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15º FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIAN

La noche de las trompetas

Cuando las cosas se hacen con profesionalidad, las casualidades e improvisaciones suelen resultar favorables. Para el concierto del viernes, la organización del festival había programado, con mucha lógica y buen gusto, a la cantante Carmen McRae y al trompetista Fredie Hubbard. Bonita noche se presumía, pero Carmen se declaró en fuera de juego y hubo que sustituiría a toda prisa.El elegido fue Dizzy Gillespie, de manera que la sesión se presentaba como una fiesta de la trompeta de jazz. ¡Y vaya que lo fue! Comenzó el concierto Dizzy Gillespie. En Madrid hace unos meses, este hombre regordete y simpático realizó un show alucinante y precioso. Por aquel entonces muchos afirmaban que no había tocado todo lo que puede, y, la verdad, tenían toda la razón. Aquí, en San Sebastián, bajo la presión de tener que dar la talla al lado de Hubbard, Gillespie realizó una demostración de su fuerza, de su genialidad.

Con un grupo que anduvo mucho más fino que en Madrid (un solo de batería tremendo), Dizzy utilizaba su trompeta como si la técnica no fuera necesaria, o, para decirlo de otra forma, hubiera dejado de preocuparse de ella para dedicarse a decir cosas. Cuando estamos tan acostumbrados a demostraciones neuróticas de virtuosos de melonar que se creen el ombligo del mundo, escuchar este tipo resultaba una sencilla gozada. Y, además, cantó. Cantó un blues estremecedor y dejó a los casi 9.000 asistentes (récord, pese al lloviznante boicoteo meteorológico) con la boca abierta y las manos ardiendo.

Y si lo de Dizzy era un jazz impresionante y más o menos antiguo, lo de Hubbard resultaba igual de impresionante sólo que en más moderno. Aparte de la música la diferencia entre ambos trompetas reside en que Hubbard se expresa a través de una rapidez endiablada, un sonido enormemente compacto y una claridad como de agua mineral frente a los delirios imprevisibles de su maestro. Pero eso no es todo, ya que, como en el caso de Gillespie, Fredie Hubbard vino a demostrar que lo mismo se hace una balada (Verano del 42, de Michel Legrand) que un tema superfunky casi discotequero. Y que ambos emocionan.

Si además se tiene en cuenta el saxo de Dave Sclinitter, sus dúos con Fredie y los arreglos sutiles e inteligentísimos por los que deambularon ambos grupos, puede decirse que la noche del viernes fue, además de una lección impagable de trompeta y jazz, un acontecimiento para recordar.

Por la mañana tuvo lugar, además, el concurso para grupos aficionados del País Vasco (casi todos muy rockeros), que fue ganado por el dúo de guitarras acústicas Eiderjazz.

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