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Francia acusa a Cuba de intentar desestabilizar sus islas del Caribe

Desde que el pasado mes de octubre los ciclones Federica y David se cebaron de forma devastadora sobre la isla de Martinica, la situación social no ha dejado de empeorar en este departamento francés del mar Caribe. Otro tanto ha ocurrido en la «hermana gemela», la isla de Guadalupe. Y desde hace dos meses, el crescendo de todo tipo de contestación inquieta realmente al Gobierno de París, que, a 7.000 kilómetros de distancia, escucha los gritos de «independencia» y «autonomía». Como en el caso de Córcega, los responsables del Gobierno central ven en las «embestidas del exterior», desde Cuba concretamente, el detonante de la identidad martiniquesa y guadalupana.

La isla de Martinica, en el Caribe, tiene 1.100 kilómetros cuadrados, está habitada por 330.000 personas, goza del estatuto jurídico de departamento francés y, como tal, tiene un prefecto en la capital de la isla, Fort de France. El azúcar, los plátanos, especias y demás productos tropicales, más el turismo, constituyen su riqueza esencial, regularmente arrasada por las violentas tempestades tropicales y, sobre todo, por los ciclones. Desde mediados del siglo XVII, una de estas calamidades naturales se reproduce con una frecuencia media de ocho años.La mediocre situación económica, agravada el otoño último por el ciclón David, fue el, detonador de una situación que se ha agravado progresivamente. Los martiniqueses se consideran «abandonados» por París.

El paro obrero afecta al 35 % de la población activa. Las promesas sucesivas del Gobierno central o han sido incumplidas o recortadas a causa de la crisis. Los funcionarios (los privilegiados del centralismo parisiense) han sido víctimas también de la «tacañería» oficial cuando, semanas atrás, se les anunció la reduccion, en un 15%, de la prima de «vida cara» a la que eran acreedores. Estos últimos desencadenaron el proceso que en la actualidad preocupa a las autoridades francesas: de dos meses a esta parte, se multiplican las huelgas salvajes, los secuestros de patronos, la violencia.

"Acciones sediciosas"

El secretario de Estado encargado de estos departamentos transoceánicos, Paul Dijoud, respondió a la situación en términos tajantes: «En Martinica, actualmente, se están produciendo una serie de acciones de carácter sed¡cíoso que intentan desestabilizar el orden público.»La reacción de los antillanos indica que son contrarios a la «normalización» de la isla deseada por el Gobierno central. Existen en Martinica dos movimientos principales entre los que reclaman la independencia de la isla o la autonomía. La Confederación de los Sindicatos de Trabajadores Martiniqueses (CSTM) defiende la independencia, mientras el Partido Progresista Martiniqués (PPM) se ha pronunciado hasta la fecha por la autonomía. Pero la reacción «brutal» de París ha propiciado un acercamiento entre estos dos movimientos. La «bomba» independentista fue lanzada días pasados por el diputado Aimé Cesarie (uno de los tres de la isla), dirigente del ya referido PPM, partidario, en una primera fase, de la «departamentalización»; después, defensor de la autonomía, y hoy, a dos pasos de apoyar la separación total de la metrópoli: « Las colonias son como las frutas. Un día están maduras y caen. Estoy seguro que las Antillas serán independientes pronto.»

El problema socioeconómico de Martinica es similar al de las regiones periféricas francesas, pero agravado por la distancia: París favorece la emigración de los jóvenes (unos 6.000 anualmente) y la inmigración de los metropolitanos para diluir el sentimiento nacional « La situación económica», declara Aimé Cesaire, «plantea toda clase de problemas. Los jóvenes tienen que buscar trabajo en el exterior, mientras los negociantes europeos se instalan en la isla de manera creciente.. De seguir así, dentro de veinticinco años ya no habrá martiniqueses en la isla. Toda la indusiria autóctona ha sido liquidada y la inserción de la isla en el Mercado Común ha arruinado la economía azucarera, como consecuencia de la supresión de barreras aduaneras.» Para los autonomistas, el «proceso corso» de Martinica perfilado por París se desarrolla aceleradamente. Pero «las acusaciones del ministro Dijoud, afirmando que Fidel Castro interviene en la isla, han sido un paso en falso que, unido a la desastrosa situación económica, hacen que los mártiniqueses se planteen cuestiones. Este golpe ha despertado a muchos isleños aún no sensibilizados por su identidad propia».

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A 120 kilómetros de Martinica, el archipiélago de Guadalupe, integrado por nueve islas, también departamento francés, ofrece una evolución semejante. La Unión Popular para la Liberación de Guadalupe (UPLG) es el movimiento más representativo.

Martinica, Guadalupe, como Guyana, también francesa, pudiera no resistir la estrategia político-económico-social de París, que, al cabo de algunos lustros de realizarse, habrá vaciado a estas islas de la identidad específica que reciaman. Pero la distancia y el entorno son bazas favorables para los autóctonos. La fisonomía de las Caribes ha cambiado sustancialmente los últimos años: la independencia de otras islas, como Santa Lucía y Dominica; la Conferencia de los no alineados, en La Habana, en septiembre pasado, apoyando «la lucha anticolonialista de los pueblos de Guadalupe, Martinica y Guyana-franceses»; el vigoroso despertar cultural, representan bazas importantes para los defensores del «derecho a la diferencia».

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