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Crisis económica y distensión, puntos de mira de los nuevos dirigentes polacos

El VIII Congreso del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP comunista) terminó con un aplastante triunfo personal y político del primer secretario, Edvard Gierek, pero es también el comienzo de una serie de medidas socioeconómicas, que deberán recibir un primer impulso en la reunión del nuevo Parlamento (Sejm), a elegir el próximo mes.

Gierek repitió en los meses anteriores a este Congreso, en diversos mítines, que «no prometía ni días fáciles ni éxitos espectaculares ». El fracaso de la gestión económica, imposible de ocultar entre el marasmo de cifras estadísticas, obligó al régimen a dar un sentido eminentemente, económico al VIII Congreso, con sus más directas implicaciones de política interna y exterior.Quizá por ello el discurso pronunciado por el primer secretario polaco en la ciudad de Radom (donde se iniciaron las protestas obreras de 1976), el pasado 16 de enero, resultó clarificador acerca de las cuestiones económico-políticas, a debatir un mes después. «Hay que superar la división nociva», dijo Gierek, «entre nosotros (gobernados) y ellos (gobernantes).» Para lo cual estableció un programa «común para todos los polacos». Tal programa fue presentado el 19 de octubre del año pasado; en él no se hablaba ni una sola vez de marxismo.

La clave del tema económico estaría en el fracaso de una gestión excesivamente dirigista, que Gierek heredó de Gomulka y, por ello, las reformas anunciadas, pero no explicadas, en el Congreso han sido encomendadas a «grupos de trabajo» de expertos, muchos de los cuales no tienen filiación política.

Cambios en el Estado

La depuración, ese es su verdadero sentido, del primer ministro, Piotr Jaroszewicz, ha dejado libre el camino para la elección de un nuevo equipo de responsables económicos. Su sucesor puede ser nombrado mañana, tras el anuncio de una reunión especial del Parlamento.

El cargo de nuevo primer ministro puede ir indisolublemente unido a una reforma constitucional que posiblemente se lleve a cabo el próximo mes con la elección del nuevo Sejm. Esta reforma consistirá fundamentalmente en el nombramiento de un jefe de Estado, con atribuciones políticas y económicas, por encima de las funciones eminentemente protocolarias que tiene en la actualidad el presidente del Consejo de Estado, Henryk Jablonski.

El cargo de jefe del Estado correspondería, según los estudios realizados hasta ahora por los altos organismos polacos, al presidente del POUP, inexistente en la actualidad. De esta forma, la idea apuntada por Gierek de que el POUP determine la línea a seguir y el Gobierno la ejecute tendría en el nuevo jefe del Estado y el partido a la persona que, al menos oficialmente, sirviera de intermediario.

Por los cambios efectuados en la dirección del Partido Comunista un candidato para reunir ambos cargos podría ser Andrei Werblan de 65 años, vicepresidente del Par lamento, miembro del secretariado del Comité Central del POUP y ascendido el viernes al Buró Político. Siempre, teniendo en cuenta comentarios escuchados en Polonia acerca del propio Jablortski figura intelectualmente respetada, pero alejada de las disputas y los asuntos directamente políticos, que lo descartan para el cargo.

La victoria de Gierek, con el consiguiente rechazo de la línea de Jaroszewicz y la derrota de su enemigo político Stefan Oizowski, quien deja simultáneamente el Buró Político y el secretariado, debe tener su repercusión más directa en el nombramiento del primer ministro.

Edvard Babiuch, de 63 años, íntimo consejero de Gierek, tiene todas las probabilidades de hacerse con el cargo, aunque no se descarta que pudiera ser Alojzy Karkoszka, jefe del partido en Varsovia. Para el cargo también podría figurar Tadeuzsz Wrzaszczyk, flamante miembro del Buró Político y director del Departamento de Planificación y en la actualidad viceprimer ministro.

Además de las razones económicas internas, la distensión ha sido el tema capital de la nueva política trazada por Gierek. Hay una ayuda de quinientos millones de dólares entregada por EEUU a Polonia el pasado año; Varsovia está comprometida en determinados proyectos de desarrollo con el mundo occidental y su déficit con estos países es de miles de millones. Una nueva guerra fría daría al traste con infinidad de proyectos de desarrollo.

Este deseo sincero y lógico de Polonia por la distensión se ha reflejado en una ascensión política, quizá sin precedentes, como ha sido la de su ministro de Asuntos Exteriores, Emil Wojstazek, amigo personal de Gierek, que pasó de ser miembro suplente del Comité Central a suplente del máximo organismo del POUP, el Buró Político.

Si el primer secretario perdió a un buen colaborador como Josef Techma, expulsado del Buró Político, ha ganado al menos cuatro incondicionales: su «hombre de confianza» Waszczuk, Zabinski, Wrzaszczyk y el propio Karkoszka. A lo que hay que unir la salida de sus más inmediatos rivales: Jaroszewicz y Olzowski.

Queda por saber si el nuevo equipo está también dispuesto a llevar a cabo las reformas políticas, oficialmente «desarrollo de la democracia», prometidas por Gierek en 1976. Sobre este punto, al menos, conviene ser escéptico de momento. La rehabilitación de Gomulka y la presencia en Varsovia de dos destacados miembros del «neoestalinismo» del Este, como Mijail Suslov y el checoslovaco Vasil Bilak, no favorecen las especulaciones esperanzadoras

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