_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estatuto de Centros y ley de Financiación de la Enseñanza

Los defensores y los reclamantes de la ayuda estatal al sector privado de la enseñanza suelen presentar el ejemplo europeo para exigir las subvenciones. Y dentro de Europa, Bélgica y Holanda. ¿Qué pasa en Europa? ¿Qué pasa en Bélgica y Holanda?Empezando por estos últimos países, ocurre que la enseñanza obligatoria atiende el 54% y el 72% en cada uno del colectivo total de alumnos, y, en ambos casos, está subvencionada por el Estado. Comparan a España con estas cifras europeas y «todavía» no llegamos a dar la cota.

Lo que ocurre es que, si se adopta un sistema de medidas, habrá que presentarlo en su totalidad. Es decir, habrá que seguir dando los restantes porcentajes de enseñanza privada y subvencionada -en su caso-, relativos a los demás países europeos.

Debe aclararse que las cifras de enseñanza privada (no siempre subvencionada) se mantienen estables desde hace una década. Ver cuadro A.

O sea, Holanda y Bélgica, junto con España, no son lo normal o corriente en Europa.

Sin preguntarnos: ¿por qué siendo la enseñanza privada subvencionada en algunos países europeos no hay más demanda de « libertad de centros»? Puede que la respuesta sea la que dio el ministro de Educación de Baviera a una comisión de expertos del Ministerio de Educación español en 1979, ante esta misma cuestión. Y fue otra pregunta que devolvió a los expertos: «¿Para qué, si la enseñanza pública estatal es lo suficientemente buena?».

Las cifras no agotan el tema. Porque si por algunos se quiere presentar a Europa como paradigma, para reforzar unas exigencias, habrá que ofrecer el panorama completo de la educación en tales países, sin ocultar otros datos, otras realidades.

Y lo cierto es que, en tanto en España un ministro del Gobierno da cuenta públicamente en el Congreso de que «hemos escolarizado al ciento por ciento de los niños del nivel obligatorio», sin sonrojarse él y sin provocar carcajadas en el auditorio, la Europa Comunitaria tiene escolarizados, además de los que por ley deben estarlo, a un 75%-90% de los niños de tres a cinco años, el ciento por ciento de los niños deficientes y han superado hace años la filosofía de la «igualdad de oportunidades» igual a dar la misma cantidad de educación a todos, para descubrir que hay zonas prioritarias de enseñanza (Educational Priority Areas, en Inglaterra, v. g.) dentro de los programas de educación compensatoria «que trata de mejorar los resultados escolares de grupos desfavorecidos, aumentando de este modo sus oportunidades de éxito.... estimando que la enseñanza debe, no solamente asegurar la igualdad de acceso al sistema escolar, sino tratar de compensar los efectos negativos que la pobreza del medio familiar y del ambiente social pueden ejercer sobre los resultados escolares, de manera que se garantice la igualdad de oportunidades al final de la escolaridad » (2).

Es decir, la educación discriminada en favor del más necesitado.

Los partidarios del«modelo europeo de educación» tendrían que seguir hablando de una enseñanza pública europea del nivel obligatorio, dotada de todos los servicios precisos para que efectivamente el centro docente sea el factor compensador de carencias sociales, culturales, familiares o económicas. Y son las escuelas de cualquier país de Europa (incluidas Bélgica y Holanda, por supuesto), con profesores suficientes, en edificios con calefacción cuando se precisa, con especialistas de música, de educación física, de enseñanzas artísticas, con los servicios de psicología y orientación, con administradores, secretarios de centros, animadores del curriculum, profesores rehabilitadores de escolares retrasados, con centros de vacaciones para todos. Con profesores que se jubilan a los sesenta años (Francia) o a los 62 (Alemania), pero no ancianos ejerciendo la docencia hasta los setenta años (España, récord de Europa).

Desde hace años, la obsesión de los administradores de la educación en nuestro país es la de «cuadrar las plantillas», haciendo coincidir el número de profesores de un centro con el de aulas, sin hacer excepción del director, con lo que no cabe mencionar los «lujos» europeos antes enunciados. Y se hacen economías amortizando las plazas de profesores de educación física o se reparten los escolares del profesor enfermo o se les envía a sus casas, o dan la oportunidad para que los padres paguen por su cuenta al profesor sustituto.

No es Europa un cuarto oscuro cuya llave y luces poseen determinados políticos o administradores del bien público, para abrir discrecionalmente y mostrarnos «algo» de lo que allí pasa. Europa está abierta a todos y no es honesto mostrar una parte del todo.

Porque si no, además de encender todas las luces, abrir puertas y ventanas, tendremos que hablar para comparar- de la niña de diez años de un pueblo de Tenerife, que da clase a sus compañeras porque no viene la sustituta de su señorita enferma, o los muchachos que siguen dando clase en un local declarado en ruina en un barrio de Madrid.

Y al tiempo que se recuerda por parte de algunos los pactos internacionales suscritos por el Gobierno español que invocan la libertad de enseñanza, esos mismos dejan de mencionar los pactos nacionales que exigen la escolaridad para todos, la defensa del derecho a la educación del niño, o la propia Constitución española, cuyo artículo 49 «se compromete en una atención a los disminuidos físicos y psíquicos», que queda a medias y regateada.

No se explica, desde el contexto europeo invocado, cómo puede haber una opinión cerrada a que figure en el Estatuto de Centros la mención a la existencia de unos servicios de orientación, ante el hecho de que un alumno de nivel obligatorio pueda ser expulsado de su centro. O a seguir obsesionados haciendo cuadrar el número de profesores con el de aulas, cuando precisamente uno de los indicadores de calidad de un sistema escolar es la presencia de la «línea de apoyo» al profesor-tutor en la forma de los citados profesores «extras» en las escuelas de Europa (incluida Bélgica y Holanda, por supuesto). Por poner un ejemplo se ofrece el cuadro B, relativo a enero 1978, presentado por el Estado de Baviera (3).

Junto a esa presencia de profesores "de más" las medidas reales de alumno por clase oscilan de los catorce de las Sonderschule (educación especial) a los 31 o los dieciocho de las escuelas primarias (1ª y 2ª etapa" respectivamente).

Y, dato curioso: al tratar de la enseñanza privada en nuestro país, si se menciona el modelo europeo antes descrito, pero aplicable solamente al citado sector, no al público. En efecto, al diseñar un colegio tipo de deiciséis unidades (4) se señala que debe constar de: dieciocho profesores, un director, un jefe de estudios, un sacerdote, un gerente, dos administrativos, una gobernanta, cinco mujeres de limpieza y ¡un mantenedor! (la admiración es mía). Y lo más curioso, y confortante para el contribuyente, es que tal nómina puede mantenerse en un centro privado con la subvención de la misma cantidad por alumno que en el centro público y que sólo da, aquí, para apenas mantener al profesor de aula todo el año.

Cuando en nuestro país se va a ofrecer a algunos la libertad, de elección de centros y a subvencionar esa opción libre, otros seguirán careciendo de la mera escolaridad porque, dando lo mismo a todos, se consagran desigualdades y se perpetúan situaciones injustas.

Mejor no mencionemos a Europa como modelo, pues.

1. Tena Artigas, en Financiación de la enseñanza. Barcelona, 1979. 2. Capítulo «Enseñanza compensatoria », en Gastos públicos de la enseñanza del Ministerio de Cultura de Bayern, 1979. 3. Schulen, en Bayern. Monografía del Ministerio de Cultura de Bayern, 1979. 4. Centros familiares de enseñanza, en Financiamiento... Manuel Rico Vercher es inspector técnico de Educación en Alicante

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_