La coyuntura económica, según las familias españolas
Al recorrer los primeros pasos en la nueva década no puede afirmarse ciertamente que la opinión de las familias españolas sobre la economía en la que actúan fuese favorable. Por el contrario, y coincidiendo con las opiniones empresariales, la encuesta realizada a las familias ratifica la baja calificación que el momento económico presenta y la existencia de preocupantes expectativas sobre el futuro. Quizá la mejor manera de expresar lacónicamente estas apreciaciones sea la de afirmar que el índice que resume esas opiniones familiares -el índice del sentimiento del consumidor (2)- alcanzaba el valor 63 (1976= 100), que es el más bajo de todos los que el índice arroja a lo largo de su evolución en años anteriores. De otra parte, ese índice negativo general constituye la agregación de un conjunto de apreciaciones de los consumidores, negativas también que pueden concretarse en tres afirmaciones fundamentales:1. Los consumidores son pesimistas sobre la demanda de bienes duraderos, pues la mayoría cree que es mal momento para comprar.
2. La mayoría también opina que su economía personal y la del país se han deteriorado a lo largo de los últimos doce meses.
3. Sus pronósticos apuntan aun empeoramiento en los próximos meses de 1980. Cuantifican esta opinión las siguientes cifras: valoración del momento de compra de bienes duraderos, 61; situación económica familiar respecto al pasado, 77; expectativas particulares para el próximo año, 86; valoración de la marcha de la economía del país en relación al año 1979, 31, y previsión sobre su evolución en la. segunda parte de 1980, 59. Al mismo tiempo, estas cifras señalan las amplias diferencias que se detectan al analizar la valoración que las familias españolas hacen de los dos aspectos de la economía sometidos a su opinión: la economía particular y la economía española.
El camino psicológico de una crisis: tres etapas
Ofrecer la respuesta del público a la crisis, en un momento determinado de la misma, puede ser de interés, pero, sin duda, mucho menor que el que tiene que seguir las variaciones de las actitudes sociales medidas por la evolución del índice que las sintetiza y cuyos cambios, desde mayo de 1976, el lector tiene representados en el gráfico número uno. Desde el comienzo de los sondeos -ya en plena crisis-, el índice del sentimiento del consumidor (ISC) en ningún momento supera el valor ciento, y traduce a nivel psicológico la importancia y extensión de la crisis económica. En su dimensión temporal, la evidencia de los hechos ha demostrado a la sociedad española que se encuentra en presencia de una crisis profunda, y no frente a momentáneos retrasos dentro de una larga onda de prosperidad. El español ha entrado en 1980 con una experiencia de seis años de preocupaciones que desde 1976 se refleja en los valoresy la evolución del ISC y las respuestas del último sondeo muestran que la mayoría no prevé cambios positivos para 1980 (gráfico l).
Sin embargo, el ISC ha observado oscilaciones desde el comienzo de su elaboración que matizan la opinión de las familias españolas a lo largo de la crisis y que permiten establecer varias etapas claramente distintas.
Primera etapa. Desde mayo de 1976 a octubre de 1977 se observa una caída del índice, que tiene su excepción en mayo de 1977. El trabajo de campo (recogida de respuestas) en este sondeo coincidió con la campaña electoral del 15 de junio, que, sin duda, había despertado injustificadas esperanzas en un rápido y «mágico» cambio en la vida cotidiana de cada uno. La recuperación del ISC respondió a la ilusión de un hito histórico y los hechos condujeron a una rápida y profunda caída de los valores del ISC, que en octubre de 1977 alcanzó un mínimo que se mantiene corno tal hasta -febrero de 1980. A nivel psicológico, este fue Í el momento peor de la crisis. La evolución del índice de malestar, recogida en la parte inferior del gráfico, revela que en esta ocasión sí existía unafuerte relación entre los datos subjetivos y los objetivos, basados en las tásas de inflación y paro. Al fuerte aumento de los precios en los meses de junio, julio y agosto de 1977, con tasas mensuales que, elevadas al año, se aproximaban a tasas usuales en economías tercermundistas, se añadía el paro que seguía creciendo, no obstante aquella inflación.
Segunda etapa. Los sondeos siguientes a octubre de 1977 muestran un cambio positivo en la tendencia del ISC, y en 1978 el ISC gana diedinueve puntos sobre su último valor de 1977. ¿Cuáles fueron las causas de esta relativa mejoría en la confianza del público? Dos son los factores que se sitúan detrás de esta recuperación. De una parte, como el índice de malestar recoge, la caída de la tasa de inflación a lo largo del año 1978 es notable, y aunque el problema del paro no se corrige, pasado el primer trimestre su crecimiento se atenúa. De otra parte, la firma de los acuerdos de la moncloa por « todas las fuerzas políticas parlamentarias introduce un elemento de autoridad, basada en el consenso, para instrumentar una política económica que oriente el comportamiento de loe distintos agentes económicos. En esta etapa, 1978, importa señalar la amplia ganancia de la valoración del público respecto a la marcha de la economía española, que es muy superior a la mejora del ISC y de la opinión sobre la propia economía, y así, en octubre de 1978 hay prácticamente una coincidencia entre la evaluación de la economía particular y la del país.
