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Tres muertos en enfrentamientos entre policías y separatistas corsos

Tres muertos y seis heridos, dos de estos últimos muy graves, tal era el balance, anoche, de la tragedia que, una vez más, se abatió sobre Ajaccio (Córcega), como consecuencia del enfrentamiento histórico (hace doscientos años que la isla lucha por su independencia) entre los poderes públicos franceses y los corsos, representados por los autonomistas o independentistas. París envió nuevos refuerzos y condenó de la manera más tajante a «los criminales de derecho común». Los autonomistas continuaban ocupando el hotel Fesch con una docena de rehenes y, a últimas horas de ayer no se preveía ninguna solución.

El drama que, con ingenuidad o con mala fe, no figuraba en los pronósticos de la mayoría de los observadores franceses cuando, el domingo último, los autonomistas de Bastelica detuvieron a dos matones para oficiales destacados a combatir por la violencia los sentimientos nacionalistas de la isla, ha dejado atónito a este país. Ayer, sin embargo, ante la realidad trágica, con autenticidad real, uno de los principales comentaristas de la radio parisiense le preguntaba telefónicamente a un abogado corso: «Desde París no es posible comprender lo que les pasa a los corsos. ¿Qué quieren para llegar a estos extremos?»La ignorancia de los unos, favorecida por el retorcimiento de los otros, desembocó de nuevo en el estallido de violencia que vivió Ajaccio durante la madrugada de ayer. Todo parecía en relativa calma por los alrededores del hotel Fesch. en donde unos treinta autonomistas de la Unión del Pueblo Corso (UPC), dirigida por el doctor Simeoni, retienen como rehenes a una docena de turistas continentales, es decir, franceses. La policía vigilaba el hotel. De pronto, de entre los grupos de corsos que se aproximaban, un joven desconocido sacó una pistola y disparó a quemarropa a un agente de policía, que cayó muerto. Otros dos fueron heridos. Así empezó la noche trágica. Poco después, en dos ocasiones, la policía disparó «por nerviosismo y por miedo». en lugares diferentes de la ciudad, hasta contabilizar dos muertos más, civiles, y otros cuatro heridos.

La jornada de ayer en la isla, en un clima de nerviosismo y emoción crecientes, transcurrió en espera de que prosperara alguna de las negociaciones que se intentaron entre el prefecto (gobernador), representante de París, y una delegación formada por cuarenta organizaciones políticas, sindicales y socioprofesionales, todas ellas corsas. Ningún esfuerzo dio resultados positivos. Los autonomistas encerrados en el hotel exigían que en la delegación negociadora figurara el doctor Simeoni, líder del movimiento autonomista UPC, a lo que se negó repetidamente el prefecto. A mediodía se creyó que este último había bajado la guardia, pero un par de horas después llegó, desde París, una declaración contundente del ministro del Interior, Christian Bonnet, rechazando toda especie de reconocimiento a «ese pequeño grupo de extraviados» que, en su opinión, no pueden ser considerados como «actores» políticos corsos, sino como «criminales de derecho común». Al mismo tiempo, se anunció el envío de nuevos refuerzos policiales, y, por otra parte, se supo que once autonomistas detenidos el día anterior habían sido trasladados a París para ser procesados por el Tribunal de Seguridad del Estado. Todo ello endureció la situación: los autonomistas y sus rehenes continúan ocupando el hotel; la policía y los blindados han tomado Ajaccio, y en Córcega, como en Francia, aunque motivados diferentemente, se multiplican los llamamientos en favor de la paz. Anoche, los enviados especiales a la isla daban cuenta con unanimidad de la emoción que reina en toda la isla, y, en Ajaccio concretamente, «cualquier provocación puede desembocar en violencias graves». Para hoy todos los partidos políticos y sindicatos de izquierdas, sumados a los autonomistas, en señal de protesta contra el poder central, han convocado una huelga general que convertirá a Córcega en una «isla muerta».

Sea cual fuere la continuación de esta nueva batalla de la guerra que confronta a París y a los corsos, el desenlace no será más que otro paréntesis, en espera de la próxima explosión; así lo deja prever la actitud de las autoridades, insensibles por ahora, en Córcega como en las demás regiones francesas, a cualquier manifestación que lesione en lo sustancial su noción del centralismo absoluto.

La revolución fundamental del affaire que comenzó en Bastelica el domingo último ya se ve con cierta claridad: los autonomistas del doctor Simeoni, y no sólo los jóvenes, ante ese «radicalismo» parisiense se deslizan vertiginosamente hacia el independentismo, defendido violentamente por el Frente de Liberación Nacional Corsa (FLNC).

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