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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Desde la impunidad informativa, el franquismo acusa a la izquierda de franquismo

Es, probablemente, lo que había que esperar, pero de todos modos no deja de ser cuanto menos curioso que para contestar a las críticas del PSOE sobre el resultado con el que sigue pendiente su crisis interna, UCD ataque denunciando «hasta qué punto sus dirigentes se encuentran invadidos por hábitos franquistas». ¿Cómo habrá sentado la acusación en las filas franquistas de Coalición Democrática, cuyos votos son tan necesarios a UCD cuando llegan las situaciones límite parlamentarias? Porque Fraga afirmó, no hace aún mucho tiempo, que nunca haría antifranquismo, lo cual creo que equivale a decir que, si pudiera, no dejaría hacerlo a nadie. Afortunadamente, y por ahora, no puede.¿Y cómo habrá sentado en las mismas filas de UCD? Porque el PSOE, a pesar de sus cuarenta años de vacaciones entre los cien de historia -durante los cuales, ha dicho Abril Martorell que su incompetencia le ha impedido gobernar, desplante que parece indicar una ruptura, ¡por fin!, del «consenso»- ha estado presente en la oposición contra el franquismo, empezando por el ASU y siguiendo con los intentos de «interiorización» del «aparato» esclerosado en Tolosa del Languedoc después de la guerra civil. UCD, en cambio, descontando a muy pocos de sus miembros integrados en las menos nutridas de sus «familias» -la DC, por ejemplo, de Alvarez de Miranda, la representación que puedan constituir personas como Satrústegui y muy pocos etcéteras- viene del franquismo exactamente. Basta recordar biografías políticas como la del mismo Suárez, la de su inseparable Abril Martorell y las que se han aireado estos días correspondientes a los nuevos ministros para comprobarlo, si es que la misma conducta política del ¿partido? no lo demostrara cada día.

Hace poco ha ocurrido una cosa parecida a escala del País Valenciano. El diputado por Alacant señor Berenguer, que estuvo próximo al PC poco antes -muy poco- de que muriera Franco y que formó parte de la «derecha» que inventó dicho partido para formar sus juntas democráticas, a fin de anticipar en lo posible la legalización cuando comenzara el proceso transicional, dijo que la manifestación conmemorativa del 25 de abril celebrada en dicha ciudad recordaba «las técnicas del franquismo». Se refería a que llegaran autobuses y trenes de casi todas las comarcas, desde la dels Ports de Morella, entre las más lejanas al Norte, hasta la de Baix Vinalopó, como la más extrema en el Sur. Berenguer ha usado la técnica que parece estar ganando terreno en UCD, de engañar con la verdad ocultando su sentido, puesto que, en efecto, una parte, la menor, por supuesto, de los 30.000 ó 40.000 concentrados en Alacant habían llegado de fuera. Lo que no dijo Berenguer era que se trataba de eso justamente, de celebrar un aplec, un encuentro de nacionalistas -o al menos de autonomistas- de todas las comarcas. No se trataba, pues, de engañar a nadie hinchando con forasteros una manifestación, sino todo lo contrario, se trataba, justamente, de que se encontraran y se reconocieran, unidas por los mismos objetivos, gentes de diversas procedencias.

UCD trata, pues, como se ve, de montar coartadas ideológicas para desviar la atención de sus propios problemas mediante acusaciones muy eficaces, porque es evidente que, salvo contadas excepciones, el partido del Gobierno puede divulgar intensa y extensamente lo que le interese -desde la RTVE, desde los periódicos del Movimiento, desde los que sin serlo le hacen el juego o, por lo menos, no dan a la oposición las mismas oportunidades que a UCD por razones obvias de parentesco político, etcétera- y lograr que, por el contrario, la divulgación de lo que interesa a la oposición sea mínima, simbólica, para cubrir las apariencias. De ese modo, UCD cuenta con una impunidad casi absoluta. Y hay casos, el del País Valenciano es uno de ellos, en los que el «casi» sobra, porque la impunidad, por ahora, es total.

