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FERIA DE SAN ISIDRO: CUARTA CORRIDA

Al borde del conflicto de orden público por la invalidez del ganado

Continúan saliendo inválidos todos los toros en Las Ventas. Es imposible que haya tanto toro inválido. Ni por casualidad sale uno en condiciones. Con esto hay que acabar como sea, y ayer ya dio el primer paso el presidente Joaquín Corominas, en el correcto ejercicio de su autoridad: devolvió cuatro toros al corral.El empresario había estado a punto de provocar un grave conflicto de orden público al resistirse a que saliera el segundo sobrero. Su teoría es que el reglamento sólo le obliga a facilitar uno. Pero ese mismo reglamento le obliga a él a ofrecer toros en perfectas condiciones para la lidia, y además concede al presidente atribuciones suficientes para aplicarlo, según su criterio, en los puntos conflictivos.

Plaza de Las Ventas

Un toro, de Sepúlveda, cinco de Santiago Martín, de los que tres fueron al corral; un sobrero de El Campillo; otro de Terrubias, también devuelto al corral, y otros dos toros de esta ganadería. Los diez toros inválidos provocaron la indignación del público. Curro Romero: estocada baja (protestas). Estocada trasera tendida, rueda de peones y descabello (fuerte división cuando saluda.). Curro Vázquez: pinchazo, media estocada caída y rueda (división cuando saluda). Estocada corta bajísima (silencio). Roberto Domínguez: bajonazo y descabello (vuelta con algunas protestas). Estocada delantera, rueda y tres descabellos (vuelta con protestas). Presidió con autoridad y fue ovacionado el comisario Corominas. Resultó cogido muy grave el espontáneo Francisco Vázquez.

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El escándalo mayúsculo se cernía sobre Las Ventas, porque toda la corrida, desde el primer ejemplar, salía inválida, y el público estaba harto de tanto atropello. El tercero fue devuelto al corral y el sustituto estaba cojo. Lo mismo les ocurría al cuarto y al quinto, y éste era tan absolutamente inútil que si la presidencia no ordena su devolución se hubiera armado en los tendidos algo muy gordo. Entonces fue cuando se produjo la resistencia del empresario y el consiguiente revuelo en el callejón. Finalmente salió el sobrero, que era otro inválido, y también éste, protestado con indignación por el público, lo devolvió Corominas.

El tercer sobrero de la tarde tampoco era un dechado de fortaleza, pero por lo menos no se caía. Mas el sexto, un ejemplar de impresionante trapío, no podía ni andar, salió del chiquero pegando tumbos; era, sencillamente, paralítico. Ante la protesta fenomenal, y la evidencia de que no había toro, pues toda la fachada de la res se derrumbaba en cuanto le ponían delante un capote, Corominas volvió a sacar el pañuelo verde. El cuarto sobrero también se cayó varias veces y en circunstancias normales lo habrían protestado como a los otros, pero el público, a aquellas alturas, ya estaba deseando irse, y nos tememos que para no volver más.

De esta intolerable manera se ha cargado, quien sea, la expectación enorme que había suscitado la feria de San Isidro, y por tanto, la oportunidad de oro para el resurgir de la fiesta de toros en Madrid. Lo de ayer no fue corrida de toros, ni nada, y lo peor es que el desaliento ha cundido y ya hay quien piensa que no se volverá a ver un toro sano en lo que queda de abono. Por supuesto que si no hubo corrida tampoco puede haber crónica. Decir que Curro Vázquez dio unas pinceladas de arte con el capote, Curro otras con la muleta al cuarto y Roberto Domínguez muleteó reposado a sus dos inválidos, responde a lo que sucedió, pero seguramente es pasarse en el comentario de algo que no mereció la pena. En el ruedo, toros aparte, no hubo más noticia que el incidente desgarrador de un espontáneo que se lanzó a to

Year con un trapillo, y al segundo pase resultó cogido y corneado terriblemente bajo el estribo.

De forma que vamos a dejar para otro día la crónica. La cuarta corrida de la feria de San Isidro fue un desastre, que no originó un alboroto de consecuencias imprevisibles porque el comisario Corominas supo imponer a tiempo su autoridad.

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