Unánime sentimiento de rechazo a la fórmula autonómica propuesta por Israel
ENVIADO ESPECIAL, Más allá de las divergencias egipcio-israelíes sobre el contenido de la autonomia palestina, prevista por el tratado de paz firmado en Camp David el 26 de marzo de 1979, y de la oposición del mundo árabe al acuerdo, el principal obstáculo a su viabilidad se encuentra aquí, entre los habitantes de los territorios ocupados, que expresan a diario su rechazo de una fórmula que no satisface sus aspiraciones nacionales.
Novecientos cuarenta mil cisjordanos -incluida la población de Jerusalén Este- y 449.000 hab itantes de la franja de Gaza han desafiado con sus protestas a la Administración militar israelí en los días que precedieron la fecha tope: mañana, 26 de mayo, fijada para el final de las negociaciones entre Egipto e Israel sobre la autonomía palestina. Se muestran confiados en que, aunque El Caíro y Tel Aviv logren ponerse de acuerdo sobre una fórmula de compromiso, su resistencia hará fracasar Camp David.Madrugada del domingo 18 de mayo en Hebrón. El toque de queda impuesto hace quince días, a raíz del atentado que costó la vida a seis seminaristas-soldados judíos, acaba de ser suspendido. Apárentemente indiferentes ante Ía presencia de numerosas patrullas del Ejército israelí, los ciudadanos de Hebrón (45.000 habitantés) circulan en silencio por las callejuelas, rehusando todo contacto con el forastero.
En el zoco, incluso, como muestra de desprecio ante un grupo de periodistas. al que confunden con colonos judíos de la vecina implantación de Kvriat Arba -con más de 3.000 habitantes, el más grande asentamiento judío de toda Cisjordania-, algunos tenderos escupen al suelo.
Desde que los colonos del Qush Emunim, encabezados por el rabino Moshe Levinger, decidieron fundar dos centros de enseñanza religiosa en pleno centro de la aglomeración árabe -donde no reside ningún judío desde los pogromos de 1929-, Hebrón se ha convertido en el principal foco de tensión de toda Císjordania.
Los concejales de Hebrón, reunidos en el ayuntamiento para reiterar su solidaridad con su alcalde, Fahed Kawasmeh, expulsado a las diez horas de producirse el atentado, darán más detalles sobre lo ocurrido en la ciudad durante las dos semanas de imposición de un toque de queda casi absoluto. Ante ellos han desfilado empleados municipales y simples vecinos para exponer, uno tras, otro, lo que han padecido desde el 3 de mayo.
Los sacos de harina, azúcar y sal de Ismail Abader, por ejemplo -todos los palestinos acostumbran a conservar en casa reservas alimenticias-, fueron volcados y mezclados por soldados israelíes durante un registró domiciliario.
También Abdelsauf Chabarie, sacado de la cama de madrugada, fue trasladado, junto con veintiún ciudadanos, a Bahiriveh, a veinticinco kilómetros de Hebrón, y obligado a volver a pie a su domicilio.
Otros habitantes de Hebrón acudirían a la alcaldía para narrar ante la prensa cómo militares israelíes vertieron combustible de calefacción sobre sus alimentos, o, más sencillamente, para describir la rutina de los apaleamientos con porras de madera en los territorios ocupados.
«Gracias a Dios», dirá un concejal, «las presiones de los empresarios israelíes, a los que el toque de queda privaba de la mano de obra dé 30.000 trabajadores árabes de la región de Hebrón, obligaron a la Administración militar a levantar las sanciones». Unos 75.000 árabes de los territorios ocupados -el 6%de la fuerza de trabajo israelí- trabajan, legal o ilegalmente, en Israel.
El portavoz del Ejército israelí, Ami Gluska, desmintió poco después los malos tratos infligidos a los árabes, asegurando que si un caso de esta índole llegase a producirse, una comisión de investigación del Ejército no dudaría en condenar y encarcelar al soldado u oficial responsable. «Esto ha ocurrido en algunos casos», añadió.
Incidentes diarios
En Hebrón los tenían armas. En el resto de los territorios ocupados -administrados según.la fórmula empleada por las autoridades israelíes-, a falta de metralletas y granadas, el desconcierto se manifiesta con huelgas, desfiles, barricadas y lanzamiento de piedras o cócteles molotov contra vehículos israelíes;
El recuento de los incidentes se alarga casi a diario. Sólo en la última semana el toque de queda ha sido parcialmente impuesto en la moderada ciudad de Belén, a raíz del lanzamiento de un cóctel molotov contra un vehículo del Ministerio de Defensa; dos familias palestinas de Beit Sajur y Balata han sido deportadas durante una semana porque dos hijos suyos habían tirado piedras contra automóviles militares.
Además de la mano dura israelí contra los palestinos de Cisjordania y Gaza, las disparidades sociales entre árabes y judíos han contribuido a fortalecer el descontento no sólo de 1.400.000 palestinos residentes en los territorios ocupados, sino también de los 600.000 palestinos ciudada nos de Israel. Pará estos árabes israelíes, exentos de obligaciones militares, el no cumplimiento de la mili les imposibilita el acceso a numerosos puestos de responsbilidad en el sector público e incluso en el privado, para los que es necesario un certificado de las fuerzas armadas.
Para los árabes de Cisjordania y Gaza, además de las diferencias de ingresos, toda una infraestructura escolar y sanitaria deficiente les separa del judío medio. «Condecírle que un neurocirujano palestino ha abandonado el hospital King Hussein, de Belén, sin haber podido realizar una sola operación a lo largo de dos años por falta de material, creo haber respondido a su pregunta», afirma Ahmad Hamzeh el Natche, también cirujano.
«Tanto en la cuestión sanitaria como en materia de escolarización; la situación era algo mejor antes de 1967», dice un adjunto del alcalde de Belén. «Los hospitales», añade, «carecen de muchas medicinas, que las familias de los enfermos tienen que adquirír.en, las farmacias, pagándolas, y disponen por lo general de aparatos desechados por los hospítales ísraelíes. En cuanto a las escuelas, para darse cuenta de lo abarrotadas que puedden estar, basta señalar que el número de aulas no ha aumentado desde 1967».
Adiós al liberalismo
«El carácter liberal de la ocupación de los territorios, del cual se vanaglorió irael durante años, llega a su fin». La frase no procede de ningún panfleto de la OLP, sino de la revista israelí en castellano Semana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.