Creo que la oposición comete un error. Informativo, quiero decir, porque errores comete muchos. Ha cometido el error del «consenso», del que no parece estar suficientemente arrepentida; comete el error del distanciamiento de sus partes -no hablo de «unión» que me parece, además de imposible, poco conveniente, pero hablo de evitar la hostilidad que sus partes manifiestan, lo cual es ya suficientemente grave-, que pone en riesgo constante la política municipal, por ejemplo, y hace sumamente difícil la política sindical; sigue sin ejercer de oposición, etcétera. Desde el punto de vista informativo, el error consiste, primero, en creer que hay cosas tan evidentes que no necesitan ser contestadas, como, pongamos por caso, esa acusación de «franquismo» de que acaba de ser objeto. Segunda, y como consecuencia de la primera, estar contra la privatización de la televisión, de la prensa del Movimiento y, en general, de todos los medios de comunicación. ¿Cree la izquierda que va a llegar pronto al poder y podrá, entonces, hacer el mismo uso monopolístico de esos medios que hace ahora UCD? Ni sería democrático ni es probable que tenga posibilidades, en muchos años, en muchas décadas, de ejercer su control. Porque aunque Abril Martorell se equivoque cuando dice que el Partido Socialista no ha gobernado nunca en los cien años de su historia -Abril Martorell se quivoca siempre en todo, excepto en lo que parece ser que le interesa, que es en permanecer al lado de Suárez más bien mandando que obedeciendo-, puesto que el Frente Popular, en el que el PSOE era mayoritario, gobernó hasta que se lo impidió la fuerza armada del franquismo, no parece que por ahora sea posible otro proyecto de unidad de la izquierda semejante. Y sin que la izquierda esté unida, como lo está la derecha que ha montado el Frente Derechista de UCD, no hay posibilidad de que alcance el poder. Pero ya se sabe que entre los condicionantes de la democracia «consensuada» que se nos ha «concedido» está el de no organizar nada parecido a un Frente Popular. De ahí que el PSOE se dedique a desmarcarse del PC y, por supuesto, de todas las fuerzas que, a la izquierda del PC, integran los partidos extraparlamentarios.

Y siendo así, yendo como va, para largo, la posibilidad de un Gobierno con mayoría de izquierdas -que garantizara, habría que esperarlo, la objetividad de los medios de comunicación del Estado, convirtiéndolos en medios de comunicación del Parlamento-, ¿por qué no jugar la propia carta de la actual mayoría, es decir, la de la competencia de mercado? No una televisión, sino tantas como posiblidades económicas existan. Menos dificil sería acceder a la opinión pública sin monopolio que con el monopolio actual. Cierto que montar cadenas de televisión o de radio quiere decir disponer de dinero, pero no lo es menos que se ha de competir más cuanto más competidores hay y, por tanto, se ha de «ábrir» la información a más amplias posibilidades. Recordemos de nuevo el caso de la Hora 25, aunque haya que recordar también la limitación impuesta por sus corresponsales, según alguno de los cuales no pasa nada nunca, por ejemplo, en el País Valenciano, desde el que apenas Hegan información y opiniones plurales a dicho espacio de la SER.

Es un error, gravísimo, considerar que hay cosas tan evidentes como para que no sea necesario refutarlas o que ya hay medios independientes desde los que se contesta lo que haya que contestar. No hay nada que sea evidente contra la acción intensiva y extensiva de medios de comunicación tan poderosos como la televisión y la radio. Por otra parte, los medios de comunicación independientes son escasos, escritos, minoritarios -como este periódico, por ejemplo-, con los que sólo se llega precisamente a las «élites» para las cuales, en efecto, hay evidencias que no es preciso contestar.

