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"Bruja" infanticida, condenada en Portugal a veinticinco años de cárcel

No se trata de una leyenda medieval ni de un caso de histeria colectiva producto de la superstición y del oscurantismo. Una mujer, aún joven, mató a dos niños y aterrorizó durante meses una aldea con macabros rituales de magia negra.

El caso se inició en mar de 1979, en una aldea cercana a Abrantes, a doscientos kilómetros al noreste de Lisboa, a orillas del Tajo. La investigación tuvo como origen la muerte de una sobrina de la acusada, de dieciocho meses de edad. Se descubrió que la niña había sido envenenada con un pesticida y la policía empezó a recoger declaraciones de familiares y vecinos, hasta entonces reducidos al silencio por el terror inspirado por las brujerías de la principal sospechosa. Durante la noche llovían piedras sobre los tejados, animales domésticos y ganado sufrían enfermedades misteriosas y mortales, el vino y el aceite aparecían derramados como por encanto, se descubrían arroz y harina mezclados con venenos esparcidos por el suelo, imágenes religiosas profanadas.

El punto álgido del horror fue alcanzado con la exhumación del cadáver de un recién nacido, hijo de la bruja, muerto con ocho días de edad. La autopsia reveló que el niño Nuno Miquel había sido envenenado también con barbitúricos. En el proceso, que acaba de concluir con una condena de veinticinco años de prisión mayor, la policía portuguesa afirmó estar en presencia de uno de los casos más difíciles, extravagantes y macabros de los últimos años.

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