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VALENCIA: SEPTIMA CORRIDA DE FERIA

La gran fiesta de los Miura

Con el toro llegaron la diversión, las emociones, el triunfo. Lo hemos dicho tantas veces que casi da vergüenza repetirlo. Días atrás, en la feria, era la farsa. Con los Miura ha sido la gran fiesta. Miuras de lujo, estampa y casta, para medir el valor de los toreros, los cuales no tuvieron inconveniente alguno en aceptar el reto, y lo derrocharon.De todos me quedo con Dámaso González, que fue capaz de volver loco al Miura cárdeno, bronco y avisado que le correspondió en primer lugar. Los banderilleros habían armado un mitin con ese Miura y parecía que se iba a comer a los toreros, a todos, uno a uno, por los pies. En cambio, lo que ocurrió es que, si se descuida, Dámaso se lo come a él. Resobando al toro, desafiándolo, metiéndole la muleta adelante y abajo, lo hizo embestir, humillar, lo llevó a donde quería, cuantas veces le vino en gana. Una faena de importantes cualidades técnicas fue esa de Dámaso; una faena de emoción creciente, que arrebató al público y originó el alboroto de los grandes éxitos.En el otro Miura también se arrimó Dámaso, intentó embrujarle, lo hizo pasar por delante y por detrás, como sabe, pero mediado el trasteo optó por adornarse por la cara. Ya estaba bien de tanto jugarse la vida. Comprendemos que un torero se alivie; que se tome el respiro de los molinetes y los abaniqueos cuando ha pasado la tarde poniendo el físico a milímetros de los pitones. De cualquier forma, volvió a ganar otra oreja -en el anterior toro había cortado dos, a ley- y, una vez más, se le entregó sin reservas la afición valenciana.

Plaza de toros de Valencia

Cinco toros de Eduardo Miura, todos con trapío y casta, manejables, con los problemas típicos de la divisa: bravo el primero, pastueño el tercero. Devuelto al corral por cojo y desmochado el que había de lidiarse en tercer lugar, se corrió turno y salió en sexto lugar el sobrero, de Benítez Cubero, de gran trapío, manejable. Ruiz Miguel: estocada, rueda de peones y dos descabellos (oreja protestada). Estocada (oreja). Dámaso González: media estocada (dos orejas). Pinchazo perdiendo la muleta, estocada caída y rueda de peones (oreja). José Antonio Campuzano: media y descabello (vuelta). Media estocada baja (oreja).

Ruiz Miguel, crecido

Ruiz Miguel estuvo mejor con el toro peor, según es costumbre en este diestro. Ruiz Miguel, que se crece con el toro difícil, opuso valor a las bronquedades del cuarto y lo sometió a base de meterse entre las astas. Por el contrario, en el primero, que tuvo bravura con el caballo y nobleza en el último tercio, anduvo embarullado, la muleta se le enganchaba en cada pase, el arte de torear, las esencias del arte de torear que pide el toro bueno, se echaban de menos.

El buen corte, la estampa típica del torero de clase, la llevaba en su figura José Antonio Campuzano como un sello de garantía, en contraste con los otros dos leones. Daba la imagen del torero fino, entre los dos bárbaros de la entrega y el dominio. Por ahí, por la finura, por el gusto, pudo ganarles la partida, pero, aunque se adivinaban en la forma, en el fondo no exhibió demasiado estas altas cualidades. Su primer Miura, bastante flojo, fue de gran boyantía, hasta el punto de que no parecía producto de la legendaria divisa. La embestida era suave y entregada, pero Campuzano sólo llegó a hacerle una faena compuestita. Lo mismo consiguió con el sobrero, de Benítez Cubero,"cuajado ejemplar lidiado en sexto lugar, el cual presentaba más problemas, pero tenía una manejabilidad aprovechable, con la que Campuzano sólo se acopló a veces. También obtuvo una oreja, regalo de un público verdaderamente ebrio de entusiasmo por el transcurso brillantísimo de la corrida, que, sin duda alguna, ha sido la mejor de la feria.

El toro y el torero, de una pieza, obraron el prodigio. Trapío, casta, emoción, variedad en las reses, y en los diestros entrega y técnica, orquestaron un gran espectáculo. A hombros por las calles de Valencia se llevó la alborotada multitud a Dámaso y Ruiz Miguel. Como en los viejos tiempos.

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