Samaranch
LA ELECCION de Juan Antonio Samaranch como presidente del Comité Olímpico Internacional no ha constituido una sorpresa. Sin embargo la circunstancia de que su candidatura saliera triunfadora en la primera vuelta y por mayoría absoluta otorga una especial relevancia a la designación.No se puede decir que Samaranch deba su éxito a otros factores que no sean su perseverancia de propósitos, su buen trabajo en las organizaciones deportivas internacionales y su habilidad negociadora. Todo el mundo sabe que el bajísimo nivel de nuestro deporte sólo es superado esporádicamente por individualidades que, como el fallecido Blume, Federico Bahamontes, Manuel Santana, Angel Nieto, Mariano Haro o Severiano Ballesteros, logran por sus propios y exclusivos méritos conquistar un lugar bajo el sol en las competiciones internacionales. En este sentido, sería un imperdonable espejismo que el deporte español considerara la designación del señor Samaranch como un reflejo de sus inexistentes merecimientos, en vez de tomarlo como una buena ocasión para que el Estado, las sociedades deportivas y los centros escolares reflexionaran sobre el contraste entre la posición española en el Comité Olímpico y el indigente panorama de incentivos y fomento de la cultura física en nuestro país.
Aunque Samaranch ocupaba el cargo de embajador en Moscú, tampoco se puede decir que la postura oficial del Gobierno español en favor del boicoteo a los Juegos de 1980, afortunadamente no secundada por el Comité Olímpico Español, haya favorecido en lo más mínimo su candidatura. Muchos países se negaron a meter en el mismo saco los intereses coyunturales de la campaña electoral norteamericana y la causa del olimpismo, y recordaron, mientras condenaban la ocupación soviética de Afganistán y el destierro de Sajarov, que los Juegos Olímpicos de 1936, en Alemania, y el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, en Argentina, tuvieron como anfitriones a Gobiernos dictatoriales edificados sobre las ruinas de las instituciones representativas, y que los Juegos Olímpicos de 1968, en México, se abrieron con la brutal matanza de Tiatelolco.
La elección de Samaranch es, en cualquier caso, una buena noticia que merece la pena ser destacada y un motivo de satisfacción para este país.
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