El "Stabat Mater" de Szymanowski

En enero de 1978, la Orquesta de RTVE programó la Sinfonía tercera (Canto de la noche), de Karol Szymanowski, obra que antecede en trece años al Stabat Mater, dirigido ahora por Aldo Ceccato. Dentro de dos años se celebrará el centenario del compositor polaco y ya empieza a notarse en el mundo musical una flexión favorable al mejor conocimiento de una personalidad fuerte y significativa. En ella se suman las viejas tradiciones polacas, rasgos derivados de lo popular y, lo que más importa, una «polonicidad» profunda «no hecha -como decía Szymanowski- de juguetes coloreados y trajes nacionales». Se trata del verdadero «polonismo de sentimiento», encarnado, de manera admirable, en Federico Chopín, del que Szymanowski se siente caluroso y lejano heredero. Músico viajero, espíritu europeísta, el autor de la tan conocida piececilla violinística La fuente de Aretusa no pudo dejar de percibir la obra de sus contemporáneos en Alemania, Francia o Italia. El Stabat Mater 1929 acusa un leve aire impresionista, pero su sensibilidad más parece relacionarse con la de un Caplet que con la del mismo Debussy a través de un misticismo intimista que, con razón, ha sido relacionado con el de ciertas páginas de Scriabin y que tendrá respuesta, salvando todo lo salvable, en las obras religiosas de Penderecki. Pues uno de los grandes valores de Szymanowski es el de servir de grande y, a la vez, sutil puente entre la herencia romántica y el modernismo de su país. Delectación por la belleza sonora -conseguida a través de una escritura muy clara de líneas-, regusto cromatista, expresivismo de matizados y nunca hirientes colores, aceptación de un pasado nacional que reivindica y modifica, profundo aliento emocional, carencia de vana retórica y espiritualismo selectivo son datos a anotar en el sumamente bello Stabat Mater. Se ha escrito que Szymanowski -es figura solitaria, «aparecida en el firmamento de la música de Polonia para brillar y desaparecer sin dejar discípulos, seguidores ni epígonos». Dudo bastante que tal afirmación sea cierta en un sentido riguroso. Lo que es indiscutible es el valor de Szymanowski, ante el que se rindió el público del Real después de la excelente versión ofrecida por la Sinfónica y Coro de RTVE, dirigidos por Ceccato y con la intervención de los solistas Judith Beckmann, Carol Wyatt y Peter-Christoph Runge.Una lírica traducción de Passacaglia op. 1, de Anton Webern, y una bien planteada y excelentemente sentida de la primera sinfonía de Brahms completaron el concierto de clausura de la temporada, que supuso un éxito grande para el maestro italiano invitado, así como para el coro, preparado por Pedro Pírfano, y la cada vez más flexible y con mejor calidad orquesta radiotelevisiva.