Tercera etapa. Pero el cierre de 1978 trae un nuevo cambio a peor en la tendencia del ISC, y durante 1979 se pierden dieciséis de los diecinueve puntos costosamente gana dos durante el año anterior, y las expectativas de cara a 1980 dejan pocas esperanzas de una rápida me jora del ISC, que los nuevos datos de febrero ratifican. Esta nueva intensificación de las actitudes pesimistas se basa fundamentalmente -como el gráfico revela- en la caída de la confianza en la evolución de la economía del país, más que en la situación personal de los entrevistados. Los datos objetivos que integran el índice del malestar recogen un rebrote de las tensiones alcistas de los precios al consumo y el crecimiento de tasa de desempleo; pero la evolución de este índice por sí solo durante 1979 no parecía justificar una caída tan fuerte del ISC. Sin embargo, si se observa la distinta evolución de los componentes del ISC, se constata que la valoración que las familias españolas hacen de la marcha de la economía española es básicamente responsable de la caída del valor del índice, mientras que su experiencia personal les hace ser relativamente menos pesimistas respecto a la economía particular y estar más de acuerdo con los datos del índice de malestar.
Otra característica notable que el gráfico 1 muestra es la diferencia de las oscilaciones de la opinión sobre la situación económica personal y la general del país, auque las variaciones de uno y otro componente del ISC se comporten en el mismo sentido en el período. La evaluación de la economía familiar es negativa -inferior a ciento en todos los sondeos-, pero los valores de este componente están próximos a la situación de equilibrio, mientras que la apreciación de la economía española es notablemente peor. El segundo dato que importa señalar es la ampliación progresiva de la discrepancia entre la marcha de la economica familiar y la del país.
La marcha de las economías familiar y nacional vistas por el consumidor
Dos son las conclusiones que sepueden inferir de esta distinta apreciación de los consumidores:
1. La experiencia directa que las familias tienen de cómo marcha la economía no es buena, por lo cual su valoración personal es negativa; pero buena parte de los consumidores han logrado indiciar sus ingresos y realmente su capacidad económica no ha disminuido o lo ha hecho poco; en consecuencia, la mayoría cree que su economía está estancada.
2. La generalidad de la población observa con creciente preocupación el aumento del paro, la criisis de diversos sectores industriales -lo que hace temer mayor desempleo en el futuro- y un rebrote de las tensiones alcistas que la sostenida amenaza detalza de los precios del petróleo alimenta, por lo cual la mayoría piensa que la economía del país se encuentra en un proceso de deterioró continuo.
El conocimiento y valoración de la política económica por los consumidores
Estas valoraciones se corresponden en el juicio negativo de los consumidores de la política económica que se concreta en dos puntos:
1. Una importante proporción de los consumidores desconflan de la eficacia de la política económica del Gobierno -un 60% creen que no hace nada o poco, frente a un 9% que opinan que hace todo lo posible, y un 31%, que podría hacer más.
2. Una amplia mayoría desconoce la existencia de unas medidas que remedien la crisis y, así, en octubre de 1979, sólo un 19% tenían conocimiento del Programa Económico del Gobierno. La escasa difusión de las medidas de política económica, y el deterioro de la imagen de eticícia de la Administración introducen un importante factor psicológico en los motivos para la mala valoración que las familias hacen de la economía española.
Las diferencias de opinión de los consumidores con rentas elevadas y con rentas reducidas
La encuesta muestra también cómo la crisis ha afectado desigualmentea los distintos grupos sociales, pues sus datos revelan:
1. La apreciación de la economía personal por las familias del nivel superior de renta que se mantiene en tomo al valor ciento, que traduce un equilibrio entre respuestas positivas y negativas muy por encima de la valoración que de su economía hacen los más pobres.
2. Esta discriminación se acentúa en los últimos sondeos.
3. Al contrario de lo que sucede entre las familias de menores ingresos, el estrato con mayor capacidad económica observa con mayor temor la evolución de. la economía del país que la suya propia y, además, su valoración de la misma es relativamente peor que la de las personas de menores ingresos hasta octubre de 1977. La opinión mayoritaria de los primeros es que la economía del país se encuentra en un proceso de deterioro continuo -la situación es peor que en el pasado y se prevé que en los meses siguientes seguirá empeorando.
