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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El voto de censura

AYER Y anteayer, el Congreso fue parcialmente liberado del secuestro que ha alejado a la opinión pública de los representantes de la soberanía popular por la acción combinada del consenso. La moción de censura presentada por el Grupo parlamentario Socialista, precedida del díscurso, espléndido en su forma y notable por su contenido, de Felipe González, refuerza, en esa perspectiva, la tendencia a esa ruptura del consenso y a la dinámización de la vida política y del sistema parlamentario. Sería imperdonable que el debate que se reanudará la próxima semana para discutir y votar esa moción no tuviera la cobertura de televisión y radio del Pleno que ayer concluyó.Resulta por lo demás muy improbable, por no decir imposible, que la moción de censura presentada por el PSOE, que para prosperar necesitaría la mayoría absoluta del Congreso, llegue a ser aprobada.

No parece, sin embargo, que el propósito de los socialistas sea tanto obtener para Felipe González la presidencia del Gobierno, aparejada a la aprobación de la moción de censura, como presentar su propia alternativa, forzar las restantes formaciones polítícas a clarificar sus posiciones y dramatizar los errores, insuficiencias y torpezas del gobierno Suárez.

No faltan motivos, desde luego, para ese rejón de castigo. Las graves responsabilidades, por acción o por omisión, del Gobiemo en el acoso al ejercicio de la libertad de expresión, en los recortes de otras libertades, en la reaparición de la violencia fascista y en la cobertura dispensada a la corrupción y el despilfarro en Televisión Española no significan sólo una congelación del proceso democráticos sino una preocupante involucíón hacia las prácticas autoritarias anteriores al 20 de noviembre de 1975. Es altamente significativo que el Gobierno no termine de darse cuenta de que su renacido talante autoritario es una voluminosa joroba en sus espaldas de la que sólo UCD, por falta de espejos, no advierte.

La llamada segunda lectura del título VIII de la Constitución, por lo demás, no podrá ayudar a la reorganización territorial del Estado en tanto que las heridas abiertas por las inconsecuencias y arbitrariedades de UCD, que ha pasado de la teoría de tabla de los quesos a la consigna de café para todos, no cicatricen en las regiones cuyos agravios comparativos fueron despertados a destiempo y luego mandados a la cama sin cenar por el Gobierno. Y para lograrlo es preciso que los centristas realicen una reflexión mucho más crítica sobre sus anteriores planteamientos, dejen de fingir coherencia en su estrategia autonómica y no intenten comprar voluntades políticas multiplicando cargos y escaños que aumenten el gasto público sin más función que contentar la vanidad de la clase política desempleada.

El paro y la inflación son, en buena parte, consecuencias de la crisis económica intemacional. Pero esa obvia constatación no puede ser manejada por el Gobierno como una coartada para ocultar sus insuficiencias y sus errores. La crisis energética hunde sus raíces en el alza de los crudos. Pero hay todavía mucho por hacer en la utilización de nuestros recursos y en el ahorro energético. Y el galopante déficit del gasto público, en abierta contradicción con lbs compromisos asumidos por el Gobiemo hace pocos meses, está siendo empleado, en buena parte, en gastos corrientes para el automantenimiento de la propia Administración y en balones de oxígeno para empresas públicas mal gestionadas o para escandalosas bolsas de despilfarro. El Gobiemo del señor Suárez no es responsable, evidentemente, de la crisis económica mundial o del alza de los crudos, pero es el principal culpable de que la reforma de la Administración y de la empresa pública siga aplazada hasta las calendas griegas.

Finalmente, Suárez no ha logrado despejar las incógnitas de su política exterior, incógnitas alentadas con el hermético silencio que ha guardado, tanto en esta ocasión como a lo largo de los meses anteriores, sobre los objetívos y el sentido de nuestra acción internacional. Silencio que lo mismo puede encerrar secretos cargados de peligros para nuestra soberanía y nuestra seguridad que el puro vacío. Es sencillamente inaceptable que, en estos tiempos de guerra fría, de amenazas y chantajes procedentes del Norte de Africa, de dudas y vacilaciones acerca de la integración española en Europa, de indefinición de nuestra política latinoamericana y de riesgos de conflictos bélicos en el Oriente Próximo, los ciudadanos sean mantenidos en una completa ignorancia del significado y los propósitos de los viajes del presidente del Gobierno.

Un Gobierno, en fin, que ha reajustado su plantilla en un penoso parto de los montes del que sólo conocemos los lamentos de los excluidos y las sonrisas de los recién llegados, pero cuyas claves y razones se nos escapan. La moción de censura del PSOE sólo podría prosperar en el improbabilísimo caso de que UCD se rompiera en el momento de votarla. Sin embargo, la supuesta fragilidad del partido del Gobierno se revela cada vez más como una fábula escrita por la mala conciencia de aquellos de sus líderes deseosos de nadar y guardar la ropa. Paradójicamente, en este sentido la moción de censura contrá el presidente del Gobiemo puede ser para él un regalo del cielo que fortalecería la unidad de UCD en torno suyo y le garantizaría el éxito -hasta ahora próblemático para él- en el congreso del partido el próximo otoño.

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