PEG: lo que pudo ser .. y no fue
Se cumple en estas fechas un año desde que el Gobierno hizo público el Programa a Medio Plazo para la Economía Española (PEG). Un programa que había sido solicitado insistentemente por las diversas fuerzas políticas, agentes económicos y medios de comunicación social, a la vista del progresivo deterioro que mostraban los principales indicadores, sobre todo del desempleo, y la falta de rumbo que reflejaba nuestra economía.Ciertamente, un año no representa un horizonte temporal que permita una valoración más o menos definitiva de un programa que se define a medio plazo. Sin embargo, la proliferación, en este período, de disposiciones oficiales relacionadas con el PEG y la propia evolución de la actividad económica son dos elementos de juicio importantes para evaluar tanto los aspectos positivos, que los hay, como los fallos principales en su origen y aplicación.
Adelantando conclusiones, podemos afirmar que el PEG nació tocado del ala y, en estos momentos, a un año vista de su publicación, languidece irremisiblemente, bien por expresa voluntad política o bien por falta de la misma para llevarlo adelante con rigor y coherencia.
Un programa económico, para que sea viable y eficaz, debe reunir, al menos, tres requisitos o características básicas: diagnóstico certero de la situación económica y de las causas subyacentes, tanto coyunturales como las de tipo estructural; diseño de un conjunto coherente de objetivos y medidas para alcanzarlos a corto, medio y largo plazo, dirigidos a la raíz de los problemas y no sólo a paliar sus efectos; y, finalmente, aplicación sistemática del contenido del programa en línea con la filosofía que encierran tanto el diagnóstico establecido como las medidas diseñadas.
Es evidente que esta aplicación debe ser el reflejo de una voluntad política firme y coherente, con capacidad para encajar la previsible impopularidad a corto plazo, debido a los sacrificios derivados de las medidas y a la lógica carencia de resultados espectaculares inmediatos.
Los aspectos positivos del PEG
En base a los criterios anteriores, podemos sintetizar los aciertos del PEG en tres puntos.
En primer lugar, realiza un análisis, acertado a nuestro juicio, de la profunda crisis económica española derivada de tres causas fundamentales: el problema energético y la crisis económica internacional, las tradicionales rigideces y los minuciosos controles de nuestro aparato productivo, y, finalmente, la incertidumbre que genera el necesario proceso de transformación política e institucional. Este análisis es básicamente correcto y resulta, hasta cierto punto, comprensible políticamente que se ponga especial énfasis en del exterior y que no se haga apenas referencia a los fallos en la política económica llevada a cabo durante los últimos años.
En segundo lugar, para los que pensamos que la economía de mercado y de libre empresa es el mejor sistema de asignar rectirsos con eficacia y generar empleo, merece una valoración positiva el establecimiento en el PEG de un conjunto de objetivos y medidas tendentes a la liberalización progresiva de nuestra economía, dotándola de mayor competitividad y transparencia, y a la consecución de más altas cotas de racionalidad, control, y eficacia en el comportamiento de las administraciones y empresas públicas. Las críticas que se hicieron en su día, entre otras, las relativas a la descompensación en los niveles de concreción de las medidas propugnadas y, sobre todo, la no inclusión en el PEG de los diversos sectores en crisis (salvo el siderúrgico y el naval), entre los que destaca el de la construcción, sólo logran atenuar parcialmente la evaluación positiva que merece, en líneas generales, el contenido y la filosofía del PEG. En tercer lugar, dentro de la abundante legislación publicada en cumplimiento del PEG durante el año transcurrido, hay un conjunto de disposiciones cuyo contenido se adapta, en términos generales, al espíritu y la letra del PEG. Así, en materia del empleo, merecen una valoración positiva los incentivos a la colocación de la mujer con caí-gas familiares, de los emigrantes retornados y de los minusválidos, así como el mantenimiento de los programas de empleo juvenil y de perceptores de subsidios de desempleo. El Estatuto de los Trabajadores supone un avance significativo en el ámbito ,de las relaciones laborales en coherencia con el modelo existente en el rriundo occidental. Son dignos de resaltar, igualmente, los avances logrados a nivel legislativo en la aplicación del plan energético, la entrada en vigor del II Plan de Modernización Hotelera, apoyo financiero de viviendas protegidas, aumento en la oferta de suelo urbano y agilización urbanística, promoción de explotaciones agrícolas viables, control y eficacia del gasto público, apoyo a sectores y empresas en crisis, entre otros. El que se hayan publicado disposiciones sobre éstos y otros campos en línea con la filosofía del PEG no garantiza, claro está, su aplicación con puntualidad y eficacia, ni tampoco significa que representen un análisis y solución global de los problemas porque, como luego veremos, sobre esos mismos ámbitos se han publicado otras disposiciones que van absolutamente contra el espíritu y la letra del PEG.
