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El viaje del Papa a África ha tenido un fuerte contenido político

Juan Arias

La visita de Juan Pablo II a seis Estados de África sigue despertando aún entusiasmo y comentarios en estas tierras que lo han acogido como a un huésped de honor. A nivel popular, el papa Wojtyla ha impresionado a las masas africanas, independientemente de su religión y de las innumerables razas que componen el mundo africano. Juan Pablo II ha sabido presentarse ante la cultura africana con dos características que ellos aprecian mucho: la fuerza del jefe y la bondad personal.

En el ámbito del mundo intelectual, tanto católico como laico, se empiezan ya a hacer los primeros balances. Se acepta unánimemente que el Papa, también aquí, ha sabido demostrar que es un gran líder con una capacidad de trabajo y una fuerza de consenso popular que envidian las principales figuras de la política mundial.En diez días ha recorrido seis Estados, pronunciado setenta discursos, encontrado más de ocho millones de personas en países en los que, con excepciones, el catolicismo es minoritario. Ha reunido seis conferencias episcopales, miles de sacerdotes y religiosas y grupos de confesiones religiosas diferentes y ha mantenido docenas de encuentros privados con distintas personalidades.

De su viaje han quedado también claras algunas coordenadas. Por ejemplo, que mientras el Papa dice siempre que estos viajes son estrictamente religiosos, en realidad tienen un gran contenido político, reconocido por todos los observadores.

Lo demuestra la importancia y el tiempo que dedica a los encuentros oficiales que, más de una vez, han sido objeto de críticas explícitas por parte de los católicos de base.

Los discursos más importantes los ha pronunciado en momentos considerados políticos o sociales, como la condena del racismo y de la corrupción ante los diplomáticos de Nairobi, o el discurso ante los 100.000 jóvenes reunidos en la ciudad futurista obra del presidente de la República de Costa de Marfil.

Moral sexual

En el campo estrictamente religioso, el Papa, en realidad, no ha dicho nada nuevo durante este viaje. Ha repetido a obispos y sacerdotes su postura ya conocida: rigor teológico y moral, fidelidad absoluta a Roma, prudencia en la experimentación de nuevos caminos pastorales, defensa del celibato sacerdotal y condena de cualquier tipo de comportamiento sexual, no sólo para aquel que no corresponda a la concepción católica tradicional, sino incluso a la visión occidental de la sexualidad.Un diario americano, comentando este viaje, antes de que se iniciase, había escrito que «O ahora o nunca», como dando a entender que si en esta ocasión, ante una cultura diametralmente opuesta a la nuestra en materia de sexo, el Papa no hubiera manifestado algún signo de apertura de la Iglesia católica, demostraría que la postura de su pontificado en este asunto podía considerarse definitivamente cerrada.

Pero en este tema, el Papa, en África, ha mantenido lo que dijo en Estados Unidos, en Roma o en Polonia.

Aun sabiendo, como nos confirmó el cardenal Malula en Zaire que incluso los cristianos tienen varias mujeres y siguen recibiendo los sacramentos, o que los sacerdotes, e incluso obispos, en un porcentaje más bien elevado tienen hijos y, por lo menos, una mujer, según nos han asegurado numero los misioneros y hasta algún secretario de obispo, el Papa ha insistido en el celibato sacerdotal obligatorio, sin tener en cuenta que aquí se aprecia mucho la entrega total a los demás, pero se admira al mismo tiempo la fecundidad y se exalta la sexualidad como una fuerza vital.

Fuerza espiritual exigente

Al parecer, el Papa prefiere, a pesar de todo, presentar a la Iglesia católica como una fuerza espiritual exigente y hasta heroica, convencido de que esto la hará admirar más y que, a la larga, será más fructuoso.Otra constante del Papa, en este viaje, ha sido su deseo de que se movilicen las masas. En este sentido no cabe duda de que prefiere un concepto de Iglesia fuerte, con consenso popular, con fuerza influyente social, que no una Iglesia como la presentaron los progresistas después del concilio, con un carácter minoritario lejano del triunfalismo de masas, y con miras de acción de cara al futuro.

Este Papa prefiere una Iglesia pública preparada, cultural y socialmente, como ha dicho aquí muchas veces, capaz de presentarse ante el poder como un punto de referencia moral. En el campo estrictamente político ha quedado claro que Juan Pablo II ha pedido a los católicos africanos que defiendan la independencia de sus países y su identidad africana, pero sin romper con Occidente, que se mantengan neutrales ante las grandes potencias y que luchen para fundar una sociedad nueva, inspirada en los valores cristianos.

Por eso, aunque ha dicho que la Iglesia «no posee un modelo concreto de sociedad», no cabe duda que todo este viaje ha sido una llamada al respeto de la que, según el Papa, es la característica africana más importante: la religiosidad. Por tanto, ha hecho un llamamiento para que los africanos huyan de todo tipo de sociedad inspirada por aquellos países considerados históricamente ateos.

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