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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El mago judío

El cine era hace poco en Israel pasatiempo importante, al menos en lo que a salas se refiere: nada menos que 250 para dos millones y medio de habitantes. Tal apuntaban sus cifras hace años, y no hay razón para que desde entonces hayan cambiado demasiado. Su limillada producción, siempre a la sombra de sus mitos, folklore o problemas raciales, alumbra de cuando en cuando buenos artesanos, como en el caso de Menahem Golan, demasiado influido por el cine americano.El mago de Lublin viene a ser buena muestra de cómo un buen equipo debidamente conjuntado debe sacar adelante una historia avalada por un reciénte premio Nobel.

Actores y técnicos fueron en su día distinguidos con el Oscar, no por su intervención en este filme, sino en otros que se remontan en la memoria a temporadas anteriores; pero, de un modo u otro, sobresale por encima de todos Jurgen Kiebach, que, como en Cabaret, logra una ambientación modélica. También merece mención especial la música de Maurice Jarre, distinguido en el palmarés de Hollywood, y de Chopin, no premiado con ningún galardón, pero cuyos compases brillan como las noches de Varsovia.

El mago de Lublin

Según la novela de Isaac Bashevis Singer. Dirección: Menahem Golan. Guión: Irving S. lvhitey Menahem Golan. Fotografía: David Gurfinkel. Interpretes: A lan Arkin, Luise Fletcher, Valerie Perrine, Shelley Winters, Maia Danzinger. Israel. Dramática. Local de estreno: Coliseum.

Golan ha contado la historia de Singer, que, como de costumbre, sucede entre judíos polacos, tomando de ella una serie de anécdotas entre jocosas y dramáticas, matizadas por una leve sonrisa picaresca. El cuento parece a punto de tomar vuelo en el conflicto del artista judío rechazado por un ambiente hostil a su raza, pero a la postre deriva hacia aventuras de alcoba menos comprometidas y más cercanas al folletón romántico. Lo irreal, más difícil de reflejar en la pantalla que un erotismo un tanto elemental, queda tan sólo expresado vagamente, salvo en el final, velado por un aliento moralizador que nunca falta según crecen las aventuras del mago.

Realizada con medios generosos, se ve con interés aunque, según se sabe, aquellos que desafían al Señor para entregarse a los placeres de la carne, ya se trate de judíos, moros o cristianos, acaban mal en este mundo, ya se trate de santones o tenorios, aunque, a la postre, en el otro se salven.

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