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Carta del Papa al episcopado alemán sobre el "caso Küng"

Juan Arias

El papa Juan Pablo II ha considerado un deber el intervenir personalmente en la polémica mundial sobre el caso Küng, el famoso teólogo suizoalemán condenado hace cinco meses por el ex Santo Oficio a no seguir enseñando teología católica en la Universidad Ecuménica de Tubinga (Alemania Occidental).

El papa Wojtyla acaba de escribir una carta personal al episcopado alemán en la cual zanja definitivamente la cuestión. Una carta muy larga, que va más allá del caso Küng y que, al parecer, es una respuesta a quien afirmaba que la condena de Küng era algo que este Papa había tenido que aceptar como una «herencia de Pablo VI », ya que el proceso al teólogo había comenzado en la Congregación para la Doctrina de la Fe antes de que Wojtyla llegara a Papa.Juan Pablo II felicita en su carta a los obispos alemanes por la actitud tomada contra Küng y defiende a la congregación vaticana que lo condenó.

La carta es muy dialogante en el tono, pero muy severa en la sustancia. Afirma que Küng, «en sus obras, manifiesta claramente que no considera algunas doctrinas auténticas de la Iglesia como definitivamente decididas y vinculantes para él y para su teología», y añade que un teólogo «que no acepta íntegraniente la doctrina de la Iglesia» no puede tampoco tener «el derecho de enseñar en nombre de la Iglesia».

En su carta, el Papa toca dos puntos fundamentales: la búsqueda teológica y el asunto de la infalibilidad de la Iglesia. En respuesta a las numerosas objeciones que se han hecho en todo el mundo a la condena de Küng, el Papa afirma: «Puede ser conveniente y justo subrayar los derechos del teólogo, pero al mismo tiempo es necesario recordar también sus especiales responsabilidades, mientras no es posible olvidarse del derecho y el deber del magisterio de la Iglesia de decidir qué cosa es conforme o no a la doctrina de la Iglesia en materia de fe y de moral. La verificación, la aprobación o el rechazo de una doctrina pertenece a la misión profética de la Iglesia».

El Papa asegura que la Iglesia desea mantenerse en actitud «de diálogo», según el espíritu del concilio y de la primera encíclica de Pablo VI, pero añade que «estaría en contraste con la esencia del diálogo si la Iglesia intentase volverse hacia atrás en sus convicciones».

La Iglesia, según el Papa, posee el gran don de «ofrecer certidumbre», y por eso añade: «Debemos nutrir un miedo profundo si la misma Iglesia pusiese en duda este regalo de Cristo». Y en este punto radica toda la importancia de la carta del Papa en la defensa de la infalibilidad de la Iglesia, que es precisamente uno de los puntos teológicos más discutidos por Küng.

Juan Pablo II afirma que aunque la infalibilidad pueda parecer «una verdad menos central y de orden menor en la jerarquía de las verdades reveladas por Dios y profesadas por la Iglesia» en realidad es, de algún modo, «la clave para la certidumbre de profesar y proclamar la fe, para la vida y el comportamiento de los creyentes». Por eso, dice el Papa, «debilitando o destruyendo esta base fundamental empiezan en seguida a desmoronarse también las verdades más elementales de nuestra fe».

Afirma también el Papa en su carta que no existe renovación de la Iglesia, según afirma el concilio, sin un aumento de fidelidad a la doctrina revelada, una vez para siempre, por Cristo. Y afirma textualmente: «No nos podemos engañar pensando que otro modelo de Iglesia, más secularizado, pueda responder mejor a las exigencias de una mayor presencia de la Iglesia en el mundo y a su mayor sensibilidad hacia los problemas del hombre».

Por lo que se refiere a la infalibilidad, el Papa ha recordado, sin embargo, que no se trata de una actitud «de poder» en la Iglesia, sino más bien de un «servicio humilde a Cristo y a los hombres». Al final de su carta, el Papa hace votos y reza a Dios para que el teólogo Kong, abrazando «la verdad proclamada y profesada por la Iglesia», pueda llamarse de nuevo «teólogo católico».

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