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Las Brigadas Rojas asesinan al vicepresidente de la Magistratura italiana

Juan Arias

Vittorio Bachelet, de 56 años, vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura y catedrático de Derecho de la Universidad de Roma, fue asesinado ayer a mediodía cuando salía de la facultad de Ciencias Políticas. El asesinato fue perpetrado ante los ojos atónitos de docenas de estudiantes y profesores por dos terroristas jóvenes: un hombre y una mujer. Fue ésta última quien le disparó siete tiros con una pistola calibre 32. Los dos impactos mortales los recibió en la nuca y en el tórax. Cuando llegó la policía, diez minutos después del crimen, y cerró todas las verjas de la ciudad universitaria, los dos asesinos habían huido en un coche Autobianchi A 112.

La noticia ha causado gran impresión, tanto entre las autoridades del país como en la opinión pública. El primer partido político en poner la bandera a media asta fue el Partido Comunista, en su sede central de la Via delle Botteghe Oscure. El atentado fue reivindicado dos horas más tarde por las Brigadas Rojas, con llamadas telefónicas, primero al diario del Partido Socialista, L'A vanti, y después al diario La Repubblica, anunciando que seguiría un comunicado.El asesinato de Bachelet reviste una gravedad especial, porque, en realidad, como han subrayado todas las fuerzas políticas, golpea al principal responsable de la magistratura italiana después del jefe de Estado, Sandro Pertini, que es presidente del Consejo Superior de la Magistratura. Por otra parte, la víctima era la figura de mayor relieve del mundo seglar católico. Había sido presidente de la Acción Católica desde 1964 hasta 1973; presidente de la FUCI (Jóvenes Universitarios de Acción Católica), cargo en el que sustituyó a Aldo Moro, también asesinado por las Brigadas Rojas. Había sido, desde 1967 a 1976, miembro del Pontificio Consejo de Seglares. Aquí conoció al cardenal Wojtyla, entonces consultor de dicho organismo vaticano.

Un católico progresista

Durante el Concilio Vaticano II, Bachelet fue la figura de mayor relieve del laicado italiano. Sus posturas eran las de un católico más bien progresista. Se había manifestado en más de una ocasión en contra del Concordato y se había opuesto a la campaña curial contra el divorcio. Antes de ser asesinado, ayer por la mañana, había estado por la noche en una reunión con el secretario de Estado, cardenal Casaroli, en la embajada italiana ante la Santa Sede. De él escribió ayer el cardenal vicario de Roma, monseñor Poletti: «Era un hombre bueno, pacífico, justo. Con su muerte, la diócesis pierde un amigo, un sabio, un consejero y un colaborador precioso.» El propio Papa mandó en seguida un telegrama a la familia, en el cual pedía «que a las fuerzas del odio y de la destrucción se sepa oponer con coraje la potencia del amor predicado por el Evangelio».Cabe resaltar que este crimen ha sido perpetrado precisamente tres días antes del congreso nacional de la Democracia Cristiana, que debe plantearse la espinosa «cuestión comunista» con mayor fuerza que nunca.

Unánimemente, las fuerzas políticas han declarado que esta vez el terrorismo ha querido golpear a la puerta de la jefatura misma del Estado. El presidente de la República, Sandro Pertini, que fue el primero que se presentó en la universidad a rendir homenaje al cuerpo muerto de Bachelet no quiso hacer declaraciones: «El hecho es tan grave que es inútil hablar», dijo mientras abrazaba a la hija universitaria del catedrático asesinado.

Las centrales sindicales convocaron ayer un paro simbólico de dos horas de huelga en toda Italia y cuatro en Roma. Las fuerzas de izquierda del Parlamento, comunistas, socialistas, independientes de izquierda, izquierdistas y radicales han condenado este crimen como una tentativa de empujar al país «a una mayor represión» y a un estado «de latente guerra civil».

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