Un pasivo inexplicable
Se ha dicho -y con razón- que la política económica tiene tanto de política como de economía. En realidad, muchos de los procesos económicos y de las fuerzas que mueve el aparato productivo tienen su origen en un plano que desborda el estrictamente económico. Un programa económico, para que sea eficaz, tiene que lograr despertar expectativas, establecer puntos de referencia estables, generar confianza, mover voluntades. Un programa que surge a remolque de las múltiples críticas a la política económica, procedentes de todos los flancos, y cuya presentación se realiza de una forma y en unas fechas que merecen, en el mejor de los casos, el calificativo de desafortunadas, nace con un serio defecto de origen Y hace levantar serias dudas sobre la verdadera voluntad política de sacarlo adelante con firmeza y de forma sistemática. Esas dudas se han visto confirmadas a lo largo del año transcurrido. Ha faltado transparencia informativa, se han producido demoras inexplicables, algunas disposiciones contradicen claramente la filosofia del PEG y, en definitiva, no ha existido información periódica sobre el mantenimiento del programa emprendido, sobre los posibles fallos y sobre las correcciones exigidas por imponderables externos o internos.
En el ámbito de la política de precios no se ha avanzado prácticamente nada. Lejos de seguir la línea de liberalización y transparencia propugnada en el PEG, se han mantenido los controles, y a veces con gran minuciosidad, en las distintas fases de comercialización centrando sobre los precios mantenidos artificialmente un problema que echa sus raíces en las propias estructuras comerciales. En otros casos, las revisiones de precios se llevan a cabo con enormes retrasos y en cuantía poco realista, con el fin de contener la inflación, método poco ortodoxo, inútil para el fin que persigue, porque no consigue otra cosa que el embolsamiento temporal, y perjudicial, para la actividad económica y el empleo, porque lleva al debilitamiento y descapitalización de las empresas y elimina posibilidades de inversión con fondos propios.
En cuanto al problema del desempleo, que continúa agravándose según refleja la última encuesta del INE relativa al primer trimestre del presente año, podría verse paliado si se llevan a cabo con rapidez las disposiciones que permitan, en línea con el Estatuto de los Trabajadores, la puesta en práctica de nuevas modalidades de contratación: temporal, a tiempo parcial, de formación y en prácticas. La experiencia totalmente positiva de otros países europeos debería servir de estímulo, si tenemos en cuenta la mayor gravedad del paro en nuestro país.
En definitiva, si lo que se pretendía en el PEG era sentar las bases para lograr una economía más conipetitiva, más equilibrada y con mayor capacidad de creación de puestos de trabajo, el balance de este primer año no es ciertamente positivo. El PEG fue correcto en su planteamiento general y en su filosofía, pero han exisitido demasiadas demoras e incoherencias en su aplicación.
Las consecuencias son claras: una persistencia de los males que aquejan a nuestra economía, y mayores retardos en la posible y deseable salida de las crisis.
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