Durban, Port Elisabeth-Uitenhage, y alrededor de las ciudades de Johannesburgo y El Cabo, ha facilitado una considerable capacidad de unión entre los trabajadores negros, a pesar de las restricciones legales que existen para la sindicación.

Las huelgas de más de 10.000 trabajadores municipales de Johannesburgo, en julio, y las anteriores de los obreros de la industria automovilística de Uitenhage, aunque de acuerdo con los moldes europeos podrían ser consideradas limitadas, para la sociedad surafricana han constituido poco menos que una conmoción.

La urbanización de los negros ha llevado también a una importante transformación del liderazgo de éstos. Es indudable que en un futuro habrá de contarse con los líderes de Soweto, que se ha convertido en una suerte de capital política del mundo negro surafricano.

Con cerca de 1.300.000 habitantes, resulta hoy difícil continuar hablando de Soweto como de una ciudad-dormitorio. Aunque su función económica sigue siendo albergar la mano de obra que necesita Johannesburgo, entre los habitantes de Soweto, asentados allí desde hace tres generaciones, ya ha surgido una dirección política multirracial. En efecto, en Soweto viven negros procedentes de casi todos los grupos étnicos del país.

Hasta mediados de la década de los años setenta, la influencia política estaba en manos de los grandes jefes tribales, cada uno de ellos dentro de su grupo étnico, y divididos frente a los blancos. En aquellas condiciones, el poder de los jefes tribales era función de la dimensión humana de su grupo. El más poderoso era, en consecuencia, el del jefe de los zulús, que, con cinco millones de seres, es la tribu más numerosa de Suráfrica.

La segunda tribu en importancia, numéricamente hablando, es la blanca, que podía jugar tranquilamente con las diferencias tribales y los temores de dominación de los unos por los otros, un mal que efectivamente no sólo aqueja a los blancos, sino a los otros varios grupos raciales de Suráfrica.

El que los ocho millones de negros urbanizados no se sientan ya ligados a las patrias negras ni subordinados a las autoridades tribales da a los líderes de Soweto una capacidad de presión que jamás tuvo ningún jefe tribal por separado. Hoy es espectáculo frecuente el que los jefes tribales vengan a Soweto en busca de reconocimiento y apoyo.

Apoyo electoral de Soweto

En caso de elecciones entre los negros, ningún jefe tribal puede subsistir sin el apoyo de Soweto. Incluso el poderoso jefe zulú Gatsha Buthelezi sabe hoy que sin el respaldo de los sowetanos no tiene futuro político. Ese es, por otra parte, el temor de los blancos, que piensan que la extensión de la democracia de las urnas a la población negra haría surgir irremediablemente un liderazgo más radical y más difícil de tratar que los casi siempre complacientes jefes tribales.

No hay, sin embargo, que engañarse sobre la situación real de los negros, principalmente los urbanizados. Los de Soweto han adquirido con el tiempo derechos a la residencia en esas ciudades, en las cuales siempre existe un porcentaje elevado de proletariado flotante que va y viene de las patrias a las ciudades a la búsqueda de trabajo. Los sowetanos pueden ya comprar sus casas. Y aunque éstas no le son exactamente vendidas, sino alquiladas a un precio global inicial por 99 años, ello ha contribuido considerablemente a estabilizarles económica y humanamente, pues, a diferencia de los que vienen ocasionalmente de las patrias, ellos viven con sus familias. El 95% de los negros urbanizados están escolarizados, mientras que este porcentaje es mucho más bajo en las patrias.

La ciudad de Soweto dispone de un complejo hospitalario en Baragwanath, que es probablemente uno de los más modernos de Africa, con equipo avanzado, que incluye «scanner» y otros aparatos de precisión. Los «isangomas», o curanderos, subsisten más que nada por una cuestión cultural. Incluso la medicina oficial recurre a veces a ellos, sobre todo cuando el paciente se niega a cumplir las ordenanzas del médico.

Aunque nada de lo dicho da derechos políticos a los negros, la realidad es que la imagen miserabilista de éstos y la propaganda de los grupos exiliados del exterior, que describen al negro como sometido a permanente tortura y asesinato, no corresponde hoy a la realidad.

El negro surafricano vive relativamente mejor que el negro de los restantes países del Africa austral. Aunque comparar el nivel de vida de unos y otros puede resultar chocante, dadas las riquezas superiores de Suráfrica, en poder adquisitivo, nivel educacional y atención médica, la población negra de Suráfrica está en mejor situación.

Los salarios de blancos y negros

Bien es verdad que ello no cambia la esencia de la discriminación salarial, pero es un hecho que en 1977 los salarios de los negros aumentaron en un 16,5%, mientras que los de los blancos lo hicieron sólo en un 11 %. Esta tendencia a eliminar, modestamente, bien es cierto, las diferencias de salarios entre blancos y negros se ha mantenido para llegar a las reivindicaciones expuestas en las huelgas de la industria automovilística de junio pasado, en las cuales se pedían aumentos de hasta el 80%. Si estos aumentos no fueron aceptados, muchas empresas afectadas estaban dispuestas a conceder incrementos salariales de hasta un 40%. Sin que ello implique la menor concesión al régimen del apartheid, es cierto también que de veinticinco trabajos reservados a los blancos hoy sólo subsisten cinco.

En Soweto y las otras ciudades ha surgido una pequeña burguesía negra activa y militante. En las patrias, por el contrario, está apareciendo una burguesía privilegiada, que el Gobierno intenta interesar en el mantenimiento del statu quo.

Las revueltas de 1976 marcaron un hito en la historia de Soweto. Las organizaciones políticas existentes crearon un Comité: de los Diez, llamado así porque estaba integrado por los jefes de los diez grupos principales, entre los cuales el doctor Nthato Motlana es uno de los más destacados. Apoyado por la juventud escolarizada, el Comité de los Diez pedía desde principios de 1977 la autonomía administrativa. «Ustedes han querido hacer de Soweto una ciudad del apartheid», decía entonces el, doctor Motlana alas autoridades; «déjennos ahora administrarla y mejorarla».

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