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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La nueva izquierda

El llamamiento del grupo de intelectuales, encabezado por Manuel Sacristán, a favor de la candidatura Unitat pel Socialisme para el Parlamento catalán (EL PAIS, 18 de marzo), contiene una convocatoria (poselectoral) a un debate abierto sobre las perspectivas de la revolución en España que no es posible -nobleza obliga- soslayar.Consideran los firmantes que la actuación unitaria de los partidos que integran dicha candidatura (PT, MC, LCR, OCE-BR) es un primer paso para la renovación de la política comunista. Mi punto de vista- por otra parte coincidente con las líneas generales del llamamiento- es que esta coalición representa uno de los últimos intentos de sobrevivencia de una forma obsoleta de entender y hacer política revolucionaria, y que su desaparición es condición, necesaria, pero no suficiente, para esa renovación de la teoría y práctica comunista que tantos compañeros reclaman.

Aunque el pasado fraccional y sectario de la izquierda revolución naria lleva a considerar como un bien necesario su superación, la unidad no es la panacea universal de los errores históricos -a los q ue también hemos contribuido los qué hoy estamos fuera- ni es garantía de futuro. Bastará, creo yo, con aludir a la experiencia próxima de las fusiones ORT-PT o del MC-OIC, por no remitir a experiencias anteriores, como las Juventúdes Unificadas, de Carrillo. Por lo que respecta a la Unitat pel Socialisme, pienso que se resume en un mero acto de pragmatismo electoralista, sin más fundamentos que el optimismo algebraico basado ent el espejismo del 3 % aditivo y el supuesto efecto multiplicador de la unidad. Nada, a mi entender, ha cambiado en los análisis y métodos de los grupos que hoy se coaligan, y me siento con derecho a pensar -desde mi experiencia con el PT- que estamos ante un nuevo maquiavelismo de vía estrecha, encaminado a satisfacer un explicable instinto de sobrevivencia de las camarillas que -en pequeña escala- reproducen los esquemas de poder.

Una formación capaz de descubrir, asumir e impulsar las diversas y, a menudo, contradictorias fuerzas de transformación radical de la sociedad, ha de ser el imago de la utopía revolucionaria; negación de esas prácticas de poder que han lastrado desde siempre a las vanguardias revolucionarias, alejadas cada vez más de la comuna de París. Ni camarillas, ni «iluminados-», ni liberados. La nueva Izquierda ha de surgir de las cenizas del pasado.

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