Contaré, por ejemplo, entre centenares de miles, que se producen cada día. Tengo una casa donde trabajo, fuera de Valencia, los fines de semana, durante las vacaciones, etcétera. El sumario jardín y una pequeña huerta las cuida un obrero de plurales aptitudes, entre ellas el cultivo de la tierra. Hace poco entraron a robar en la casa y se llevaron el televisor, un tocadiscos, sus bafles y su amplificador y un magnetofono. Comentando el robo con él, aseguró que éstas son las consecuencias «de la democracia», como también que su hijo haga tres semanas que trabaja y no cobre porque el empresario no tiene dinero para pagar la nómina. Es la desinformación la que le hace decir estas cosas a un hombre cuyos intereses de clase están muy lejos de los del franquismo que tal vez añora. Pero ¿quién le dice, desde qué medios, que es a causa del franquismo que pasan la mayor parte de las cosas que pasan? ¿Dónde puede ver, oír, leer, el precio de represión que costó la indigna ficción de paz que sólo disfrutaron los que no querían saber nada de nada? ¿Cómo explicarle, desde qué medios, que es al «continuismo» franquista al que se debe que no se aborde la crisis con criterios

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solidarios, sino con criterios de sálvese el que pueda, es decir, el más fuerte? ¿Quién le explica que son los «franquistas naturales», aunque no parecieran militantes en su momento, los que piden que continúe Abril contra las críticas de personas tan poco sospechosas de marxismo como el señor Fuentes Quintana, pongo por caso? No hay nada obvio cuando se trata de informar más allá de las minorías, para las cuales tal vez sean obvias demasiadas cosas. Porque de esas masas cuyos intereses no es la UCD quien defenderá, han de salir los votos para mantener ayuntamientos de izquierda que tampoco saben cómo explicar su situación, cargados de deudas, de funcionarios que recibieron la prebenda del cargo como pago a los servicios prestados al franquismo -y que ahora ofrecen resistencia a «funcionar»-, etcétera. Y han de salir de ahí los votos para los parlamentos autonómicos y para el Parlamento y el Senado. No sería extraño que con la impunidad que le permite a UCD el control de todos -o casi todos- los medios de comunicación, cualquier día resulte que, en efecto, la izquierda, pase por franquista a los ojos de esas masas que no pertenecen ni cotizan a sindicatos, que no militan en partidos, que se apoltronan ante la televisión cuando acaban de trabajar si tienen trabajo, o que se alienan con ella para olvidar que están parados y han de vivir malamente de chapuzas con las que sumar algún duro a los pocos que cobran de un seguro de desempleo, que la UCD quiere reducir en su duración.

Los espacios dedicados a la «remodelación», a justificarla, son, en todos los medios, mucho mayores -muchísimo más- que los dedicados a las críticas de la oposición. Y cuando Abril dice que es natural que la oposición se queje porque lo que querría es gobernar ella, está utilizando la técnica de Vizcaíno Casas y Sautier Casaseca entreverados. Está diciendo algo que parece cierto, pero con lo que no se responde a las críticas de la oposición, sino que se manipula la verdad para hacer de ella una coartada.

Creo que la oposición haría bien en tomarse el trabajo de desmontar esas tácticas del partido del Gobierno, explicando las cosas, denunciando las falsedades que ocultan ciertas maneras de hablar. Y haría mejor aún si comprendiera que lo de UCD -o sus sucedáneos, que hay muchos, con Fraga o sin él, con la derecha que queda aún a la derecha de Fraga, con las dudas de los «socialdemócratas» y «liberales» entre comillas, por supuesto, que siempre resuelven decantándose a la derecha de sus intereses de clase, etcétera- va para largo y que, por tanto, en la guerra como en la guerra, cuanta más competencia informativa en los medios de comunicación de masas, mejor.

Porque el cinismo se ampara en la impunidad. Y es la impunidad lo que urge romper.

Vicent Ventura es periodista, dirigente y iniembro fundador del Partido Socialista del País Valenciano.

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