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David Hayman: "Para disfrutar a Joyce hay que tener sentido del humor"

Entrevista con el autor de la "Guía del Ulises"

«El Ulises es uno de esos libros que hacen a sus lectores", ha dicho a EL PAIS David Hayman, autor de una Guía del Ulises que permite seguir ese libro con fama de difícil como quien camina una ciudad o un mundo. David Hayman pasó por Madrid para concretar proyectos editoriales que se relacionan con la vasta secta joyciana y con los Archivos de James Joyce, de los que es uno de los codirectores. Profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, se especializa en los autores de lo que él llama «la estela de Joyce». En esta guía, según él mismo dice, ha tratado de poner en funcionamiento, expresamente, esa serie de elementos y referencias que hacen falta para comprender y, sobre todo, gozar el libro de Joyce.

Sobre la razón por la que hizo esta Guía de Ulises, traducida al castellano recientemente por la Editorial Fundamentos, dijo David Heyman: «De entrada, hay que indicar que Joyce es todo un mundo inabordable, a primera vista, para el lector común. Muchos lectores empiezan, Ulises y leen algunas páginas, las encuentran difíciles, incluso cuando no lo son tanto si hicieran un pequeño esfuerzo, y dejan el libro o el libro se les cae de las manos. Yo he hablado muchas veces con personas inteligentes, que consideran que el Ulises es ilegible. Pero yo diría que bastaría con poner un poco de fuerza de voluntad unida a cierto sentido del humor para sacarle el jugo y el juego a ese gran libro. Para esto hay que ponerse a la tarea teniendo en cuenta que el Ulises, como otras grandes obras, no entrega sus encantos a la primera lectura. Precisamente con mi libro he intentado ayudar a abrir el Ulises sin complicar aún más lo ya complicado (cosa que sucede frecuentemente con los libros de muchos especialistas), y al mismo tiempo quería añadir dimensiones originales que representan nuevas perspectivas en el estudio de esta novela de Joyce y pueden ser leídas y comprendidas por el lector medio. Digámoslo así: mi libro intenta ser el cascanueces que facilita la tarea de abrir el libro para poder saborear sin excesivas dificultades el contenido».Efectivamente, la acusación más habitual a Joyce y a los joycianos está en la dificultad de su lectura. Y también, en la supuesta desvinculación de esta literatura, acusada de elitista y descomprometida, respecto a la realidad. Todos estos mitos rompe David Hayman, que introduce en su libro claves para facilitar su comprensión. «Antes que nada», dice David Hayman, «tengo que decir que he intentado ponerme en el lugar del lector común, ese lector que yo era cuándo me acerqué al Ulises por primera vez, para encontrar fórmulas de lectura válidas a las preguntas que plantea la obra de Joyce. No hay que olvidar que Joyce, antes de ser un intelectual muy especial, era un hombre de la calle, preocupado y fascinado ante todo por la condición humana. El problema primordial que se planteaba Joyce era encontrar una forma susceptible de organizar lo particular, es decir, la vida de Dublín en cierto día de 1904, en lo universal. De tal modo, que un lector de otra cultura y de otra nacionalidad pudiera aprehender lo esencial y acabar encontrándose a sí mismo en ese laberinto que es Ulises. Conviene señalar, además, que el Ulises es uno de esos libros que hacen a sus lectores. Finalmente, el lector de Ulises, después de haber recorrido sus páginas, (y mi libro es, ante todo, eso, una guía, incluso en un sentido casi turístico), se encuentra alterado incluso hasta el punto de que existe en el libro en tanto que personaje. Para comprender todo esto es útil tener en mente una serie de elementos dispersos que libros como el mío intentan reunir y hacer, en suma, más accesibles».

Por fin, sobre las dificultades y enredos a los que él -y los lectores del Ulises- se tienen que enfrentar, dice David Hayman: «Cuando escribí el libro fue, finalmente, para darme el placer de seguirle la pista a los aspectos ocultos detrás de los pasajes del Ulises que me intrigaban e impresionaban de forma especial. Puede imaginarse mi satisfacción cuando comprobé, por ejemplo, que Joyce tenía, en efecto, un sistema de narración muy sutil, que consistía, a lo largo de la primera mitad de la novela, en controlar la visión con la ayuda de un narrador bien definido, que daba la impresion de ser objetivo. Es decir, que había una voz determinada en cada capítulo. Y en los capítulos dominados por esta voz aparecían una serie de voces parásitas que iban cambiando en cada capítulo, para convertirse finalmente en una especie de superpersona que yo he llamado el arreglador. Es decir, para representar la jornada soleada del Ulises, la densidad de la vida consciente de los hombres, Joyce había creado una voz deáspecto neutro. Después, para representar la noche oscura del alma, y finalmente, de la humanidad, Joyce encontró un truco: no una voz, sino una multitud de voces, en las cuales se pierde uno para acabar encontrándose. Todo esto, claro es, mezclado con los cruces de las alusiones culturales y de los cambios de estilo en cada capítulo».

«Lo que yo pretendí fue dar una visión global de la novela y de la experiencia de la novela».

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