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Tribuna
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Guernica

Asisto en Barcelona a la presentación de Operación Guernika, novela/ficción de González-Aller (y acto sobre el que ha hecho excelente crónica en este periódico mi querido Juan Cruz, al que vamos aliviando del Ruiz, literariamente innecesario). De vuelta a Madrid, mientras el avión (un extraño viaje, querido Fernando, querido Beltrán, que se inició en El Cairo y se nutre de latinochés con botas de astronauta) planea sobre Barajas, buscando pista entre la lluvia como Machado buscaba a Dios entre la niebla (o sea en vano), mientras pasa todo esto, digo, decíamos ayer, medito sobre el tema/símbolo Guernica, tan explotado por la derecha/izquierda que ya no nos dice nada, hasta hoy, en que ha vuelto a decirnos tantas cosas.Y no sólo por la iniciativa Argos/Vergara, sino porque España está viviendo un nuevo Guernica. Ahora no es una aviación extranjera la que bombardea a título experimental (y muerte total) a los niños de una dulce aldea vasca, sino que secretas y sigilosas aviaciones en vuelo sin motor, aviaciones también internacionales o apátridas, bombardean la convivencia española con atentados, delincuencias, guerras civiles frías, como ha dicho este periódico, y hasta guerras municipales calientes. Mario Lacruz, que nos convocó en Barcelona, me contaría a la mañana siguiente, en su despacho, que él pasó la guerra civil en Andorra, por feliz casualidad, como testigo ileso de tanto ir y venir, de tanto pasar y repasar la frontera gentes del éxodo y el llanto. Hoy, muchos españoles empiezan a soñar con una Andorra/Arcadia que no sería la de Max Frisch, sino un sitio realmente ignorado y tranquilo, donde ponerse a salvo de los nuevos bombardeos de Guernica, psicológico/ fácticos, que ahora nos alegran la existencia. José María Armero, presidente de Europa Press y uno de los abogados del caso Guernica (cuadro), deja bien claro que Jacqueline Picasso lo donó a España. ,

Manuel Leguineche, niño de Guernica, describe patéticamente cómo nació y creció él en un pueblo cauterizado, muerto, que no era como los demás pueblos, y donde los mayores no explicaban nunca lo que había ocurrido allí. No hay García Márquez ni Macondo que superen en fascinación literaria y dramática la infancia fantasmal de la generación/Leguineche en el Guernica de postguerra. Vázquez Montalbán lo dijo:

-El Guernica debe seguir en Nueva York, puesto que Nueva York es la capital de España.

Alemanes sobre Guernica Yanquis sobre el Guernica. Una de las dos grandes glaciaciones políticas ha de helarnos el corazón. Francesc Vicens le explica a Balbín por qué el cuadro debe estar en Barcelona. Haro Pozuelo Tecglen escribe esta semana que Larra y toda España caminan siempre, una y otra vez, hacia otra muerte igual. Le agradezco las citas /identificaciones que me hace, tan halagüeñas, como inquietantes, dado lo que está cayendo sobre Guernica. (Toda España es Guernica, a estos efectos, con perdón de don Herri Batasuna.) El Club Urbis viene homenajeando largamente a Andalucía en la figura y la obra de Manuel Halcón, estos días, y pienso, aparte el merecido homenaje, que la otra punta de la península, Andalucía, es hoy bombardeada por el caciquismo, el electoralismo, el antíautonomismo y la cosa. Los españoles siempre nos apuntamos a un bombardeo y, si faltan españoles, en seguida viene la aviación extranjera a echamos una mano. Es la manera que tienen de integramos en Europa.

Guernica, Pompeya ibérica, arrasada por la lava nazi (que luego se ha llamado napalm) es el monumento inverso al guerracivilismo peninsular y a la no injerencia de Europa (pero sí de sus aviadores) en nuestros asuntos internos. Mi querida Montserrat Roig dijo en el coloquio de Barcelona:

-El Guernica debe volver a Guernica para que este país no pierda la memoria histórica.

Vuelva o no, Guernica pueblo es la naturaleza y la Historia imitando el arte: la metáfora negra y calcinada de lo que somos, de lo que hemos sido. De lo que, quizá, quieren que seamos.

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