Recital Bach de Rosalyn Tureck
ENRIQUE FRANCOEl recital Bach de Rosalyn Tureck convocó tanta audiencia como los conciertos sinfónicos y levantó no menor entusiasmo. Una vez más, la pianista americana dio profundas lecciones de interpretación, casi sería mejor decir «vivificación», de una música que, de repente, parece conectar con la sensibilidad de nuestro tiempo para a cercarnos a Bach, para evitar la escucha histórica.Plantea Rosalyn Tureck su Bach desde el piano con la máxima dosis de fidelidad, pero con no menor criterio de evolución y de acomodación al medio sonoro y sus posibilidades. El piano de la Tureck nos descubre las mil posibilidades ocultas en la invención bachiana. Sólo a través de los diversos preludios podemos avecindamos a Scarlatti, a los franceses y hasta a una expresividad prerromántica. Las fugas quedan explicadas en sus líneas con meridiana claridad, gracias a una diversidad de coloraciones extraordinaria.
Teatro Real
Rosalyn Tureck. Obras de J. S. Bach. 11 de mayo.
Y una página como la Fantasía cromática y fuga muestra su proceso constructivo a partir de los elementos primeramente expuestos y en los que se contiene el repertorio de ideas que veremos desarrollar con minuciosidad analítica y con pensamiento poético. En cuanto a la Partita en do menor, pienso que nunca la entendemos con tanto sentido unitario como cuando la interpreta Rosalyn Tureck.
Después de estudiar años y años las prácticas de la interpretación barroca, los manuscritos y ediciones de Bach, los procesos estilísticos, la Tureck deja a un lado la erudición y hace arte puro y humanísimo. Y es que, en definitiva, no estamos ante una especialista en Bach, por más que a su música haya dedicado la vida, sino ante una formidable especialista en música que la explica desde la Summa, de Juan Sebastián.
No es preciso hablar del virtuosismo, pues sin él la Tureck no podría hacer lo que hace. Sin ese dominio de las agilidades, las dinámicas, los diversos ataques, el flexible control de los tempi, la rea lización de toda suerte de embelle cimientos, la claridad de un juego aireado y nítido, el Bach de la Tureck quedaría en proyecto y no encima cuya altura se eleva cada vez que lo escuchamos. Pues el arte de Rosalyn Tureck, por muy perfecto que aparezca, encuentra siempre nuevas posibilidades.
Estoy seguro que en el próximo recital (ojalá sea pronto) lo encontraremos todavía más sensacional. Este «aún mejor» define, como una divisa, la personalidad de la gran Rosalyn.
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