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El presidente mexicano pretende cambiar petróleo por tecnología en París

Escoltado por las reservas petrolíferas de su país, de 50.000 millones de barriles, el presidente de México, José López Portillo, inicia hoy una visita oficial de dos días a Francia. Así responde a la que, en marzo de 1979, efectuó en tierras aztecas el presidente galo, Valéry Giscard d'Estaing. El petróleo mexicano, y la tecnología de los franceses centrarán el diálogo entre los responsables de ambos países.«Existe una solidaridad histórica entre Francia y México. Durante todo el siglo pasado, la cultura francesa se añadió a la que nos habían dejado los españoles que por su parte, también se habían implantado sobre una base indígena. Dicha aportación explica muchas de nuestras afinidades y de nuestras influencias, y explica la creación de una relación, de un sistema que abre el camino a una comunicación muy amistosa con Francia».

Con esas palabras, pronunciadas al llegar a Francia, diplomáticas sin duda, López Portillo ha significado el clima que va a presidir sus negociaciones con los responsables galos, complemento de las que inició Giscard d'Estaing el año pasado, en México.

El petróleo mexicano y la tecnologia gala al servicio de la industrialización del país azteca debieran servir de tema central a las conversaciones de las próximas 48 horas.

Con motivo del viaje de Giscard a México, ambos países firmaron un contrato por el que México le vende a Francia 100.000 barriles diarios. Ese contrato, de cinco años de duración, es renovable.

Sabido es que México se ha revelado como una potencia petrolera, pero, contrariamente a la estrategia o a las necesidades de algunos de los países productores de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los mexicanos se han propuesto una política moderada de extracción, para combinarla con la industrialización progresiva del país (actualmente sólo producen dos millones y medio de barriles por día, de los que exportan la mitad) y con la solución de los múltiples y arduos problemas económico-sociales que padece la sociedad mexicana.

El petróleo y las necesidades del subdesarrollo más o menos relativo de México es el «sortilegio» que, al margen de las afinidades históricas, seduce a los franceses en estos momentos. Las autoridades mexicanas han previsto la construcción de veinte centrales nucleares de aquí a finales de siglo. Francia, Canadá y Suecia se disputan este mercado, pero sobre esta cuestión, por ahora, los mexicanos no le han prometido nada en firme a los galos. Por el contrario, como consecuencia de las conversaciones entre ambos países, se da como probable que un consorcio francés electrifique las líneas ferroviarias mexicanas. La construcción de puertos, autopistas, un nuevo aeropuerto en México y una tercera parte del Metro de esta capital, también pudieran ser conflados a empresas francesas. Actualmente, el gran muro lo constituye la dependencia de México respecto a Estados Unidos, con el que realiza la tercera parte de sus intercambios.

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