El ministro de contracultura
Ricardo de la Cierva me parece a mí que va siendo ya el ministro de Contracultura, no porque siga los enunciados contraculturales y californianos de Paul Goddman, Norman Brown y Alan Watts, sino sencillamente porque es un ministro que le hace la contra a la cultura.Su antecesor, Clavero Arévalo, había dejado firmados autorizaciones y dineros para que tres españoles excepcionales -Aranguren, Juan Benet, José Hierro- viajaran a Chicago, donde se ha celebrado algo así como un importante simposio sobre la cultura española. Nuestro primer ensayista, nuestro primer poeta y nuestro primer narrador de vanguardia iban a ser -han sido- los tres lanceros bengalíes de la cultura viva española en la alta ocasión de Chicago. Pero han estado a punto de no serlo, porque Ricardo de la Cierva, a la vista de la papela de su predecesor, les dijo que no, nada, que no hay pasta, o sea, presupuesto, fondos, lo siento, otra vez será. El Ministerio de Asuntos Exteriores tuvo que hacerse cargo del viaje y los viajeros, poner la pela larga (aunque los escritores son gente de pela corta y siempre salen baratos) y dejar bien a España. ¿Qué quería don Cierva: desautorizar a su amigo, colega, compañero en el cargo, ya que no en el tiempo? ¿Ahorrarse una pasta que quizá necesita para inaugurar bibliotecas infantiles en fascículos por la parte de Murcia? ¿Dejar castigados sin picnic cultural a tres intelectuales españoles que no le molan ni le asesoran? A lo mejor puede que todo a la vez.
Acabo de escribir en esta columna sobre la necesaria recuperación de ese Gibraltar cultural español que emerge en el corazón de Londres, despiezado cada semana en las subastas de la Sotheby's. La pastizara ministerial debiera estar ya camino de Londres, pujando por la carta del rey Fernando el Católico. Pero no es sólo que se nos trocee la España histórica, sino también la cultura viva, porque cuando el anciano Régimen, historiado por este ministro/ historiador, todo el rato estábamos mandando a América a don Federico García-Sanchiz, que era un verbicursi. Y ahora Ricardo de la Cierva secuestra administrativamente al nieto feo de Unamuno y Marx, don José Luis Aranguren, al tigre joven y sempiterno de la poesía española, José Hierro, cuya fosforescencia de verso y verbo no se ha extinguido en cuarenta años, al prosista que ha lentificado el barroquismo español, Juan Benet, y ha anglosajonizado un par de generaciones literarias (lo que nada tiene que ver con la escuela narrativa del aburrimiento, que de él se reclama en vano), Ricardo de la Cierva ha vuelto a tropezar en la misma piedra de Sísifo, y nunca cae en la cuenta de que él no es Sísifo.
Me lo decía ayer una señora de media tarde en un cóctel de medio pelo:
-Umbral, dime un historiador que pueda hacer de verdad la Historia contemporánea de España.
-Tuñón de Lara.
-¿Y dónde está?
-En Pau, Francia.
hizo fusilar a 70.000 personas en Andalucía?
en Andalucía?
-Eso, quizá baste con consultar el Cierva.
-Es que no lo trae.
-Se le habrá pasado a don Ricardo.
Ricardo de la Cierva, historiador al que se le pueden traspapelar setenta mil muertos, cosa disculpable, dado el jaleo de fichas y de muertos en que anda siempre, que no deja a la criada que le cambie un muerto de sitio, don Ricardo, digo, no puede, en cambio, traspapelar/secuestrar a tres españoles vivos y milagrosos. Milagrosos porque hacen milagros literarios y porque están vivos de milagro.
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