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EL ESCORIAL

Gran escándalo porque sólo sé, lidiaron cinco toros

Aquello no terminó en sustos y carreras con la fuerza pública, porque, en el fondo, las gentes son más buenas que las rosquillas y tienen más paciencia que el que metió la zapatilla en la jaula y se sentó a esperarla cantar. Pese a que Ortega Cano pudo conseguir que ocurriera, con aquellos sus gestos al público para que se lanzara al ruedo a armar follón.Todo empezó cuando, devuelto por inútil el primero y lidiado en su turno el cuarto, salió en este lugar un sobrero del conde de Ruiseñada, esmirriado mogón del derecho y buey de carreta. Y se armó. Unos, decían que si era cojo; otros, lo tenlan por tuerto, y los de más allá por ciego. El toro huía de los capo,tes., más por mansedumbre que por ceguera, y el ruedo se pobló de botes de cerveza lanzados por el airado personal.No había más toros en los corrales y había que lidiarlo. Pero no pudo ser. La lluvia de botes lo ¡mpedía y hubo que llevárselo. ' Durante la labor de los cabestros pasearon por el callejón un insólito cartel: «Ortega Cano matará el primero en quinto lugar, si lo desean ustedes». No había nada que desear, pues ese primero había sído ya rechazado unánírnemente.

Plaza de El Escorial

Cinco toros de Rornán Sorando (el público n.o permitió que se lidiara el cuarto), desiguales, blandos y sin fuerza. Ortega Cano, vuelta en el único que lidió. Juan Antonio Esplá: Ovación y silencio. Tomás Cairnpuzano, dos orejas en cada toro. Gran escándalo en el cuarto, que era sobrero de Ruiseñada, pues devuelto al corral, no había nuevo sobrero para sustituirlo.

Acabada la corrida, parte del público exigió un toro para Ortega Cano. Sólo estaban en los corrales el pobre paralítico y el presúnto cieguecito, por lo que no se entiende aquel afán, alentado por los 1-xigentes gestos del torero, para que volvieran a salir.

De todo este despropósito.salió triunfador Tomás Campuzano. Mantuvo a sus toros en pie, ora con la derecha, ora con la izquierda. Pero, a la salida, nadie se acordaba de él.

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