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Reportaje:JAPÓN, EN BUSCA DE PROTAGONISMO EN ASIA / 1

Tokio releva a Washigton en el escenario asiático

La firma del tratado defensivo entre Estados Unidos y Japón, en, junio de 1960, provocó gravísimos incidentes en Tokio. Airados manifestantes invadieron el edificio de la Dieta Nacional (Parlamento) y cinco millones de personas salieron a las calles para expresar su protesta contra un acuerdo que, en su opinión, no haría sino precipitar a Japón en una nueva guerra contra la Unión Soviética. El ambiente estaba tan caldeado que el entonces presidente norteamericano Dwight Eisenhower, optó por suspender su visita a Japón.

Veinte años después, el aniversario de la firma del tratado ha pasado inadvertido. Ni siquiera los partidos de izquierdas, antaño feroces enemigos del acuerdo, exteriorizaron su oposición. Quizá porque estaban muy ocupados con la preparación de las elecciones legislativas del pasado día 22. Unas elecciones que han dado la victoria absoluta al Partido Liberal Democrático, prooccidental y pronorteamericano, artífice no sólo del tratado entre Washington y Tokio, sino también del firmado hace dos años con la República Popular China y decididamente anticomunista, aunque, aseguran los portavoces oficiales, no antisoviético.Los resultados electorales, que sorprendieron a los propios liberal-demócratas, servirán para que el nuevo equipo gubernamental japonés persevere y avance en las dos grandes líneas de política exterior marcadas, por los últimos gabinetes, y especialmente por el de Massayoshi Ohira: respaldo absoluto a Estados Unidos en la escena internacional y estrechamiento de las relaciones con Pekín.

Los detalles pueden variar según quién sea elegido presidente del Partido Liberal Democrático y, por tanto jefe del Gobierno, a mediados de julio. Pero las diferencias entre las facciones del partido gubernamental no son tan profundas como para impedir que continúen aumentando el comercio y los vínculos económicos con China o que Japón vaya teniendo progresivamente un papel más activo en la defensa de Asia; es decir, que camine poco a poco hacía el rearme.

Frente antihegemonista .

El pasado mes de mayo, el primer ministro chino, Hua Guofeng, realizó una histórica visita a Japón. Era la primera vez, en más de 2.000 años de relaciones y enfrentamientos entre los dos países, que un jefe de Gobierno chino viajaba a Japón. Hua propuso un «frente antihegemonista» asiático contra la URSS, pero sus interlocutores nipones parecían más interesados en los acuerdos comerciales y especialmente en el carbón y el petróleo chinos.

Con una dependencia casi total del exterior para el aprovisionamiento energético y una imperiosa necesidad de exportar bienes manufacturados para mantener funcionando su economía, Japón ve grandes posibilidades para el próximo futuro en las materias primas y el inmenso mercado potencial de China. El resultado ha sido un primer crédito, aprobado por el Gabinete Ohira, de 50.000 millones de yens (unos 230 millones de dólares) para el año 1979.

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«Cuando Japón decidió ayudar económicamente a China, se dejaron bien claras tres condiciones», explica en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Tokio Saburo Tanaka, director de la oficina de información. «En primer lugar, que no existiría cooperación militar con China, sino sólo económica. Además se aseguró que Japón no tiene interés en monopolizar el mercado chino y que la ayuda económica de terceros países es bien venida. Y, por último, se dieron garantías a otras naciones asiáticas, y especialmente a los países miembros de la ASEAN, de que la ayuda a Pekín no supondrá un descenso de la asistencia económica que Japón les presta a ellos».

«Japón está, hasta cierto punto, de acuerdo con las tesis de Pekín sobre el expansionismo soviético» dice Tanaka, «pero hemos dejado lo suficientemente claras nuestras diferencias con China y, aunque no nos llevemos demasiado bien con la Unión Soviética, los chinos están enfrentados con ella, y nosotros. no. Tenemos relaciones y comercio con Moscú, inversiones de capital en Siberia e intereses pesquero comunes. La URSS es un vecino importante y queremos mantener buenas relaciones con él».

