Tácito
Esta guerra de la moción de censura al Gobierno la va a perder Suárez, la va a pagar Felipe y la van a ganar los tácitos. Si no la han ganado ya. Porque la interpretación cartográfica de UCD como triángulo mortal de las Bermudas (liberales, democristianos, falangistas) es una fantasía de navegantes solitarios en la que hemos caído todos los que estamos atravesando la oceanografía del tedio político con una balsa y un arenque. Los liberales están en la Concepción oyendo la misa que dice Fontán todas las mañanas por el bazo ilustre, enorme y delicado del gran Joaquín Garrigues. Los democristianos verdaderamente cristianos y probablemente demócratas madrugan para oír la misa del alba que dice Ruiz-Giménez, por las traseras del Ya, recibiendo la bendición apostólica y apoplética de Gil-Robles. Los socialdemócratas, que también los hay, están todos haciéndole los deberes a Fernández Ordóñez y contando por los dedos, a ver cómo cuadran las cuentas tras la intervención del ministro de Hacienda en el teledebate de la moción o capítulo/ epílogo de Fortunata y Jacinta con Suárez y Felipe en los papeles estelargaldosianos. En cuanto a los falangistas así llamados y propiamente dichos, mi viejo amigo y patache Luis Ponce de León nos invita a Máximo y a mí para una conferencia que va a dar en el gueto de Fernández Cuesta y la Falange auténtica, histórica y geriátrica. O sea, que la otra Falange, la de Martín Villa, la que ha cambiado el cisne del SEU por el halcón maltés de Abril Martorell, parece que tiene un resurgir viril, con aura de tabaco y pendencia, en el ministro Rosón, pero nada de esto encuentra legibilidad en la calle ni legitimidad en el futuro. Aquí, los que hacen camino al andar son los tácitos.El grupo Tácito, como ustedes se recuerdan, tiene un pasado breve, antifranquista, más eclesial que eclesiástico, más católico que cristiano y menos cristiano que mundano. Como todo colectivo que no da el semblante, ha llegado a constituirse en un individuo marengo, acéfalo, bicéfalo, policéfalo, que sólo usa sombrero para quitárselo en misa, que lleva en la mano el paquetito de dulcería de una enigmática democracia, cielista, pietista y de día del Corpus. Qué se le va a hacer. Lo que antes era una generación, según la brillante fórmula orteguiana, hoy es un colectivo, con la diferencia de que las generaciones daban la cara y los colectivos nos dan, como mucho, el agua bendita de santiguarse. Aparte de que las generaciones han solido escribir bien, hacer el estilismo de la calle contra el terrorismo del poder, mientras que el colectivo escribe resignadamente mal, con prosa impersonal en que la falta de estilo se presenta como humildad y la falta de humildad se presenta como servicio.
La generación del 98, por ejemplo, tenía la cara de gato de Baroja. Y siempre prefirió el parque del Retiro al parque de la Moncloa. El señor Tácito ha funcionado mucho tiempo sin cara, lo cual puede que no fuera clandestinidad antifranquista, sino oportunidad oportunista. El señor Tácito al final ha tenido que ponerse una cara, ha tenido que dejarse la cara como otros se dejan la barba, y resulta que unas veces es la cara de Alvarez y otras veces es también la cara de Alvarez. Últimamente al señor Tácito le ha salido otro señor colectivo, o sea, Publius. Pero Publius es menos marchoso, su prosa colectiva representa todo lo contrario del nuevo periodismo subjetivista de Tom Wolfe y Rosa Montero, y su anonimato hoy no tiene sexy.
El colectivo señor Tácito, que escribía en demócrata y vivía en antifranquista, hoy sobrevive en franquista y ni siquiera escribe, para qué, puesto que ya están todos en el graderío de la derecha, con entrada de sombra y fino La Ina. Despellejada UCD de modernos y abortistas, son los Tácitos quienes tienen más futuro dentro del único partido con algún futuro. Cuando todo el Gobierno sea Tácito volverá hasta Gil-Robles con sus obreritos buenos de la CEDA, que también suben al cielo todos los obreros buenos. Y hasta puede que vuelva aquel Martín Sánchez-Juliá con su silla de ruedas como una bicicleta para un muerto.
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