Curro Alvarez y Curro Claros, heridos por los garciarromeros
Salieron dos garcíarromeros, en plan sustitutos, y se llevaron a otros tantos hombres por delante. Curro Alvarez y Curro Claros cayeron en la candente: Curro Claros, como si la caída se hubiera producido desde un tercer piso. Le ocurre el percance a cualquier otro ciudadano y lo tienen que recoger con pala. La cogida se alinea entre las más impresionantes que se pueden recordar.Por cojo devolvieron al corral al quinto, y en su lugar apareció el garcíarromero, hondo, cuajado, cornalón, avanto, reservón y escarbador. En una de sus escapadas a terrenos del cuarto fue a buscarlo Curro Claros, que llevaba una tarde valentísima y torera. Tras unos capotazos eficaces logró medio fijarlo en el tercio y escapó a saltar la barrera pero le resbaló el pie en el estribo. La bestia se percató de la anomalía y, si tendría sentido, pegó una arrancada terrible, derrotó sobre el torero, lanzándole a la altura de la cuarta fila de tendido; rebotó Claros en las tablas y, para su mala fortuna, en lugar de ir a parar al callejón cayó al ruedo, pero apenas llegó a rozarlo porque el garcíarromero le empitonó de nuevo con salvaje instinto, y como un pelele lo arrojó a muchos metros más allá.
Plaza de Las Ventas
Cuatro toros de Murteira Grave, bien presentados, astifinos, deslucidos, salvo el tercero. Primero y cuarto, de García Romero, muy serios y difíciles. Pascual Mezquita: estocada corta (silencio). Estocada (silencio). Alfonso Galán: estocada atravesadísima, que asoma, pinchazo, media estocada baja, aviso con un minuto de retraso y nueve descabellos (silencio). Pinchazo bajísimo, estocada y seis descabellos (silencio). Tomás Campuzano: estocada corta, delantera y caída, y rueda de peones (petición y dos vueltas). Estocada, rueda de peones y dos descabellos (vuelta por su cuenta). Curro Alvarez sufrió cornada en un muslo de quince centímetros, que produjo destrozos en recto anterior y vasto interno (menos grave). Curro Claros sufrió cornada de quince centímetros con entrada por cara posterior del muslo izquierdo y salida por región escrotal derecha (menos grave).
A la consternación por la cogida sucedió una bronca sostenida contra Alfonso Galán, porque estando muy cerquita del lugar del suceso no acertó a hacer el quite. El público no se lo perdonó, aunque, con la muleta, el diestro porfiara con tesón para sacar partido a este toro difícil, que permanecía a la defensiva. En su otro enemigo, no precisamente de carril aunque manejable por el pitón derecho, recorrió todo el ruedo hasta que encontró el sitio de enjaretar varios derechazos mediocres dando tablas a la res. No gustó.
La cuadrilla del arte debutaba como tal y uno de sus componentes, Curro Alvarez, fue la otra víctima de los garcíarromeros. Curro, nos pareció que muy nervioso, se afanaba en la brega, a cambio de varios achuchones, y en uno de ellos resultó volteado y herido de importancia. Ese toro, que abrió plaza, también era difícil; se frenaba de salida y podía quedarse en el centro de la suerte, como sucedió. De ahí el mérito de Eliseo Capilla, que lo paró en los medios con capotazos eficaces, de mucho temple. Luego, las posibilidades de lucimiento no abundaron y en banderillas, tanto Capilla como Honrubia parearon con valor,
La experiencia fue muy interesante y demostró que unos subalternos, dispuestos a desarrollar su cometido con oficio y arte, pueden producir el espectáculo total que siempre debe ser la lidia. Pero todos los empeños son vanos si la cuadra de caballos de picar es tan lamentable como la que se utiliza en Las Ventas. Mientras esto no cambie, aquí no ha cambiado nada. Estamos donde estábamos, por mucho que Victorino se esmere en seleccionar ganado de trapío. El jaquiburro ese que recula, se pega a las tablas, a lo mejor muerde y lo sacan en casi todos los primeros tercios, es cualquier cosa menos un caballo de picar. Y los restantes equinos no le mejoran demasiado. El gran espectáculo de la suerte de varas se convierte, de esta guisa, en un suceso lamentable.
Pascual Mezquita, jefe de la cuadrilla del arte, aguantó con valor los atrangatones del primero, que se vencía, y no pudo acoplarse con el cuarto, que era distraído, fue a menos y acabó pegando tornillazos. Como se ve, la corrida no salió precisamente fácil. Pero hubo un toro muy bueno, el tercero, y ése lo aprovechó bien Campuzano, primero con unas excelentes verónicas en los medios, rodilla en tierra, rematadas con larga, y luego con dos series de naturales, reposada, cadenciosa, artística, la segunda -en la primera metía excesivamente el pico-, ambas rematadas a ley con el de pecho. Con la derecha bajó la calidad de la faena y, encima, se tumbó el toro, que tenía poca fuerza. Por ahí -y por la mala estocada- perdió los puntos precisos para merecer la oreja que parte del público pidió con desaforada insistencia. El sexto ya era otro cantar, pues desarrollaba sentido, pero Campuzano consiguió sacarle algunos pases estimables, entre coladas y derrotes. Remató así, con mucha dignidad, una corrida que transcurrió con emoción y momentos de gran interés. Campuzano debería quedar anotado para volver a Las Ventas. Y Pascual Mezquita. Y la cuadrilla del arte. Y casi todo, menos esa cuadra infame, y los garcíarromeros, que salen a coger, y coger.
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