La reacción de Moscú ante la firma del tratado de amistad entre China y Japón «no fue tan mala como esperábamos». Abundaron claro está, los ataques en la prensa oficial soviética, algo que se repite periódicamente cada vez que hay un intercambio de visitas de alto nivel entre Pekín y Tokio. Incluso ahora, pocos días antes de las elecciones japonesas, Izvestia criticaba con dureza al Gobierno de Tokio al que acusaba de hacer concesiones a China que amenazan la estabilidad de Asia. El diario soviético subraya que los funcionarios japoneses no hicieron sino asentir a los ataques hechos por Hua Guofeng contra Moscú durante su visita a Japón, en mayo pasado.

El rearme nipón, concluía el portavoz del Kremlin, está siendo instigado por Washington y Pekín.

Reivindicaciones territoriales

Aunque Japón insiste en que sus acuerdos con China y Norteamérica «no van dirigidos contra la Unión Soviética», su política oficial es que no firmará un tratado de paz con Moscú hasta que no hayan sido satisfechas sus reclamaciones territoriales sobre las islas Kuriles, un minúsculo archipiélago en el Pacífico norte, ocupado por los soviéticos en la segunda guerra mundial.

El Ejército soviético tiene una división, unos 10.000 hombres, en las Kuriles y periódicamente realiza en ellas maniobras militares, dicen los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés. «En 1973, durante la visita del primer ministro, Tanaka, a Moscú, se hizo una declaración conjunta en la que se reconocía la existencia de problemas entre los dos países, y tácitamente el problema territorial, pero ahora los rusos dicen que no hay nada que discutir». Aunque china ha ofrecido ayuda y hecho declaraciones de respaldo a Japón en sus reivindicaciones, Tokio quiere mantener el problema a nivel bilateral y se limita a recordar esporádicamente su existencia en los foros internacionales.

«Si Estados Unidos nos devolvió Okinawa y otras islas ocupadas en la guerra, ¿por qué la Unión Soviética se obstina en permanecer en unas islas que tomó sin combates y sobre las que existen documentos, incluso de la Rusia del pasado siglo, que las reconocen como japonesas?», se pregunta Saburo Tanaka.

Desde 1956, en que Japón estableció relaciones diplomáticas con Moscú, los sucesivos Gobiernos liberaldemócratas se han opuesto a la firma de un tratado de paz y amistad con la URSS, a causa de la disputa sobre las islas Kuriles. « Esa es nuestra postura y no la cambiaremos nunca», asegura un funcionario gubernamental.

Sin embargo, la normalización de relaciones con China, que se produjo en 1972, coincidiendo con la iniciativa de Nixon, desembocó seis años después, tras complejas y laboriosas negociaciones, en un tratado firmado en agosto de 1978 y que contiene la famosa «cláusula antihegemonista» que Pekín impone en todos sus documentos internacionales.

Nueva etapa

Los especialistas en política japonesa creen que, de hecho, el tratado chino-japonés supone el principio de una nueva etapa para un país que se ha convertido en la segunda potencia industrial del mundo. Desde el fin de la guerra mundial, Japón tuvo un papel pasivo, una «diplomacia sin política exterior», y su comportamiento en la escena política asiática estuvo guiado exclusivamente por su relación con Washington.

Al sellar su pacto con China, Japón, por decirlo así, se «compromete» en la dinámica de fuerzas que juega en Asia y pasa a desempeñar un papel más activo.

Los acontecimientos registrados últimamente en el continente asiático, desde la intervención vietnamita en Camboya a la guerra entre China y Vietnam, la revolución iraní o la intervención militar soviética en Afganistán, por citar sólo los principales, han contribuido a reforzar los argumentos de quienes defienden ese «alineamiento » de Tokio junto a China ya Estados Unidos.

Las poderosas compañías japonesas, con su gigantesca influencia en lo que se conoce ya como Japón Incorporated, apoyan esta nueva etapa de la política de Tokio, más atraídas quizá por las promesas económicas del mercado chino que preocupadas por la amenaza soviética.

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