¡Oh, los árabes!
De pronto, en este país, los árabes han pasado a ocupar las primeras páginas de la prensa nacional, como si, de la noche a la mañana, hubiéramos descubierto algo desconocido; como si los árabes fueran ajenos a las tierras de España...Muchos españoles hemos siempre mantenido una postura crítica, positivamente crítica, ante la política proárabe de Madrid. Una postura crítica porque, desde siempre, hemos deseado que esas relaciones, que echan sus raíces en una no tan lejana historia común, fraguaran y, en tiempos pasados, nos oponíamos y seguimos oponiéndonos, a que desde nuestro país se instrumentalicen unas relaciones y una amistad desde criterios puramente mercantiles.
Me parece un error llevar a cabo una aproximación real al mundo árabe -o pretenderla llevardesde criteriosdel tener y no del ser. Porque, si bien es cierto que hoy los árabes poseen aproximadamente el 50,3 % de las reservas de petróleo (aunque con las matizaciones con que dicha cifra debería ser propuesta), no es menos cierto que el petróleo es materia agotable. ¿Sería, para España evidentemente, importante la comunidad de los árabes en la etapa pospetróleo?
Estas consideraciones e interrogantes se producen en"el momento en que el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, se dispone a visitar dos países importantes del Próximo Oriente: Irak y Jordania, republicano uno, monárquico el otro. Y ambos árabes y en el corazón del conflicto del Próximo Oriente.
Lógica, pues, la pregunta ¿a qué va Adolfo Suárez a esos dos países? ¿Lleva un papel mediador euroamericano? Muchos nos la planteamos, y varias son las respuestas.
Irak emerge en la escena del Próximo Oriente como un país cuyo régimen socialista es estable y con una clara posición polít ica: país no alineado e intransigente en la cuestión de Palestina. Los pueblos de la zona miran a Irak, pero también las potencias occidentales y otras. Será que, quizá, la paz en el Próximo Oriente pase por la palabra de este país. Con una producción petrolífera media de 3,7 millones de barriles al día (900.000 barriles diarios más que en 1978), Irak dedica una parte importante a los países en vías de desarrollo, con los cuales han sido firmados unos quince contratos, al tiempo que las multinacionales americanas, aparentemente, no han vuelto a firmar sus contratos para 1980, en razón del boicot a Israel.
Dadas estas coordenadas, la misión del presidente Adolfo Suárez en Irak puede ser muy positiva si, en efecto, no trata de presentarse como mediador de una causa, la palestina, cuya solución no es europea ni norteamericana, sino sencillamente árabe. Apoyar esa solución y esa causa puede suponer, para Suárez y para España, no sólo un éxito personal, sino la prueba de que la España democrática quiere adquirir su auténtica dimensión mediterránea, oriental y sureña más que europeísta, aunque una y otra puedan complementarse.
Podríamos hacer muchas suposiciones acerca de esta visita. La realidad es que España tiene asegurado el abastecimiento de crudo iraquí, que las relaciones comerciales entre ambos países se están incrementando, que las relaciones políticas son excelentes y un largo etcétera... Pero convendría que el presidente Suárez no olvidara, durante su periplo iraquí, que no se puede jugar en política internacional. Y, ahí, los líderes iraquíes, probablemente, le pedirán alguna explicación. Y Suárez tendrá que darla. Aclarar la política española hacia Israel será, sin duda, uno de los temas de las conversaciones que Suárez mantenga con el presidente de Irak, Saddam, Hussein. Aclarar igualmente la participación de la industria española -bastante desdichada, por otra parte- en los proyectos de desarrollo de este país, debería ser uno de los puntos a tratar.
Y, para finalizar, quizá el presidente Suárez lleve en su agenda un tema que, por su importancia, merecería otro comentario. Me refiero al diálogo euroárabe y el posible papel español de mediador entre los árabes y la CEE. Es sabido que la CEE quiere un diálogo solamente económico, y que los árabes desean extenderlo a lo político. Ahí, si; ahí España podría jugar fuerte su baza con el respaldo árabe. A cambio, España debería potenciar al máximo la cultura árabe y decir a Occidente que la paz en el Próximo Oriente y la seguridad de todos pasa por la paz en Palestina, por el establecimiento de un Estado independiente palestino en todos los territorios usurpados. Los árabes están ya cansados de oír siempre la canción del petróleo. Sólo esperan una palabra de auténtica justicia. Si España logra dársela, Suárez y España habrán superado la fase de la retórica y habrán iniciado el camino abierto a la cooperación, al mutuo respeto y entendimiento. Los árabes sabrán pagarlo con creces
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