Mugabe, encargado de formar Gobierno en Zimbabwe (Rodesia)
El «canto del gallo», símbolo de la Unión Nacional Africana de Zimbabwe, de Robert Mugabe, ha resonado claro y fuerte en la antigua colonia británica de Rodesia meridional, como consecuencia de la indiscutible y arrolladora victoria del hasta ahora líder guerrillero en las elecciones generales rodesianas. Como primera consecuencia, el gobernador británico ha encargado a Mugabe la formación de Gobierno.
El ZANU (Frente Patriótico) de Mugabe obtuvo seis escaños más de los necesarios para conseguir la mayoría absoluta en la Cámara baja del Parlamento de Zimbabwe.El partido de Mugabe, perfectamente representado por un gallo desafiante, alcanzó 57 diputados en una cámara de cien, con un total de 1.668.992 votos, lo que representa el abrumador porcentaje de 62,99% del electorado. El triunfo es doblemente significativo si se considera que la minoría blanca, con un 4% de la población, cuenta con veinte escaños en la Cámara.
Joshua Nkomo, el veterano dirigente nacionalista que se presentó al frente de la antigua alianza guerrillera del Frente Patriótico, se convierte en la segunda fuerza política del país, con veinte escaños y el 24% de los votos, representados por 638.879 electores.
El gran derrotado en las elecciones ha sido el Consejo Nacional Unido Africano del ex primer ministro, obispo Abel Muzorewa, que sólo ha conseguido 219.307 votos, un 8,28% del electorado, lo que le permite la exigua cifra de tres escaños.
Consideradas las elecciones en su totalidad, salta a la vista el arrollador triunfo de los líderes nacionalistas, que han conseguido nada menos que el 77 % de los escaños. El fracaso ha sido total para el resto de los partidos, que no han conseguido ni siquiera el 10 % de los votos en los ocho distritos electorales para obtener una representación parlamentaria.
El resultado demuestra principalmente que, a pesar de intimidaciones y coacciones, el electorado negro ha sabido detectar quién representaba mejor sus intereses. A la vista está que la población nativa de Zimbabwe se ha identificado plenamente con los partidos que durante siete años de cruenta guerra civil levantaron la bandera de la independencia y la dignidad nacionales contra el régimen minoritario de Ian Smith y contra su sucedáneo de color, representado por el obispo metodista Abel Muzorewa.
El resultado clarísimo de las elecciones facilita sin duda el papel constitucional del gobernador británico, lord Soames, que a las diez de la mañana de ayer encargó a Mugabe la formación del primer Gobierno independiente de Zimbabwe.
De acuerdo con los términos de la Carta Constitucional rodesiana de la Lancaster House, el gobernador británico está obligado a en cargar la formación del Gobierno al partido que «pueda conseguir una mayoría en la Cámara». El resultado de la elección no deja lugar a dudas, y de ahí el encargo recibido por Mugabe.
Una mezcla de marxista y jesuita
El dirigente nacionalista, de 55 años, perfectamente definido por el ex embajador americano en las Naciones Unidas Andrew Young como «una combinación de pensador marxista y jesuita», declaró a los setecientos periodistas que han cubierto las elecciones que «estaba abrumado por la victoria electoral, que suponía la culminación de la lucha por la independencia».
Mugabe nos recibió en su residencia del elegante suburbio de Mount Pleasant, en las afueras de Salisbury. A pesar de la arrolladora victoria, su tono fue moderado en todo momento, y el contenido de sus declaraciones, más moderado todavía.
El triunfo ha constituido una victoria para las fuerzas del Frente Patriótico, que luchó por la independencia. La oposición ha sido mínima. El gobernador le ha pedido que forme Gobierno, y lo hará teniendo en cuenta que no debe haber ni vencedores ni vencidos. «Es el momento de la reconciliación. Todos pertenecemos al nuevo Zimbabwe; todos, blancos y negros. Hay un sitio para todos en el nuevo país. No habrá nacionalizaciones innecesarias. Los cambios se realizarán de forma realista», dijo.
Es posible que el nuevo Gobierno de Zimbabwe incluya algún blanco. Anoche, Mugabe celebró una entrevista con Ian Smith, calificada como muy positiva. Mugabe no excluyó que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas rodesianas, teniente general Peter Walls, permanezca en su puesto, al menos durante cierto tiempo. «Utilizaremos a los que están, sin preocuparnos por el color de su piel», dijo Mugabe.
A este respecto hay que reseñar las entrevistas celebradas en la noche del lunes por Mugabe con los jefes de los servicios armados rodesianos y con el líder de la minoría blanca, Ian Smith, cuando evidentemente el triunfo del líder nacionalista empezaba a consolidarse.
Con relación a la política exterior del nuevo Gobierno, Mugabe hizo constar que Zimbabwe se integrará en el Movimiento de los Países No Alineados y pedirá su ingreso en las Naciones Unidas, en la Organización para la Unidad Africana y en la Commonwealth.
«Las relaciones con Suráfrica deben ser consideradas desde un punto de vista realista. Corresponde al pueblo surafricano decidir su propia lucha. Zimbabwe mantendrá las relaciones comerciales con la Unión Surafricana, aunque se opondrá a la política del apartheid en la ONU y en la OUA», añadió.
El problema reside ahora en convencer a la minoría blanca para que permanezca en Rodesia. A través de una torpísima propaganda oficial, esa minoría creía firmemente en un triunfo de Muzorewa, como ocurrió en las elecciones de abril de 1979. La desilusión ha sido tremenda. La mayoría de los blancos están anonadados. La amplitud del triunfo de Mugabe les ha dejado sin habla.
Y, sin embargo, esa minoría va a intentar permanecer en Zimbabwe, incluso en contra de sus propias convicciones. Un granjero de la provincia de Mashonaland Central, que nos aseguraba la pasada semana que tenía su avioneta preparada para abandonar Rodesia si se confirmaba el triunfo de Mugabe lo había pensado mejor ayer. «Vamos a ver qué pasa», nos dijo por teléfono.
En Salisbury, el comportamiento de la población negra ha sido ejemplar. En las calles, el júbilo era evidente. De cuando en cuando, algunos autobuses y camiones cargados de partidarios de Mugabe rompían la tranquilidad habitual de la capital con el canto del gallo.
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