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En busca de una nueva etapa en las relaciones España-Estados Unidos / 1

Madrid prepara la negociación de un nuevo tratadocon al margen de la cuestión OTAN

Las relaciones de España con Estados Unidos atraviesan un período de desconcierto como consecuencia de la nueva situación democrática española, de la crisis itinerante de las relaciones internacionales y de las equívocas actitudes diplomáticas de los Gobiernos de Washington y Madrid en sus respectivas acciones exteriores. En este marco poco estable v cambiante van a iniciarse el próximo día 18 de abril, las primeras conversaciones exploratorias hispano-norteamericanas para la renegociación del Tratado de Amistad y Cooperación vigente entre ambas partes y que caduca en septiembre de 1981.

Esta negociación arranca con posiciones de partida encontradas Washington considera que el Tratado debe firmarse y que además España debe ingresar en la OTAN y ello de manera paralela o simultánea, mientras Madrid, hoy por hoy, considera la negociación bilateral como prioritaria y no ligada al tema atlántico. Estas posiciones se desprenden, al menos, de las opiniones de primeros responsables de los departamentos de Estado y de Defensa norteamericanos y del palacio de Santa Cruz, donde, en la actualidad, se han elaborado los primeros informes preliminares sobre el futuro de las relaciones contractuales hispanonorteamericanas.En Washington y en Madrid se ha detectado que esta vez la negociación será dura, real, y (teniendo en cuenta el alcance defensivo del futuro tratado o acuerdo) estará necesitada de la pronta elaboración por parte española de un plan de defensa o de seguridad nacional (está en estudio el llamado objetivo de defensa conjunto).

En el nuevo diálogo, el Gobierno español tratará de conseguir, por primera vez, un acuerdo digno y equilibrado que haga olvidar los sinsabores de los contratos impuestos por Washington en años anteriores al pueblo español, aprovechando la debilidad política exterior del régimen de Franco, a quien dieron su apoyo incondicional.

En Washington, interlocutores válidos del departamento de Estado y del Pentágono insisten en que un nuevo tratado Estados Unidos-España nunca debe considerarse como sustitutivo del ingreso de España en la OTAN. La Administración Carter afirma que las dos cosas son complementarias, compatibles, y, a ser posible, casi simultáneas. No ven la posibilidad de que España se sitúe en la Alianza Atlántica y no en su sistema defensivo integrado (OTAN), al estilo del modelo francés, y añaden que, si la perspectiva OTAN forma parte de un proyecto real del Gobierno de Madrid, ésta debe ser tenida en cuenta durante la negociación.

En el Pentágono se dice: «Si España va a formar parte del Comité de Planes de Defensa de la Alianza, ello puede cambiar sensiblemente el contenido militar del tratado.» Tanto en el Departamento de Estado como en el Pentágono, se nos muestra la situación de Portugal y Grecia -ambos países en la OTAN y con tratados bilaterales con EEUU- como ejemplos asimilables al caso español.

En el palacio de Santa Cruz la posición es esta vez más firme y prudente. No se olvida, en los círculos próximos al ministro Oreja, la noche washingtoniana en la que Fernando María Castiella dijo «no» a un acuerdo leonino que le fue presentado por la parte americana, lo que luego le costó el cese fulminante de Franco. Se tiene también conciencia de que la situación democrática española permitirá una «otra» negociación muy distinta a las anteriores, y aunque se admite que la crisis de Irán y Afganistán puede ser utilizada por Washington para presionar moralmente sobre España, se añade que estas situaciones también revalorizan la posición estratégica hispana y la refuerzan para un diálogo que se aventura duro y largo.

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La posición española

En Madrid, en Asuntos Exteriores, el proceso se ve de la siguiente manera:

1. El Gobierno español considera necesario negociar un nuevo contrato con Estados Unidos y, en ningún caso, reconducir o prorrogar el vigente contrato que se afirma está desequilibrado en favor de Estados Unidos.

2. Al parecer, lo normal es que el nuevo contrato tenga rango de tratado, aunque no se excluye la posibilidad de que recupere ahora el anterior título de acuerdo, aunque con motivos diferentes. Es sabido que el Senado americano no parece dispuesto a prorrogar las llamadas grants o ayudas económicas como compensaciones en tratados bilaterales con otros Estados, y menos a España, que es un país democrático y desarrollado. La parte española tampoco desea recibir estas dádivas, difícilmente justificables en nuestro caso. Por ello, el título del contrato permanece abierto.

3. En el palacio de Santa Cruz se señala que la negociación del tratado debe permanecer completamente separada y al margen de la cuestión OTAN, a pesar de que Estados Unidos intentará una y otra vez plantear y llevar ambos temas de la mano. También se buscará la eliminación de toda mención a la OTAN en el texto.

4. En el nuevo contrato, España intentará conseguir un mayor control de la presencia de tropas y efectivos militares extranjeros en nuestro territorio. Se habla de la posibilidad de reducir esta presencia, y no se excluye la posibilidad de que se solicite el cierre de la base de Torrejón, muy próxima a la capital española, por los riesgos militares de enfrentamiento o accidente que incluye dicha base. Asimismo, se establecerá un mayor control en la utilización de las bases conjuntas por la parte americana para que su radio de acción se limite a la esfera occidental (el interés americano por el tratado bilateral vislumbra el «puente aéreo») y, por supuesto, se excluye la posibilidad de una cláusula de defensa automática conjunta de uno y otro Estado. Sí se establecerán consultas en caso de crisis.

5. Como contrapartidas a las facilidades militares que España ofrece, en Asuntos Exteriores se tiene la esperanza de desarrollar los capítulos de la cooperación tecnológica, financiera, comercial y cultural, y, por supuesto, la que se refiere a la aportación de material militar americano y cooperación académica, como cursillos, entrenamientos y operaciones conjuntas.

La falta de un plan de seguridad nacional

Este último tema, la cooperación militar americana, constituye un punto clave, que ha de influir en el contenido y filosofía del nuevo contrato. Hasta ahora, España cambiaba ciertas facilidades al Ejército americano por ayuda financiera y armamento de segunda o tercera mano ya usado, y muchas veces en muy malas condiciones. Ahora, la filosofía es bien distinta: el Gobierno tiene la intención de redactar un plan de defensa nacional (Objetivo de Defensa Conjunto), y una vez delimitadas las necesidades reales de la defensa, se pedirá a la parte americana una aportación proporcional de material bélico en buenas condiciones y que resulte eficaz para dicho plan.

La ausencia de un plan de seguridad nacional -que no sólo debería incluir los aspectos defensivos, sino también los sanitarios, de orden público de aprovisionamiento de energía y materias primas, etcétera- hace que las conversaciones exploratorias con Washington, que se iniciarán el próximo mes (y que tendrán un desarrollo más formal el otoño entrante y, sobre todo, cuando se conozca la nueva Administración americana tras las elecciones presidenciales- encuentren en el apartado de las compensaciones un vacío y un cierto desorden a la hora de delimitar el deseo hispano.

Este es un tema que, sin embargo, podría alcanzar una cierta velocidad en los próximos meses, si se confirma la reforma administrativa anunciada por Suárez, con una concentración de funciones en varios superministerios. Aquí, los rumores no excluyen la creación de un puesto de consejero de seguridad similar al que ostenta Brzezinsk; en Washington.

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