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López Portillo fija un tope a la producción mexicana de crudos

La decisión del presidente de México, José López Portillo, de fijar como techo máximo de la producción petrolera nacional la cifra de 2.700.000 barriles diarios está siendo minuciosamente analizada por los expertos nacionales y por las embajadas de los países clientes, o aspirantes a serlo, del crudo azteca. El tope establecido supone, en la práctica, la imposibilidad de nuevos contratos de exportación, en virtud del constante aumento de la demanda interna de productos derivados del petróleo.

La opinión más generalizada es que la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) ha sido la gran derrotada por la decisión presidencial. Todos los planteamientos de dicha entidad, incluidas algunas y costosas inversiones, estaban encaminados a operar con un limite de producción muy superior al decidido por López Portillo, y que algunas fuentes sitúan entre 3.500.000 y 3.750.000 barriles diarios. De acuerdo con los actuales ritmos de explotación, estas cifras serían fácilmente alcanzables antes de finalizar la presente Administración mexicana, en 1982.Criterios políticos, económicos y técnicos han pesado, indudablemente, en los planteamientos presidenciales. Primero, es preciso destacar que la decisión de López Portillo lleva implícita un espíritu conservacionista y moderado en la explotación de tan importante recurso energético. En los últimos meses, muchas habían sido las voces de alarma acerca de la «alegría» con que Pemex manejaba la extracción de crudos.

Desde el punto de vista económico, se han impuesto los criterios de la Secretaría de Patrimonio, en el sentido de que la afluencia masiva de dólares procedentes de las ventas petrolíferas en el exterior (si se hubiera decidido el aumento que Pemex deseaba en las cifras de producción) sería perjudicíal para la economía nacional, que ya sufre los primeros embates de una creciente inflación. Ha primado el criterio de que, con lo que se obtiene actualmente por la exportación de crudos, ingresan en México divisas suficientes para financiar los proyectos de desarrollo en marcha y para hacer frente al endeudamiento externo contraído por Pemex.

Ha sido importante también, en opinión de los expertos, el aspecto técnico de la cuestión. Es preciso tener en cuenta que las perspectivas actuales de extracción de crudos mexicanos son mayores en los yacimientos marinos que en los terrestres. El petróleo que se obtiene de aquellos pozos es de inferior calidad (mayor viscosidad, superior contenido de azufre) al terrestre. Un aumento en el techo de producción habría supuesto la oferta a los compradores extranjeros de crudo pesado básicamente, condición difícilmente aceptable, sin algún tipo de compensación.

De acuerdo con todos estos datos, la opinión de las fuentes consultadas es que se ha cerrado la llave a nuevos contratos de exportación, aunque los ya existentes han recibido una clara ratificación de que serán cumplidos. Los clientes actuales de Pemex (Brasil, Costa Rica, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Japón, Nicaragua y Yugoslavia) tienen asegurados los suministros contratados.

Desde el punto de vista español, la práctica limitación a las exportaciones que supone la decisión presidencial (y que se fija en 1.100.000 barriles diarios), aleja la posibilidad, acariciada por Petronor, de recibir a corto plazo suministros de crudos mexicanos. CEPSA e Hispanoil, que han contratado 60.000 y 100.000 barriles diarios, respectivamente (algo más del 16% de las necesidades nacionales), por un período de cinco años, recibirán las cifras pactadas.

Razones políticas aparte, lo evidente es que la potencialidad petrolífera de México se afianza cada día, como lo demuestran las cifras manejadas por las autoridades del país. Se producen diariamente cerca de 2.100.000 barriles de crudo y unos 3.500 millones de pies cúbicos diarios de gas.

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