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La disidencia en Yugoslavia tiene carácter menos crudo que en la Unión Soviética

Francisco G. Basterra

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El Gobierno yugoslavo no ha reaccionado oficialmente ante el caso Sajarov, desterrado esta semana de. Moscú por su actitud disidente. Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores comentó a EL PAIS, sin embargo, que la posición de su país es no meterse en este tema, sólo susceptible de mechar más leña, al fuego de la compleja situación internacional. No compartimos, la necesidad de hacer estas cosas», añadió, «pero tampoco la explotación de este caso con fines políticos».

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Constante vigilancia policial sobre Sajarov

En Yugoslavia la disidencia, oficialmente inexistente, tiene caracteres mucho menos crudos que en la Unión Soviética. Milovan Djilas es aquí el disidente por antonomasia. Vive, en su casa de Belgrado sin que nadie le moleste, después de salir de la cárcel, al Final de los años cincuenta. Las autoridades desaconsejan cortésmente el contacto con él a los periodistas. Marcando un número de teléfono que reconoce medio Belgrado se pisede hablá¡con él inéditamente.«Estoy dispuesto a recibÍrlecuando quiera», nos dijo, «tengo muy buen recuerdo de EL PAIS, pero, le adelanto que no hablaré, para nada de Yugoslavia ni del presidente Tito. Comprenda que en esta situación lo que yo le dijéra que lo que digan que estoy aprovechando el momento actual.» Todos los intentos para mantener una conversación general sobre él país sin citar personas concretas fue firmemente, rechazada por Djilas.

Djilas, compañero histórico de Tito durante la guerra de liberación nacional, en la que fue general de los partisanos, contribuyó a formar el nuevo Estado comunista, y estuvo con él en los momentos difícilles, 1948, de la ruptura con Stalin. Asistió y fue protagonista de la depuración a fondo realizada con los kominformistas (los meros, disidentes). En 1954, Dijlas, entonces «número dos» del régimen, pidió, en un artículo publicado en el New York Times, ción de partidos políticos que se pudieran oponer al comunista, criticó al aparato y denunció el nacimiento de una «nueva clase» entre los dirigentes del sistema. Dos años después se manifestó contrario a una nueva aproximación entre Yugoslavia y la URSS.

Juzgado a puerta cerrada por «propaganda hostil y difamación del régimen socialista yugoslavo», la heterodoxia de Djilas fue sancionada con tres años de cárcel.

Una vez en libertad, sin base de poder alguna, aislado, sin posibilidad de expresarse Djilas fue perdiendo poco a poco audiencia interior. Sus posiciones siempre han tenido más eco en Occidente que dentro del país, donde ha tratado de representar una especie de «conciencia» del fitismo. El segundo disidente conocido es Mihailov, profesor de la Universidad de Zadar, quien en 1966 pidió una democracia al estilo occidental y fue condenado a cuatro años y medio de cárcel, posteriormente reducido a uno. Actualmente vive en Estados Unidos.

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Otro disidente importante en la historia de la moderna Yugoslavia , aunque no de carácter intelectual, es Alexander Rankovic, jefe de la Policía, ministro del Interior, creador de un Estado dentro del Estado, fue depurado por Tito en 1966.

Rankovic, vicepresidente de la República, un hombre de reflejos stalinistas se fue creando una base de poder propia gracias a su manejo del aparato de seguridad, e incluso llegó, en su celo profesional, a instalar micrófonos en las habitaciones de Tito. En libertad, vive en el país apartado de la política, suspendido de empleo, pero no de sueldo, táctica inteligente que suelen utilizar las autoridades yugoslavas con los depurados.

En 1970-1971 se produjeron brotes amplios de contestación al sistema en Croacia, con participación, masiva de los estudiantes y de algunos cuadros políticos del propio régimen. El nacionalismo y las demandas de pluralismo político, desde posiciones más a la derecha del socialismo, fueron rápidamente atajadas por Tito, que acabó fulminantemente con lo que se llamó la «primavera de Zagreb». Curiosamente, algunos de sus instigadores habían sido promovidos a sus puestos por el propio Tito.

En 1972, un grupo de intelectuales y profesores, desde posiciones marxistas «liberales», agrupados en torno a la revista Praxis, protagonizaron una nueva etapa de presidencia. Publican artículos criticando el monopolio del partido y el consumismo introducido en la sociedad yugoslava. Las iras oficiales caen sobre ellos, y siete profesores son expulsados de la Universidad.

El año pasado, la disidencia volvió a enfrentarse con el sistema nediante la publicación de un mizdat, distribuido por el sistema de fotocopias, al precio de cien dinares ( unas 30.000 pesetas ).

Aunque los Kominformistas ( stalinistas) fueron aplastados despues de 1948, recientemente dos de ellos fueron juzgados y condenados a penas de cárcel. Uno fue secuestrado por la poderosa policía política Ubda, en Suiza, y llevado a Yugoslavia,donde cumple veinte años de prisión. Sin embargo, la base social de los Kominformistas es muy exigua hoy en el país.

Por último, una disidencia más violenta es la representada por los ustachis, nacionalistas croatas que en su día gozaron del pleno apoyo de la Iglesia católica. Tambien cabría hablar de los chetnikis serbios, derechistas pro monárquicos.

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