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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nunca es tarde si la dicha es buena

William Inge es uno de tantos escritores americanos de éxito que sabe manejar sus bazas. Sobre temas que aluden a la burguesía conservadora de su país, suele inventar historias cercanas al folletín dramático, salpicadas de escenas clave donde se mezcla lo más artificioso con cierto aliento actual y verdadero.Sobre un esquema leve y superficial, siempre a favor de las corrientes del momento, nunca defrauda a su público, lector o espectador de sus novelas o comedias, en un camino que le ha llevado hasta el mismo Premio Pulitzer.

Cuando en el caso de Picnic, Esplendor en la hierba o Bus stop cuenta para sus versiones cinematográficas con algún realizador inteligente, los filmes nacidos de sus obras alcanzan cierta categoría. Sin embargo, cuando tal categoría no existe, tales historias se revelan en lo que son: oportunistas folletones malamente ideados. En este caso y a tono con los tiempos que corren, Inge, desde sus comedias, donde los conflictos apuntaban suaves, ha alzado su medida y tono de acuerdo con un público nuevo que es preciso alcanzar con más duros vocablos y razones.

Buena suerte, miss Wyckoff

Basada en la novela del mismo título, original de William Inge. Dirección: Marvin Chomsky. Intérpretes: Anne Heywood, Ronald Pleasence, Robert Vaughn, Carolyn Jones, Dorothy Malone. Ronee Blakey, Dana Elcar. EE UU. Dramático, 1980. Local de estreno: Callao.

Tal es el caso de esta profesora a punto de cruzar el Rubicón de la edad y el sexo sin conocer varón, en un ambiente donde ciertos desahogos aparecen vedados. Tiene su vocación y su trabajo, amigas que la quieren, alumnos que la admiran y los consejos de un psiquiatra amigo. Lo tiene todo, salvo esa pequeña diferencia que, según la tradición, hizo gritar «¡viva!», en un mitin, a alguna sufragista precursora.

A fin de complicar las cosas, en aras de una mayor eficacia, disfrazada de destino por el autor, entra en escena un atlético estudiante de color, cruel y desdeñoso, capaz de convertir las aulas del colegio en cuestión en vivo museo de frescos pompeyanos. La reacción final de la protagonista cuando el amor busca caminos no canónicos y el escándalo estalla, es lo menos malo de esta película que, si añade poco al cine como arte, busca con un lenguaje falsamente real la aceptación de ojos y oídos supuestamente pudorosos.

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