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FERIA DE SAN ISIDRO: 21º Y ULTIMO FESTEJO

No son toreros y ya quieren hacerlos figuras

El francés estuvo animoso en su debú, y esto es lo menos que se le podría pedir. También descaradito con la afición -la primera del mundo, ¿sabe?-, y ahí se pasó. Sus compañeros de terna, que habían dejado un regustillo de vitola artística en la primera novillada de feria, les hicieron melindres a los facilones productos de don Bernardino. De aquella vitola no queda ya ni el recuerdo, y la torería no se les vio por ninguna parte. Como el taurinismo afirma que van para figuras, nos da la sensación de que pretenden alcanzar la meta sin ser toreros, ni intentarlo.No sería extraño que lo lograran. Hay en el escalafón actual de matadores un buen puñado de figuras a las que la torería ni se les adivina. La administración taurina sigue sus propios derroteros. Tenemos, por ejemplo, el caso de Pepe Luis Vázquez, que debió actuar ayer en Las Ventas y presentó parte facultativo. Un torero como está maridado -y Pepe Luis tiene todo el corte y todo el aroma propios de los toreros cabales- debió cumplir su compromiso con Madrid, donde estaba anunciado, aunque se le abrieran las heridas o se le cayeran los tirantes. Pero prefirió la vergonzante caída del cartel por ese prurito propio de taurinetes, según el cual a los novilleros y a los matadores hay que llevarlos entre algodones para que sean figuras del espectáculo, aun a riesgo de no ser toreros jamás.

Plaza de Las Ventas

Vigésimo primero y último festejo de feria. Novillos de Bernardino Jiménez, escasos de presencia y fuerza, manejables. Richard Millian: pinchazo y estocada (protestas y palmas cuando saluda). Estocada atravesadísima que asoma, rueda de peones y descabello (vuelta con grandes protestas). Carlos Aragón Cancela: cuatro pinchazos delanteros y media delantera (algunos pitos). Estocada corta ladeada y dos descabellos (silencio). Yiyo: pinchazo bajo y bajonazo descarado a la altura del brazuelo (protestas). Golletazo (protestas). Terminada la corrida hubo gritos de « ¡Fuera Berrocal!».

La verdad es que aun así se equivocó dando la espantada, pues lo que salió por los chiqueros era algodón en rama, género facilito para que los embriones de fenómenos, los proyectos de figuras, anduvieran por el ruedo sin sobresaltos y exhibieran con capote y muleta sus más subyugadoras gracias. Se aprovechó de ello un poco el frances Richard Millian, que lanceó bien a la verónica, bajas las manos, banderilleó con aceptables reuniones, muleteó reposado a un borrego y, en el cuarto de la tarde, un excelente novillo, el mejor de los seis, ligó series de derechazos templados, cuajó variados y oportunos remates y trazó bien el de pecho, dentro de una abundosa e interminable retahíla de pases. En conjunto, la faena había sido apañadita, gustosa si se quiere, pero nada del otro jueves, y la estropeó cuando, al matar, lo hizo en la suerte del sablazo, atravesando de mala manera a la res. Pero Millian, que debió creerse un Ruiz Miguel en tarde de victorinos, dio la vuelta al ruedo en medio del gran broncazo, y aun se permitió el lujo de descararse con los de la andanada, que protestaban ese paseo.

Aragón Cancela y Yiyo, negados en el manejo del capote, no se acoplaron nunca con la muleta -Aragón ni pudo con lo que tenía delante-, quizá porque sus novillos resultaban un poquitín tardos. Sencillamente había que obligarles, y ese era todo el secreto. Cuando lo hizo Yiyo, en el tercero, el natural y el redondo le salieron limpios y artísticos. Pero eso: cuando lo hizo, que fue pocas veces. En el sexto, como no cuajaba ni un pase limpio, cambió el toreo por el encimismo; por alardes fuera de lugar, a centímetros de los pitones. El bajonazo con que liquidó a su primer novillo se inscribe entre los más denigrantes que jamás se hayan visto en esta plaza: a la altura del brazuelo dejó el estoque. Al otro le degolló. Caramba con el Yiyo, matarile, rile, rile.

Este es el lamentable panorama. En Las Ventas, muy pocas temporadas atrás, se veían novilladas emocionantes, reses de trapío y genio, y frente a este ganado, novilleros que hacían lo que podían, que se entregaban, que salían a resolver el supremo compromiso de Madrid con vergüenza torera. Y nos quejábamos. Nos quejábamos porque los resultados artísticos no solían ser buenos. Visto lo de ahora -lo de ayer-, tan mediocre, tan aburrido, tan triste, echamos de menos aquellas novilladas de la emoción, donde no se les allanaba el camino a las figuras, pero se formaban toreros, que es lo que importa.

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