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FERIA DE SAN ISIDRO: DECIMOQUINTA CORRIDA

No pueden con el toro

«No pueden con el toro». La frase no es nuestra, aunque la suscribimos plenamente; es de los magníficos aficionados de la andanada ocho, con la que ayer sintetizaban, a coro, las posibilidades técnicas y artísticas de esas prefabricadas figuras del toreo que son José Mari Manzanares y Niño de la Capea.Prefabricadas y mantenidas a pulso por unas organizaciones empresariales que controlan plazas y voluntades y pueden permitirse el lujo de llevar a quien quieran en una artificial nube de triunfo durante años y años. Para ello sólo necesitan imponerlo en todas partes y reservarle lo más flojo, suavón y despitorrado que haya por las dehesas del país.

Así ha ocurrido con Manzanares, principalmente cuando le llevó la antigua empresa de Las Ventas, y con el Niño de la Capea, en los benefactores brazos de la casa Chopera. Pero uno y otro han venido a encontrarse en Madrid con una afición competente y avisada que examina sus actuaciones como siempre se hizo con las figuras del toreo, inventadas o no, en toda la historia de la fiesta.

Plaza de Las Ventas

Decimoquinta corrida de feria. Tres primeros toros de Ramón Sánchez, pequeños, flojos, nobles. Tres restantes (el sexto, sobrero) de Flores Tassara, bien presentados, fuertes, con problemas. Manzanares: estocada caída y rueda de peones (protestas y aplausos cuando saluda). Bajonazo y rueda (bronca). Niño de la Capea: pinchazo bajo, estocada tendida baja, rueda y descabello (ovación y salida al tercio). Media baja atravesada, rueda y dos descabellos (bronca). Emilio Muñoz: dos pinchazos, estocada y rueda (protestas y palmas cuando saluda). Estocada atravesada, rueda y dos descabellos (pitos). Lleno.

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Y lejos de transigir con el tipo de toro y el tipo de faena que en todas partes imponen estas figuritas, ha rechazado la escasa presencia e invalidez de los toros de Ramón Sánchez, la retahíla de pases monótonos, sin ligar y con el pico, y la clamorosa exhibición de falta de recursos de ambos espadas cuando apareció en el ruedo el toro serio y con problemas.

Manzanares y Niño de la Capea han fracasado en toda línea, y no sabríamos decir si fue más huyendo del toro o dándole la paliza al borrego. Con los pequeños y flojos productos de Ramón Sánchez, cuya embestida era de gran clase, y, además, comodísima, por su suavidad y nobleza, fueron incapaces de interpretar el toreo con un mínimo de gusto y autenticidad. Principalmente, el toro de Manzanares iba y venía sin una aspereza, absolutamente humillado en la acometida, al ritmo que le impusiera el engaño, y la respuesta del fenómeno ante esta oportunidad de poner la plaza boca abajo fue emprenderla a derechazos y naturales, sólo ligados a veces, y siempre con el alivio del pico por delante. Lo mismo hizo Niño de la Capea, aunque más violento, como es habitual en este torero, y no podía ni siquiera tener la excusa de que su torillo tardeaba más que el anterior, pues tal problema tenía fácil solución.

Después salieron los ejemplares serios de Flores Tassara y, naturalmente, a las figuritas no les valió la mecánica de pegapases, en la que son maestros. Manzanares demoraba sus cites para asegurar el muletazo y, cuando lo daba, como no manda, en cada remate tenía que salir corriendo. Niño de la Capea se descompuso con su toro, porque se le quedaba corto. Incapaces de resolver las dificultades que les planteaban estas reses -lo cual debería ser como quien lava, en figuras del toreo tan placeadas-, asustados, sin torería para superar el miedo y concluir con dignidad la tarde, recibieron la bronca que merecían. Pero no pasará nada: quien controla la fiesta es la administración que les apoya, y seguirán usurpando los puestos que merecen otros.

Y como todo se pega, Emilio Muñoz, que tiene trato de figura desde novillero, estuvo en la misma línea. Se le anotan unos naturales de frente al inválido Ramón Sánchez, lo cual no es mucho, y como contrapartida, la incapacidad de dominar al bronco Flores Tassara, que quizá resultó el más difícil de la corrida. De esta manera, se va de' Madrid con bastante menos cotización de la que traía. Es una pena, pero cuando el cuatreño sale, pone a todos en su sitio, así sean promesas o figuras.

Aquí está la razón verdadera de que estos toreros exijan, por donde van, incluso en Madrid, lo más flojo, suavón y despitorrado que haya por las dehesas del país: no pueden con el toro y les aterroriza.

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