4. Durante 1978 coinciden ambos grupos en una relativa mejora de sus opiniones, pero esta tendencia se rompe en 1979, y a lo largo del último año vuelve a caer el índice que mide la valoración de la marcha económica delpaís de uno y otro grupo.
5. A diferencia de lo ocurrido entre mayo de 1976 y octubre de 1977, los de mayores y menores ingresos se igualan en elpesimismo con que contemplan las consecuencias de la crisis sobre la economía del país.
Estas diferencias en las respuestas, según la renta, señalan que en el balance personal sobre la crisis influyen dos factores. De un lado, la situación económica familiar, que, obviamente, es mejor para los del estrato superior, pues su presencia en ese estrato superior de la muestra revela que su pérdida de capacidad no ha sido grave y mantienen una posición relativamente mejor que la de los grupos de menor renta; además, la evolución de los índices respectivos prueba que esta ventaja, al menos a nivel psicológico, está aumentando en los últimos sondeos. Por otra parte, fuera de su propia experiencia personal, el público ve unos problemas que le preocupan como miembro de la comunidad en que vive, y si muchos han logrado privadamente defenderse de la crisis, como ciudadanos perciben que el país no ha conseguido protegerse y las consecuencias de ello, al final llegarán a alcanzarle. Los datos más recientes señalan que, cuando se trata de juzgar la evolución de la economía del país, hay total coincidencia en las previsiones pesimistas, con independencia de la propia situación económica.
Tres causas básicas del malestar económica
Tres problemas básicos para la convivencia social: paro, precios e inseguridad ciudadana ocupan los primeros puestos en la ordenación de los motivos de las preocupaciones de las familias españolas y constituyen, sin duda, destacadas causas de su bajo ISC. Inmediatamente después son seguidos por el temor al cierre de las empresas y, a cierta distancia, la opinión pública sitúa la conflictividad laboral, mientras la contaminación y la falta de una adecuada infraestructura urbana preocupan relativamente poco.
Las oscilaciones de esta relación de problemas han sido pequeñas desde mayo de 1976. En aquel sondeo, la inflación ocupaba el primer puesto, por delante del paro, pero, a partir de febrero de 1977, la presencia del desempleo en nuestra sociedad se hace patente, a una proporción cada vez superior de familias, y precede de modo inequívoco a todos los demás problemas, incluida la inflación. Aunque las alzas de los precios incidan sobre todos los consumidores y el paro sólo sobre una parte relativamente pequeña de la población, a nivel psicológico estos problemas preocupan de modo distinto a los individuos que creen que tienen posibilidades de defenderse de la inflación, bien presionando para indiciar sus ingresos, reduciendo su demanda o pasando a comprar bienes inferiores. Sin embargo, frente a la falta de puestos de trabajo, el campo de libertad de su comportamiento individual es muy estrecho y no sabe cómo actuar.
Por otra parte, los datos de la encuesta señalan: 1) el aumento constante de la percepción de paro en el entorno de los entrevistados, y 2) un grado mayor de certeza de que el desempleo aumentará. Una tasa anual de aumento de percepción del paro de 42% entre febrero de 1977 a febrero de 1980 revela la creciente presencia del desempleo en el entorno de las familias. Además, la debilidad de la empresa española en la actual coyuntura es un hecho reconocido tanto por los propios empresarios de la muestra como por los asalariados. Un 32% de los primeros y un 24% de los segundos dicen que no obtienen beneficios o tienen pérdidas las empresas donde trabajan. en otras palabras, son negocios peligrosamente próximos a desaparecer. Según este dato, no es exagerado pensar que alrededor de la cuarta parte de las empresas están atravesando una situación difícil, que justifica: 1) el temor al cierre y a la pérdida del puesto de trabajo y 2) la creciente proporción de personas que pronostican un aumento del paro, fielmente recogida en la evolución del - índice (cuadro 1) de expectativas del paro. La continúa erosión del poder adquisitivo del dinero es el problema valorado en segundo lugar por la mayoría de la población. La inflación es viejo conocido de los consumidores españoles, que se han acostumbrado a convivir mal que bien con ella. Pérdida de la propensión a fórmulas tradicionales de ahorro y preferencia por inversiones reales, alta tasa de endeudamiento, adelantar compras y, sobre todo, procurar indiciar sus ingresos señalan por dónde ha caminado la conducta del consumidor. De este modo, los perceptores de rentas fijas -o próximas a serlo- han sido los grandes perdedores de la crisis, con los parados o jóvenes sin encontrar su primer puesto de trabajo. Según la encuesta, práctitamente nadie cree que sea posible mantener los precios estables, y la duda se establece en relación a la tasa de inflación. Durante 1978, el público esperaba un aumento inferior al de 1977, pero, durante el último año, ha habido un nuevo rebrote de las expectativas alcistas y, aunque los datos objetivos de 1979 no confirmaron tales pronósticos, la mayoría de las familias cerró el año pensando que los precios subirán, en 1980, más que en 1979. El incremento del índice de precios al .consumo en enero justificaría aquellos temores. Estas expectativas se traducen en las actitudes de los consumidores hacia la compra de bienes discrecionales o duraderos y en la caída del ISC. Tanto quienes creen que es un buen momento para comprar, como quienes lo ven desfavorable, basan su opinión en la inflación y, a pesar de que la proporción de familias inclinadas a comprar está disminuyendo, la mayoría de las familias de mayores ingresos coinciden que es un buen momento porque los precios de los bienes que hoy adquieren subirán más en los próximos meses.
