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Tribuna
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El desencanto de la eficacia

El 32º Congreso de la Unión General de Trabajadores quedará hoy saldado con la imposición de su aparato oficial sobre las diversas corrientes imperantes en su seno. Como balance político el acierto parece probado. Como ejercicio sindical, el desencanto de la eficacia que personifica un sindicalista como José María Zufiaúr, si es que no se superan las dudas que anoche aún persistían sobre su inclusión en la nueva ejecutiva, puede afectar a las filas ugetistas.Un hombre, José María Zufiaur, procedente de las filas de la Unión Sindical Obrera original, aquella formación que durante la lucha contra el franquismo alcanzó un protagonismo merecedor de ser recordado y reconocido por la historia, puede ser sacrificado en aras de unos intereses en lucha por el poder de una central sindical que, en buena medida, hoy es lo que es por la colaboración de José María Zufiaúr, y otros nombres llegados al sindicato desde la USO.

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El actual protagonismo de UGT en las relaciones laborales de este país y la imagen de negociador y responsable que hoy ofrece este sindicato, comprensivo de la grave situación económica por la que atravesamos, es la rentabilidad inmediata a la firma del acuerdo-marco suscrito con la patronal. El contenido definitivo del Estatuto de los Trabajadores, generalmente aceptado por la clase obrera y, sin duda, el único posible con la actual derecha que en este país supervive a la anterior etapa política, ha sido también posible merced a la presencia negociadora de la UGT, en perfecto maridaje con el apoyo político obtenido del partido socialista.

Ambos logros son, en primera instancia, el fruto de una gestión de la ejecutiva ugetista, aprobada mayoritariamente (sólo un 1,97% de los votos del congreso se manifestaron en contra, mientras la abstención no alcanzaba el 8 %) por el mismo congreso que ha permitido la consideración de unos votos de censura contra determinados miembros de dicha ejecutiva, entre ellos José María Zufiáur.

Pero, si de la gestión de la ejecutiva todos sus miembros son solidarios, la presencia entre ellos de José María Zufiáur, artífice de las inagotables negociaciones con la CEOE para suscribir el acuerdo-marco, finalmente aceptado por el congreso, ha sido fundamental para dicho logro.

La paradoja, pues, resulta evidente y tan sólo cabe como explicación para la ingratitud que supone el que tan sólo un 53,96% de los votos se manifestaran contra la censura expresada hacia José María Zufiaúr (mientras que sus detractores sumaban un 25,37%, y otro 20,66% se abstuviera) la existencia de una incompatibilidad personal con alguien que procedente de la USO no representa la fidelidad ciega al PSOE que otras tendencias se empeñan en mantener a ultranza. Quizá la mayor culpa de José María Zufiaúr sea su procedencia. Pero por encima de carismas y aún con olvido de pequeñas diferencias personales, el criterio político de la máxima cabeza de la dirección del sindicato, Nicolás Redondo, debería imponerse para hacer posible la recuperación de la eficacia que personifica José María Zufiaur.

No se trata únicamente de defender una trayectoria sindical y un comportamiento humano tan determinantes a la hora de valorar el lugar que hoy ocupa la central socialista. Razones políticas parecen aconsejar, siquiera sea por coherencia, que quien propugna el predominio de la actividad sindical sobre el ejercicio político, como es el caso de Nicolás Redondo, no deje fuera de su equipo a quien reúne ambas características. De otra parte, la aplicación y desarrollo que aún queda por cubrir del acuerdo-marco requiere la permanencia de sus artífices. Zufiaúr, sin embargo, no parece en disposición de imponer otros compañeros de viaje y quizá debería evitar situaciones límite que impidan un deseable esfuerzo de Redondo por mantener su presencia en la nueva dirección.

¿Cómo se puede congeniar la declaración de intenciones en cuanto a lograr una pluralidad y diversificación ideológica de las que hoy carece la UGT, con la práctica de una discriminación política que excluyera la eficacia por proceder de otras formaciones al margen de la que hoy predomina en el sindicato?

A propósito de las tensiones que rodearon al plebiscito final sobre la gestión de la ejecutiva, uno de sus miembros, caracterizado por su alejamiento de las luchas por el poder y por su peso ideológico dentro de la organización, comentaba en los pasillos del Congreso que, «mientras la Seguridad Social no cubra la asistencia siquiátrica, la catarsis que suponen estas reuniones es necesaria para la sanidad mental del país».

Este jocoso comentario parece cobrar realidad ante la votación que hoy habrá de conformar la nueva ejecutiva ugetista. Nicolás Redondo aún está a tiempo de alinear sus declaraciones de intenciones con la práctica de los hechos.

Un compromiso político del dirigente ugetista aún puede evitar que la exclusión de José María Zufiaur del aparato de la central, fomente el desencanto de quienes han aceptado el reto de hacer de la Unión General de Trabajadores una central de masas, plural y diversa, en la que la militancia masiva rebaje de sobrecarga ideológica y política una organización cuyo campo de actuación es, ni más ni menos, la actividad sindical.

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