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Los grandes partidos italianos, preocupados por el auge de los grupos marginales

Juan Arias

Mientras se acercan las elecciones administrativas generales, previstas para el próximo 8 de junio, las fuerzas políticas están en ebullición, porque, como sucede siempre en Italia, toda consulta electoral tiene un profundo significado político, aunque se trate sólo del voto para sustituir a un alcalde.Estas elecciones preocupan, sobre todo, al nuevo Gobierno de centro-izquierda, ya que estos resultados electorales mostrarán si el país ha recibido positivamente o no la vuelta de los socialistás al Gobierno «sin los comunistas».

Los primeros sondeos están poniendo la carne de gallina a los partidos históricos tradicionales, porque se advierte una tendencia muy marcada de aumento de las llamadas listas «coloradas», es decir, aquellos grupos que no pertenecen a ningún partido, y que van desde los ecologistas, a los protectores de animales, a los grupos autonomistas regionales, a los «amigos del sol», a los grupos musicales rock, quienes, en vez de democracia, piden una nueva rockracia.

Se trata casi siempre de gente jovencísima y muy activa. Junto con estos grupos se advierte el fantasma de la abstención, que en su día era desconocido en un país como Italia, donde el índice de concurrencia a las urnas llegaba hasta el 98%, pero en los últimos comicios de 1979 este fenómeno empezó a manifestarse por primera vez con mucha fuerza, llegando a contabilizarse, junto con los votos nulos, casi seis millones.

Esta vez se añade el peligro de los radicales, que en las últimas elecciones políticas habían sido el partido con mayor aumento, llegando de un puñado que eran con anterioridad al 3% de los votos del país. Esta vez no se presentan a las administrativas y los políticos tiemblan pensando a quiénes podrán ir estos votos. El hecho lo demuestra el que ayer el secretario general del Partido Socialista, Bettino Craxi, se presentó a firmar tres de los referendos populares presentados por el Partido Radical. El gesto fue interpretado en seguida como una llamada a los radicales para que dieran su voto a los socialistas.

Como decía ayer un titular de Corriere della Sera, esta vez «son siete millones los votos sin patrón». ¿Qué podría suceder? Los grandes partidos, como Democracia Cristiana y Comunista, hacen todo lo posible para no dramatizar la situación, asegurando que muchos de estos grupos serán sólo «flor de un día» y que al final el italiano acabará acudiendo responsablemente a las urnas.

Los politólogos de las diversas tendencias analizan el fenómeno desde otro punto de vista. Se preguntan si este aumento de los grupos de base que se presentan con prograrnas muy concretos, a veces con un sólo problema, como el antinuclear, es un índice de falta de democracia o más bien un crecimiento de una conciencia nueva de participación más directa en la politica, sin pasar a través de la ideología y, sobre todo, de la burocracia de los grandes partidos.

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Se preguntan si quienes no votan son ciudadanos contra la democracia o más bien descontentos de una democracia que a veces es más formal que real.

Quienes lo ven con ojos positivos alegan que en re alidad en Italia van disminuyendo los partidos de ideología fascista, mientras se mantienen los de innegable fe democrática, aun siendo contestados por su inercia, por la falta de hombres de recambio y por falta de resultados concretos en la gestión del poder.

En Roma ha nacido hasta el Partido Socialista Aristocrático y el Qualunquista, un movimiento de protesta cuyo eslogan es: «Sólo queremos divertirnos», y que en otro tiempo aglutinó a los antiguos fascistas, que lo eran más por conformidad que por convicción ideológica. Y, naturalmente, el partido de los homosexuales.

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