La negativa a la universidad burocrática
Uno de los problemas de fondo que tiene, en mi opinión, innumerables consecuencias indeseables acerca del estado actual de la universidad, la enseñanza en general y la investigación en España radica en el mantenimiento del actual sistema de selección, acceso y permanencia del profesorado universitario y en la concepción de este profesorado como funcionario vitalicio. Creo que, si se pretende operar algún cambio en la enseñanza y la investigación, hay que revisar inevitablemente el actual sistema de selección del profesorado, basado en pruebas de competitividad y no de capacitación pedagógica; que responde a situaciones y prácticas del pasado siglo; y que contribuye a mantener una estructura jerárquica, no sólo en cuanto a la consecución de la estabilidad y el desarrollo profesional, sino también en todo lo que se refiere a la estructura de gobierno, gestión y -por tanto- de funcionamiento de la universidad.
En el procedimiento actual de selección y acceso del profesorado universitario pueden diferenciarse perfectamente tres momentos que, respectivamente, se refieren:
- Al acceso inicial del profesor aspirante.
- Al requisito de la, tesis doctoral que se le exige para su promoción posible; y
- A la consecución de su estabilidad definitiva como docente, tras realizar unas oposiciones a los cuerpos de funcionarios para la Enseñanza.
1. El acceso inicial como profesor, dentro de una cátedra, departamento o centro universitario, se efectúa con la obligada aceptación para el aspirante de la normativa impuesta por el titular o «jefe», según el esquema jerarquizado-militar que el Ministerio de Educación y Ciencia perpetuó durante todo el período de la dictadura, y que en este sentido continúa aún vigente.
Las relaciones dentro de la cátedra suelen ser, por lo general, unas relaciones sociales que se imponen en esta esfera del trabajo intelectual por parte de los «jefes» respectivos. Y son exactamente estas relaciones de dominación impuestas, en este terreno de la práctica teórica, las que impiden la libertad de pensamiento.
2. Para poder continuar como docente, tras el acceso inicial, se exige la realización de un trabajo de investigación en solitario: la llamada «tesis doctoral», en estos primeros años tras haber terminado los estudios de licenciatura.
Y esta exigencia se efectúa por el Ministerio cuando en absoluto se prima ni se paga el trabajo de investigación. De este modo se da la situación de que el profesor con mayores niveles de dedicación a la docencia es el que menos posibilidades -y tiempo libre- tiene para realizar un trabajo de investigación de tesis, lo que, sin embargo, se le exige para poder seguir trabajando como docente...
Y todo ello, con niveles salariales tan escasos que obligan, necesariamente, a la búsqueda del empleo adicional, con lo que el nivel de mediocridad en la calidad de la enseñanza e investigación resulta ser una consecuencia inmediata de una situación que ha venido manteniendo el Ministerio durante todos estos años.
3. La culminación de la estabilidad eterna como docente se contempla en la legislación actual tras la realización de unas oposiciones a los cuerpos de funcionarios para la Enseñanza, que se pretenden mantener en el «nuevo» proyecto de ley de Autonomía Universitaria, cambiándoles el nombre y denominándolas «concursos de habilitación».
Este ritual de las oposiciones se suele limitar a la memorización de un temario, no suponiendo en absoluto ninguna producción intelectual lógica; exige también la adhesión a (o al menos el acriticismo respecto a) las líneas de pensa miento teóricas y/o ideológicas de la mayoría de los que componen el tribunal de oposiciones, constituyendo así el procedimiento más idóneo que -en manos de un poder totalitario- acaba seleccionando o cooptando a los más fieles y no a los más capaces científica o pedagógicamente hablando.
Desde mi punto de vista, la necesidad de detener el sistema de oposiciones, concursos de traslado, normativa de acceso e integración en los cuerpos de funcionarios de Enseñanza, es la negativa a la consolidación y perpetuación de la democracia orgánica en la Universidad. Es decir, es la negativa a la concepción del enseñante como funcionario vitalicio al servicio del poder ideológica o políticamente establecido.
En nuestro trabajo como enseñantes libres, la necesidad de la potenciación de la duda, la crítica y la libertad de pensamiento, es una necesidad vital. Y vital, no sólo para el desarrollo del saber -y de lo que entendemos como ciencia-, sino para el ejercicio mismo de lo más apreciable en los seres humanos, que es la práctica de la libertad.
Dice Octavio Paz que la libertad no es un concepto ni una creencia. «La libertad no se define: se ejerce.» Es una apuesta. La prueba de la libertad no es filosófica, sino existencial: hay libertad cada vez que hay un individuo se atreve a decir no al poder. No nacemos libres: la libertad es una conquista, y más: una invención.
Dificilmente entiendo que pueda caminarse en este sentido contemplando la figura del enseñante como burócrata numerario vitalicio, encuadrado además en cuerpos jerarquizados de funcionarios para la Enseñanza. Esto es la militarización del profesorado. Y contra esto, un elemental ejercicio de la libertad, está diciendo a gritos que no.
Francisco Alburquerque es profesor del departamento de Estructura Económica de la Universidad de Madrid y fue dirigente del antiguo Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid (SDEUM).
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