La delincuencia ocupa el tercer lugar en el orden de los problemas y su importancia ha venido ganando posiciones desde el primer sondeo, de tal modo que para algún segmento de la población -personas mayores, clase social alta- se sitúa al mismo nivel que la inflación. El aumento de algunas formas de delito ha sido notable y la inseguridad ciudadana se ha extendido a amplias zonas de población, sobre todo en las grandes ciudades, donde las nuevas fórmulas de delincuencia generan un sentimiento de indefensión que amplía los efectos que pudiera esperarse de los datos objetivos de victimización. Este problema añade un factor no estrictamente económico a la definición que el público hace de la situación, contribuyendo a la opinión negativa sobre la evolución de la economía del país.
Las opiniones del consumidor español y de los consumidores europeos
¿El perfil psicológico del consumidor español responde a unos datos excepcionales en Europa?
Los resultados de la encuesta a los consumidores en la CEE (3) permiten dar una respuesta negativa. Aunque puedan encontrarse matizaciones importantes entre las respuestas de los españoles y los ciudadanos de la CEE, el pesimismo con que los europeos contemplan la evolución de la economía es muy parecido, porque, en definitiva, responde a causas comunes: inflación y desempleo.
1. En la CEE el índice global toma un valor prácticamente igual de 1974, con unas diferencias entre los componentes del índice que importa subrayar. Mientras la comparación de la situación actual con la de los meses anteriores muestra un resultado ligeramente mejor en el primer trimestre de 1980 que en 1974, los pronósticos europeos en 1980 son incluso más pesimistas que en 1974. En España hay un claro desfase temporal en el proceso de la crisis, y el valor mínimo del ISC se encontraba en octubre de 1977, mientras en Europa se sitúa al comienzo de 1974. Respecto a ese valor, el sondeo de febrero de 1980 recoge una pérdida incluso más intensa que la europea. Siguiendo por tanto caminos parecidos, los consumidores europeos han percibido un agravamiento de la crisis iniciada en 1974 con la OPEP I y prevén, con generalidad, una evolución negativa de las economías de sus respectivos países a causa del nuevo replanteamiento de. precios generado por la OPEP II.
2. Las oscilaciones del ISC español han sido más amplias en España, entre otras causas por:
1.º Una adecuación de las actitudes a los datos objetivos de la crisis en un plazo menor. 2.º La influencia del entorno político que ha dictado sus condiciones a la economía en una dificil etapa de transición, y creando esperanzas y temores, basados, a veces, más en los componentes ideológicos de las personas que en el análisis de los datos.
3. Una distribución personal de la renta más desigual, un menor desarrollo económico que el europeo, una estructura demográfica más joven, han influido: a) en una mayor desigualdad de las opiniones entre los distintos grupos sociales, sobre todo, entre las personas de estrato social diferente, y b) en una caída más profunda de la valoración del momento de compra, lo cual conlleva a que la recesión en la demanda de bienes discrecionales sea más importante que en Europa.
4. La acusada diferencia que en España se registra entre la valoración de la situación familiar y la general del país recoge un hecho de la mayor importancia, que diferencia el ajuste a la crisis de la economía española y el de las restantes economías europeas. España está realizando un profundo proceso de cambio político en plena crisis económica internacional, lo que no es común a otros países de Europa. Los consumidores manifiestan una gran sensibilidad ante el futuro económico del país, que no sólo depende de variables económicas, y cuestionan muy seriamente la eficacia de la política económica aplicada.
Las cuatro características anteriores recortan un año 1980 cargado de preocupaciones y de incertidumbres. Los consumidores señalan a través de sus respuestas cuáles son los temas que les preocupan y las inseguridades que les amenazan. Sería bueno que este mensaje se recogiese por la política económica, para dar una respuesta coherente y decidida que evite el ahondamiento de la crisis en 1980 que los consumidores perciben y temen.
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