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El viaje del cardenal Etchegaray a Pekín, primer paso de la normalización chino-vaticana

El viaje a China del cardenal Etchegaray, arzobispo de Marsella y presidente de la Conferencia Episcopal francesa, «es un paso muy importante hacia la normalización de las relaciones entre China y el Vaticano, pero aún no es la golondrina que anuncia necesariamente la primavera», declaró el padre David, portavoz del episcopado francés. Por primera vez desde hace un cuarto de siglo, un purpurado viaja a China invitado por las autoridades de Pekín.

Desde que llegó a Pekín, días pasados, el arzobispo de Marsella ha sido objeto por parte de las autoridades oficiales chinas de un trato especial, del que la prensa y la televisión oficiales han informado a los ciudadanos. Además de visitas a monumentos o centros sólo reservados a los huéspedes ilustres (anteayer pudo visitar excepcionalmente la tumba del padre Matteo Ricci, fundador en el siglo XVII de las misiones católicas en China), el purpurado francés se entrevistó en la capital china con personajes políticos y diplomáticos. Uno de éstos fue el ex embajador de China en Varsovia, experto en materia de relaciones de la Iglesia católica con Gobiernos socialistas. Al final de sus conversaciones con los responsables de Pekín, el cardenal Etchegaray declaró que el tema de las mismas estaba relacionado con la situación de la Iglesia católica en China y que los resultados habían sido «concretos» y, «positivos», según han informado fuentes francesas desde la capital china.

Intervención directa del Papa

Lo anterior no revestiría mayor importancia de no ser por la «calidad » del cardenal Etchegaray, que, en tanto que purpurado, no ha podido realizar este viaje sin la autorización expresa del papa Juan Pablo II y sin que este último, de antemano, conociera con cierto detalle el programa de la visita del arzobispo de Marsella. En esta dirección abundan las consideraciones del portavoz del episcopado francés, ya citado, que recordó las palabras del Papa, el pasado mes de agosto, evocando las preocupaciones que le inspiran al Vaticano la Iglesia china y el deseo de una aproximación.La misma fuente subrayó los obstáculos a superar aún para que un día se realice una normalización de relaciones China-Vaticano: «El viaje del cardenal Etchegaray es una esperanza que se convertirá en realidad dentro de años posiblemente», dijo. Existen dificultades diplomáticas, de práctica religiosa (actualmente sólo existen tres iglesias abiertas al culto en todo el territorio chino), y, por otra parte, los problemas que plantearía una iglesia que dependiera directamente del Vaticano, y esto en un país celoso de su independencia respecto a todos los poderes.

Sin embargo, los especialistas consideran que el problema más arduo lo constituye la existencia de una iglesia «subterránea» que, por añadidura, no mantiene buenas relaciones con la llamada «Iglesia patriótica», es decir, la que mantiene un cierto tipo de relaciones con la autoridad temporal. De la llamada iglesia «subterránea» se calcula que cerca de un centenar de sacerdotes y dos obispos sufren regímenes de detención diversos.

Nadie hasta la fecha ha podido cifrar el número de católicos «subterráneos», pero algunas evaluaciones estiman que superan los dos millones de chinos. En cualquier caso, el viaje del cardenal Etchegaray hace pensar que «algo importante» está en marcha y, en todo caso, cabe reseñar que, según informes oficiales, se va a publicar una Biblia en chino, hecho que no ocurría desde el año 1957.

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